La lactancia materna, además de ser la forma natural de alimentar a los bebés, les ofrece los nutrientes necesarios –como proteínas, azúcares, vitaminas y minerales– para fortalecer su sistema inmunológico y tener un desarrollo saludable, además de un gran número de componentes bioactivos como hormonas y factores de crecimiento. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que durante los primeros seis meses la alimentación sea exclusivamente con ella.
Aunque la leche materna es indispensable, en la efectividad de la lactancia pueden influir diversos factores, entre ellos las estructuras craneomaxilofaciales (cráneo y cara), los músculos orofaciales –como paladar, labios, lengua– y la función neuromotora, que permiten realizar una adecuada succión, entre otras actividades.
El estudio realizado por la profesora Laila Yaned González Bejarano, estudiante de Doctorado en Enfermería de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), estableció una asociación entre los patrones de succión y las dimensiones craneofaciales de los bebés, y la lactancia materna efectiva, es decir, aquella que proporciona la cantidad de alimento requerido por los bebés durante sus primeros meses de vida.
Y es que la acción de succionar, aunque sencilla, deja ver lo impresionante que es el cuerpo humano. Desde la semana 12 de gestación los bebés comienzan a desarrollar ese reflejo, un instinto que les permite alimentarse naturalmente del pecho materno.
Seguimiento a pacientes
“En el estudio se incluyeron 177 bebés en sus primeros 30 días de vida, repartidos en tres grupos según su edad: el primero con neonatos de 0 a 10 días, el segundo de 11 a 20 días, y el último con los de 21 días de nacidos”, indica la profesora.
Cada uno se eligió mediante criterios de inclusión y exclusión que aseguraban que los participantes cumplieran las condiciones para ser analizados. “Ninguno presentaba anomalías ni alteraciones en la actividad neuromotora, y debían tener puntualmente esos días de nacidos”.
En el proceso, las madres llevaban a sus bebés para ser atendidos en un consultorio médico donde los amamantaban, y con una cámara –de forma no invasiva– se registraron alrededor de dos minutos de la lactancia para identificar los patrones en cada grupo.
Los resultados mostraron que los bebés más pequeños, de 0 a 10 días y de 11 a 20 días, exhibieron un mayor número de succiones y menos pausas durante la lactancia, mientras que el grupo de 21 a 30 días mostró menos de succiones y más pausas, resultados que inicialmente desconcertaron a la investigadora.
Sin embargo, al analizar los videos de las sesiones, observó que los bebés más grandes succionaban con movimientos de apertura mandibular más amplios, tenían mejor agarre y sellado de labios alrededor de la areola, lo que compensaba el menor número de succiones.
En el estudio se aplicaron escalas de validación y análisis estadísticos para identificar que los bebés con estructuras más pequeñas pueden tener dificultades para succionar y obtener suficiente leche. Además se registraron minuciosamente datos de las dimensiones de longitud, altura y anchura de toda la cabeza y la cara de los recién nacidos.
Según la académica, “esta información evidencia la importancia de considerar tanto la frecuencia como la intensidad de la succión al evaluar su impacto en el crecimiento craneofacial”.
Además resalta la necesidad de que la promoción de la lactancia materna sea interprofesional, involucrando a odontólogos, enfermeros y médicos para brindar un apoyo integral a las madres lactantes.
También menciona que “es importante seguir investigando en esta área para comprender mejor cómo los patrones de succión pueden influir en el crecimiento y desarrollo de los bebés”.