No hemos cambiado tanto

    La decisión de elegir el 20–Noviembre como fecha para celebrar las elecciones generales me ha traído recuerdos, que comparados con mis vivencias recientes, me llevan a concluir que en muchos sentidos, “no hemos cambiado tanto”. Recuerdo que para que mi tío se pudiera ir a Alemania tuvo que hablar con Don Manuel párroco de la “Ermita”; para que a mi prima para que la “metieran” a trabajar como operadora telefónica, le decían que tenía que ir a hablar con “Don José Luis”, a la sazón párroco de la familia y familia; y así podría contar y te habrán contado historias de la época. Lo cierto es que, en aquella España, en la que mandaba alguien que dejó “oficialmente” el mundo un 20 de noviembre, para muchos “señoricos”, era fundamental la asistencia a misa dominical y algunas otras efemérides litúrgicas, tener recomendación del cura o ser “familia de”, para ser merecedor de trabajo.

    Lo anterior, visto en la lejanía, nos parece indignante, pero hoy podemos entender sin inmutarnos o ver como algo “natural”, como la vecina del tercero justifica que el hijo del vecino del sexto, recién licenciado, no entre a trabajar en la Diputación “porque han ganado los otros” y su primo ya no puede ayudarle; mientras su hijo, licenciado hace unos años, se debate en el sofá viendo Sálvame o Gran Hermano. Tampoco nos extraña oír como han recomendado a un vecino, en paro desde hace meses, para que hable con el Concejal para ver si puede colocarle, o que el Concejal mandó una vecina a tal empresa para que la contrataran porque a la citada empresa le “habían dado” un contrato para restaurar tal o cual plaza o calle; o que tu vecino está en el partido porque a su hijo le hicieron “un contratillo” en una de las obras del Plan E.

    Hace meses unos opositores sintiéndose engañados en las pruebas de acceso al Ayuntamiento de Almería, solicitaron grabar la intervención oral con lo que parece ser que limitaron el “tongo” que al final se produjo en menor medida de lo planeado por el poder, pero lo suficiente como para que la demanda haya continuado su curso; esta cuestión rebasa los límites de la indignación, cuando, según parece, previo a celebrarse la prueba de calificación, un anónimo ciudadano publicó los nombres de los que serían elegidos por el tribunal imparcial que los evaluaría. Y si pensamos que es un hecho grave pero aislado te puedo contar que nada más lejos de la realidad, , y doy fe de ello, hace unas semanas, estando en la playa, unos anónimos “compañeros” de arena estaban hablando sobre las oposiciones a Policía Local en Huercal y comentaban que las cuatro plazas estaban ya dadas y citaban los nombres de los agraciados J., D., P. y J.D. justificando su previsible elección en base a sus meritos familiares; también comentaban que algunos en el PP de Huercal andaba revueltos porque querían poner a otros pero como el tribunal lo había elegido el PSOE, no podían hacer nada.

    Seguramente son habladurías de playa de las que todos (incluidos los políticos) nos enteramos cuando “sale en las noticias”; pero la conversación me acentuó momentáneamente mi permanente estado de cabreo, sobre todo porque si nadie se “levantó en armas” cuando el asunto del tongo municipal almeriense y a mi vecina le parece bien que el vecino del sexto mejor o peor preparado acceda a un puesto de trabajo y su hijo no, te recomienden ir a hablar con el político del barrio para encontrar trabajo o para que te contrate un empresario al que han adjudicado una obra, y estos amigos hablaban como si tal de algo que siendo ilícito es sobre todo amoral. La sociedad está enferma y no debemos de extrañarnos que políticos no ya acusados sino condenados por delitos de cohecho, falsedades, pirómanos o condenados por delitos electorales, indultados o no por el ejecutivo, no solo justifiquen sus aptitudes sino que se presenten a las elecciones y se conviertan en representantes populares. Estos con su aptitud no solo justifican sus actos, sino que la sociedad los acepta; como dijese Tolstoi en el siglo XIX, en su novela Anna Karenina “No hay condición de vida a la que un hombre no pueda acostumbrarse, especialmente si ve que a su alrededor todos la aceptan”.

    Y en la España de hoy, todos aceptamos como normales aptitudes que en otros sitios son motivo de dimisión o despido; por esto tengo que concluir que esta España que nos convoca a las urnas en día tan señalado, paréceme que la “liturgia” sigue siendo la misma; eso sí, ahora nos permiten cambiar de “parroquia”, y ya solo nos queda saber si los españoles decidiremos, cambiar “de credo”.

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