Ola de calor y aumento de la temperatura: España se africaniza

La ola de calor y la subida de temperaturas equiparan a España y África.
La ola de calor y la subida de temperaturas equiparan a España y África.

Temperaturas por encima de los 40 grados en pleno mes de junio. Noches de un calor insoportable. Ola de calor. Una entrada inusual por lo excesiva de polvo sahariano traído por los vientos del Sur.

Adaptación de las Ciudades
El urbanismo y el sector de la construcción tienen una asignatura pendiente con la adaptación de las ciudades al nuevo escenario climático. El aumento de la temperatura y las sucesivas olas de calor resulta incompatible con los modelos de ciudad que se han diseñado hasta ahora. Como explica Juana Sánchez, arquitecta y profesora del Máster en Proyectos Arquitectónicos: Diseño Ambiental y Nuevas Tecnologías de la Universidad de Málaga, las nuevas ciudades tienen que adoptar soluciones que ya se exploraron en el pasado y que dieron buenos resultados. Y todo ello, apoyado en la información que ofrecen las nuevas tecnologías. El confort y el ahorro energético en el interior de los edificios es un campo en el que se ha avanzado mucho, sin embargo, el entorno exterior ha quedado algo olvidado. Por eso, dice Juan Sánchez, hay que apostar por un diseño urbano que favorezca las corrientes de aire en la ciudad y que sirven para refrescarla, tal y como ha hecho Norman Foster en Emiratos Árabes. Las nuevas ciudades deben reducir el tamaño de sus avenidas, incorporar más espacios de sombra y hacer un uso adecuado de la vegetación, para que protega en verano y permita la entra de sol en invierno. 

Este verano ha vuelto a batir récords. A la espera del informe estacional de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), que confirme las sospechas, hemos tenido uno verano de los más cálidos desde que se tienen registros. Uno más, se podría decir, porque la sucesión de meses y estaciones en las que se está por encima de la temperatura media del periodo de referencia (1981-2010) no cesa. Y con las precipitaciones ocurre algo parecido, porque parece que el periodo de sequía ha dejado de ser transitorio para convertirse en una realidad instalada en nuestro territorio, que amenaza la supervivencia de las reservas y el sistema que hasta ahora está siendo válido.

La ola de calor de junio demuestra que algo ocurre

Está claro que todo está cambiando, y a peor, y que la Península Ibérica está inmersa en un proceso de ‘africanización’ imparable, que se acusa todavía mucho más en las regiones del Sureste.

Sin embargo, esta realidad no es nueva ni desconocida, los científicos llevan años advirtiendo del nuevo escenario que trae consigo el cambio climático, en el que, según los principales modelos, se esperan un aumento general de las temperaturas y una proliferación de los fenómenos extremos, como la ola de calo de este verano, sequías y lluvias torrenciales.

Una buena muestra se vivió a mediados de junio, cuando se produjo una fuerte ola de calor inusual para la fecha. Las olas de calor son fenómenos que se producen anualmente, sin embargo suelen darse en el mes de julio, justo cuando la incidencia del sol está en su actividad máxima y se dan las condiciones para la entrada del aire del Sur, procedente del desierto del Sáhara.

La ola de calor fue tan intensa que se superó la barrera de los 40 grados centígrados en puntos de Andalucía y Murcia, una situación nada habitual para esa época.

¿Qué provocó una ola de calor tan virulenta?

¿Qué provocó esta inusual ola de calor? Pues los investigadores explican que se debió a una alteración en los patrones de circulación del aire. El investigador del grupo Modelización de la Atmósfera y Radiación Solar de la Universidad de Jaén, David Pozo, explicó que en esta ola de calor influyó “el desplazamiento de una masa de aire muy cálida que ha estado sobre el Sáhara y se dirige hacia España. Esto es relativamente normal que ocurra en julio o agosto, pero no tanto en junio”.

El mes de junio registró picos históricos de temperaturas extremas, según los datos de la AEMET, que indican que ese mes fue el junio más cálido de los últimos 50 años, con una media de 24,1 grados, tres más que la media histórica para ese mes y 0,1 grado superior al récord anterior, registrado en 2003.

La ola de calor coincidió con una entrada muy fuerte de polvo africano.
La ola de calor coincidió con una entrada muy fuerte de polvo africano.

