La lucha contra la tuberculosis continúa activa y ahora para combatirla se plantea emplear a las mismas bacterias que originan la enfermedad. Se trata de bacterias modificadas genéticamente, bacterias ‘mutantes’, base de nuevas vacunas más eficaces que las disponibles en la actualidad.

En 2023 la Organización Mundial de la Salud alertó que la tuberculosis se volvía a convertir en la principal causa de muerte en el mundo por enfermedad infecciosa, un puesto que había perdido en 2020 con la pandemia por Covid-19. Ese mismo año se diagnosticaron por primera vez alrededor de 8,2 millones de personas con este padecimiento, la cifra más alta registrada por esta entidad desde 1995, cuando comenzó a hacerle seguimiento.
Un aspecto que ha influido en el incremento de los casos infecciosos es la desigualdad social que se presenta en los países pobres o en vías de desarrollo, como por ejemplo Nigeria, Congo, Pakistán y Colombia, en donde existe un alto porcentaje de la población con necesidades básicas insatisfechas como viviendas precarias y sin los servicios públicos básicos (agua, luz, alcantarillado, entre otros).
De igual manera, la transmisión de la tuberculosis se ha visto favorecida en los centros de reclusión, donde el hacinamiento y la poca higiene terminan siendo un medio de cultivo para bacterias como Mycobacterium tuberculosis, que casi siempre afecta los pulmones, se transmite de persona a persona a través de las gotas que expulsan quienes la padecen, al toser o estornudar, y que incluso puede vivir toda la vida en el organismo de las personas sin que estas se den cuenta.
Bacterias ‘mutantes’ contra la tuberculosis
La investigadora Gina Marcela López Ruiz, doctora en Bioquímica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), estudia cómo debilitar a M. tuberculosis diseñando un “mutante”, es decir que le retiró un gen involucrado en los mecanismos más agresivos y contagiosos.
La palabra mutante viene del latín y se refiere a un organismo que cambia, en este caso su genética; la doctora López tomó bacterias de M. tuberculosis y las debilitó modificando su material genético o ADN, un trabajo que le tomó meses para poder introducir una molécula pequeña de ADN (AES) para que modificara la bacteria hasta el punto de “noquear” a uno de sus genes responsables de convertirla en una agente tan dañino.

“Cuando la bacteria se atenúa es posible que el cuerpo genere un ejército de células de defensa más robusto para hacerle frente a la enfermedad, de ahí que tener microorganismos modificados genéticamente permitiría a futuro tener mejores vacunas”, explica la investigadora.
En su trabajo encontró que en modelos de infección preclínicos, es decir en fase de laboratorio, al vacunar ratones sanos con la cepa “mutante” y con la vacuna comercial se obtuvo una protección prácticamente igual contra la infección.
“Esto es prometedor, pues de hecho a esta nueva alternativa le falta un refuerzo, es decir otro componente que se puede modificar en el ADN de la bacteria, y que el grupo de Bioquímica y Biología Molecular de las Micobacterias de la UNAL está investigando y haría todavía más contundente una vacuna a futuro”, destaca.
Un dolor de cabeza para la salud pública
“La tuberculosis es una enfermedad difícil de detectar y su bacteria es muy impredecible, pues “engaña” a las células del sistema inmune para que la dejen quedarse entre ellas, e incluso la protejan cuando el cuerpo reacciona ante su presencia. Es tal el embuste de este microorganismo, que logra que todo el proceso de defensa del organismo se retrase e ignore que él está allí, por lo que cuando su efecto negativo estalla llega con mucha fuerza a los tejidos de órganos como los pulmones”, indica la experta.
Así mismo, cuando simultáneamente se presentan otras enfermedades como el VIH, las personas tienen una mayor probabilidad de que la tuberculosis ataque y no tengan forma de defenderse. Esta situación se agrava en lugares como las cárceles, en donde las celdas tienen más personas de las que deberían y esto permite que la bacteria se esparza y provoque un riesgo más elevado.
El experimento contó con el apoyo de universidades españolas e institutos mexicanos, de donde obtuvieron los plásmidos con los que se diseñaron las modificaciones genéticas para introducir los cambios en la bacteria, y se hicieron los ensayos de infección en animales, respectivamente.
Cómo es el proceso de experimentación de esta nueva solución contra la tuberculosis

“El proceso de experimentación requiere mucho esfuerzo, pues conseguir que las bacterias modificadas crezcan sin ningún problema en colonia no es sencillo y toma meses de experimentar una y otra vez, y de realizar pruebas de identificación molecular basadas en PCR (reacción en cadena de la polimerasa), que permiten reconocer los genes y las secuencias presentes en las bacterias analizadas”, comenta la experta.
Además la pandemia interrumpió la investigación cuando iba en la mitad, por lo que la doctora López tuvo que adaptarse y no dejar que las bacterias mutantes murieran. Por fortuna lo logró y ahora se convierte en un hallazgo que cumple con todas las normas éticas para trabajar con ratones de laboratorio, y que tiene todo el sustento científico para perfilarse como el primer paso de una nueva vacuna a futuro en Colombia.
Desde hace muchos años se ha hablado en el país de diseñar vacunas, e incluso fue un tema acentuado durante la pandemia del Covid-19 o de la viruela del mono, pero esto aún no ha sido una realidad, por lo que valiosos aportes como los de la doctora López trazarían un camino para tener estas herramientas y potenciar las tecnologías existentes en los laboratorios e institutos científicos nacionales.
El trabajo fue dirigido por el profesor Carlos Yesid Soto, líder del grupo Bioquímica y Biología Molecular de las Micobacterias, del Departamento de Química, con el apoyo de la profesora Milena Maya, también del Departamento de Química.