Algunos estudios han puesto de manifiesto profundas desigualdades alimentarias: los niños de familias con mayores ingresos consumen más verduras, lo que se refleja también en marcadas diferencias en salud. La prevalencia de obesidad infantil en escolares de primero y quinto curso de Primaria difiere entre los niveles socioeconómicos alto y bajo.

Ante este escenario, la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile presentó los resultados de un proyecto centrado en la neofobia alimentaria infantil y su impacto en la disposición a probar verduras nuevas, que trata de explicar por qué algunos niños se resisten a probar las verduras.
Por qué algunos niños odian las verduras
“Uno de los hallazgos más relevantes fue que no se observaron diferencias significativas en el grado de gusto por verduras familiares entre niños de distintos niveles socioeconómicos. Esto sugiere que las diferencias en su consumo no estarían relacionadas con la aceptabilidad, sino más bien con desigualdades en el acceso y la disponibilidad, por lo que reducir estas brechas podría potenciar su incorporación en la dieta infantil. En cambio, frente a verduras no familiares, sí se evidenció un efecto del nivel socioeconómico: los niños de contextos más vulnerables mostraron menor aceptabilidad y mayor resistencia a probar nuevos alimentos, medida a través de niveles más altos de neofobia alimentaria”, explicó la académica Karinna Estay.
Desde un enfoque biológico, las preferencias innatas juegan un rol clave en la aceptabilidad de ciertos alimentos. “Los seres humanos tienden a preferir gustos dulces y evitar los amargos, predominantes en muchas verduras. Además, la neofobia alimentaria —el miedo a probar alimentos nuevos— se presenta con fuerza en la infancia y es un fuerte predictor de bajo consumo de verduras. Esta característica evolutiva puede limitar la variedad alimentaria y llevar a deficiencias nutricionales” señala la académica del Depto. de Agroindustria y Enología.

Otro aspecto a considerar es que sensorialmente, las verduras no suelen ser alimentos innatamente gustados. “Muchas no son dulces, algunas son amargas y tienen un bajo contenido calórico. Por ello, el gusto por ellas se aprende principalmente a través de la exposición”, explicó la profesora Estay.
Si las pruebas repites
El estudio evidenció, además, que una sola experiencia de degustación puede aumentar el agrado por verduras desconocidas, lo que subraya el valor de estrategias simples como incentivar a probar sin presión. Entre los datos destacados, se observó que un 34% de los niños se negó a probar al menos una muestra, que los niños de contextos más vulnerables presentaron mayores niveles de neofobia alimentaria y que algunas verduras nuevas como la papa morada y los brotes tiernos de repollo morado fueron sorprendentemente bien evaluadas.
Este tipo de estudios refleja el compromiso de la Facultad de Ciencias Agronómicas con la investigación aplicada de alto impacto social, promoviendo el vínculo entre ciencia, territorio y comunidad.