A este mes le sucedió julio, un mes que ha sido muy cálido, según la AEMET, con una temperatura media en el conjunto del país de 24,9 grados, 0,9 por encima de la media de este mes. Ha sido el octavo julio más cálido desde 1965 y el sexto más cálido en lo que llevamos de siglo, superado por los de 2015, 2006, 2010, 2016 y 2013. La ola de calor producida entre el 12 y el 14 sí que rompió todos los registros, y se puede afirmar que fue una de las olas de calor más intensas, en la que se alcanzó la temperatura más alta marcada en nuestro país: nada más y nada menos que 47,3 grados registrados en la localidad cordobesa de Montoro, y desbancó por una décima de grado más que la temperatura máxima absoluta de España, de 47,2 grados a los que se llegó en Murcia en el julio de 1994.

El cambio climático avisa

Los expertos en cambio climático coinciden en que estas temperaturas no son más que manifestaciones de lo que tenemos encima. Un cambio climático alentado por la emisión de gases contaminantes a la atmósfera y que resulta prácticamente imparable, a no ser que se reduzcan las emisiones de forma radical. Sin embargo no parece que ésta vaya a ser la tendencia en los próximos años, y más teniendo en cuenta que al frente de países tan importantes como Estados Unidos hay figuras como Donald Trump, que está inmerso en una campaña de negación del cambio climático.

Uno de los meteorólogos más conocidos de este país y que contribuyó a modernizar la imagen del ‘hombre del tiempo’, Mario Picazo, hace hincapié en la gravedad de la situación y que nos encontramos cerca de un punto de no retorno. Experto en cambio climático y uno de los meteorólogos de referencia de Eltiempo.es, Mario Picazo llama la atención sobre aspectos como el aumento de la temperatura de los océanos debido al efecto invernadero y de las alteraciones que se están produciendo a nivel global.

Gráfica de temperaturas entre junio y agosto, en la que se aprecia cómo se está por encima de la media.
Gráfica de temperaturas entre junio y agosto, en la que se aprecia cómo se está por encima de la media.

Veranos más calurosos e inviernos más cálidos

“Está claro que los veranos son más calurosos, que los inviernos son más suaves; que los veranos cada vez empiezan antes y acaban más tarde… y de la misma forma que nosotros sufrimos el calor, los escandinavos están teniendo unas temperaturas más agradables… pero al final, las consecuencias pueden ser muy graves: subida del nivel del mar, fenómenos extremos más intensos”, explica Picazo.

Estamos de lleno en el cambio climático y las anomalías son cada vez más evidentes. Un ejemplo es lo que ha ocurrido en las noches, que cada vez son más cálidas. Las conocidas como noches tropicales se han hecho todavía más habituales y la temperatura no desciende como lo hacía hace unos años. Y todo esto se suma acentuar la sensación de calor, a la que también contribuye la subida de la temperatura del agua del Mediterráneo y el aumento de la humedad en el ambiente. “Todo esto puede ser una señal clara de que estamos entrando en la dinámica de la que se ha hablado muchas veces y que describen los modelos, que dicen que a medida que la temperatura global aumenta, las olas de calor son más frecuentes”, argumenta el meteorólogo de ElTiempo.es.

Las pistas de Sierra Nevada se tiñieron de marrón el pasado febrero.
Las pistas de Sierra Nevada se tiñieron de marrón el pasado febrero.

Cambio de la circulación atmosférica y más calor

En los últimos años se ha detectado una variación en el patrón de la circulación atmosférica, es decir, la dinámica global que condiciona los movimientos de los vientos. En nuestra región está afectando de manera especial y está contribuyendo a una ‘africanización’ del clima de la Península Ibérica.

Este cambio se ha traducido en que cada vez resulta más habitual la incursión de aire cálido del Norte de África, que a la postre es el responsable de que se produzcan las olas de calor en verano, “un indicativo de que las masas de aire africanas cada vez nos invaden con mayor frecuencia, y esa es la tendencia de cara al futuro”, dice Picazo.

El motivo del cambio en este patrón de vientos global es complejo y fruto de múltiples factores. Uno de ellos, sin duda, la emisión de gases de efecto invernadero que contribuyen al aumento de la temperatura del planeta. También influye el deshielo del Ártico, el cambio en las corrientes de circulación oceánica del Atlántico o, incluso, fenómenos mucho más alejados de nosotros, como lo que ocurre en el Pacífico con las tendencias del Niño o la Niña. “Todos estos son factores suman para que la circulación no sea la misma y el aire se regenere menos que antes”.

El Anticiclón de las Azores más fuerte que nunca

Como consecuencia de esta alteración en la circulación atmosférica, el anticiclón que reina en las Azores se ha hecho mucho más potente y reduce la llegada de borrascas y frentes desde el Atlántico, que se desplazan hacia el Norte. Y, al mismo tiempo, favorece la entrada de vientos del Sur.

El cambio climático está aquí y parece que se quedará con nosotros. Los modelos de predicción aventuran que en 2050, la temperatura media de la Tierra será entre 2 y 4 grados más elevada. Y este aumento de la temperatura global acarreará alteraciones que pondrán en serio peligro nuestro modo de vida, en la medida en que se reducirán los servicios ecosistémicos que obtenemos del medio ambiente. Porque el cambio climático no solamente afecta a la biodiversidad, sino que se convierte en una amenaza seria para nuestro bienestar y puede desencadenar migraciones climáticas, porque haya regiones del mundo en las que vivir sea muy complicado.

Instrumento para la medición de la intrusión sahariana instalado en Sierra Nevada.
Instrumento para la medición de la intrusión sahariana instalado en Sierra Nevada.

Polvo sahariano, la invasión silenciosa

Una de las consecuencias del cambio en la circulación atmosférica es la entrada inusual del conocido como polvo sahariano. Se trata de partículas de arena que arrastran hasta la Península Ibérica los vientos procedentes del Sur y que en los últimos años se ha incrementado de una manera inusual, tal y como explica Lucas Alados, director del Instituto Interuniversitario de Investigación del Sistema Tierra en Andalucía y uno de los investigadores que integra el equipo docente del Máster de Geofísica y Meteorología de la Universidad de Granada. Este experto lleva desde 2005 monitorizando la entrada de polvo sahariano en la Península Ibérica y nunca había visto una acumulación tan elevada como la que se ha registrado en los últimos dos años, en los que ha visto cómo se han superado hitos históricos.

Lucas Alados ha descrito fenómenos extraños que no sabe bien cómo se producen. Por ejemplo, el hecho de que en febrero de este año y el pasado, “practicamente el mismo día”, se produjo una entrada de polvo sahariano desproporcionada para lo que suele ser habitual en esas fechas. La situación este año dejó su huella en las cumbres de Sierra Nevada, que tornaron su blanco habitual por un marrón que tuvo consecuencias más allá de las estéticas. La acumulación de polvo sobre el manto de nieve redujo la capacidad para reflejar los rayos del sol y provocó que la nieve se derritiera antes de lo que suele ser habitual, con lo que alteró el ciclo hídrico habitual de la zona.

El exceso de polvo saharaino altera el equilibrio

Alados advierte de que el aumento del polvo sahariano en nuestro entorno supone una reducción en la calidad del aire. Del mismo modo, este polvo hace que se eleven las temperaturas, debido a la concentración de hematita, un óxido de hierro. Además, también está relacionado con la formación de tormentas.

En el plano medioambiental, el aumento de las temperaturas y las olas de calor de este verano tienen consecuencias muy graves. El subdirector del Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global, Javier Cabello, alerta del estrés que provocan en la biodiversidad, incluso también en la vegetación más adaptada a condiciones extremas, como la que vive en zonas tan áridas como el Desierto de Tabernas o el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.

Equipo para medir la emisión de gases de efecto invernadero en Cabo de Gata.
Equipo para medir la emisión de gases de efecto invernadero en Cabo de Gata.

Impacto del calor en la biodiversidad

Con una ola de calor y un aumento de las temperaturas medias la vegetación consume más agua, con lo que descienden las reservas subterráneas y, en el caso de Cabo de Gata, uno de los escenarios del proyecto Life Conhabit en el que trabaja Javier Cabello, se sospecha de que la demanda de agua de los acuíferos que realizan las plantas puede provocar la intrusión de agua del mar y la salinización de la reserva. Las temperaturas más elevadas hacen que las plantas reduzcan su capacidad para capturar dióxido de carbono del aire a través de la fotosíntesis, porque su crecimiento se ver mermado. Al mismo tiempo, el aumento de la temperatura altera las interacciones entre especies, porque en muchas se produce un adelanto de la floración, que se da cuando todavía no están los insectos polinizadores.

El cambio climático es una amenaza real, que se ha instalado en nuestro territorio y que amenaza con alterar nuestro bienestar. Es un fenómeno global, pero que tiene a la región del Sureste de la Península Ibérica en su punto de mira, donde se están anticipando los cambios que también llegarán a otras zonas del país.

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