A favor del ‘manifiesto’ del cine español

Puede que alguien pregunte que quién me ha dado vela en este entierro. Pues ya lo ven, aquí a mis anchas, me declaro solidario de los doscientos cineastas, más o menos, firmantes del ‘Manifiesto contra la Orden’, que tanto revuelo ha suscitado en el panorama social, político y cultural, ante la paralización por la Unión Europea del reglamento de la Ley del Cine, que pretende ordenar la industria de nuestro cine. Entre los firmantes, un cineasta almeriense, Manuel Martín Cuenca (‘La flaqueza del bolchevique’, ‘Malas temporadas’, entre otros largometrajes), o el director Felipe Vega, de sobra conocido en Almería. Y desde ahora, entre los firmantes de una lista invisible que va aumentando de día en día, este periodista que suscribe.

El hecho de que se vayan a retrasar las ayudas es lo que ha suscitado el gran revuelo. Mucha gente ha empezado a mirar de forma aviesa a los firmantes del ‘Manifiesto’, por considerarlos responsables de la situación del cine español (“por su culpa no voy a poder cobrar este año mi subvención”). Un dinero que, según los del ‘Manifiesto’, se destina fundamentalmente para favorecer a los grandes proyectos y deja apartados, en su lugar marginal, que siempre habitaron, a los pequeños cineastas. Ante esa situación, los pequeños se rebelan.

Es verdad que el principal grado de imaginación, creatividad y futuro se encuentra inmerso, en la mayoría de los casos, entre los ‘manifestantes’. Aunque en estas cosas, ya se sabe, ni están todos los que son, ni son todos los que están. Es sorprendente, por ejemplo, que Jaime Rosales (‘La Soledad’), se haya situado a favor de la ‘Orden’ y discrepado del ‘Manifiesto’. Martín Cuenca, sin embargo, mantiene el rigor de su postura. Nadie puede acusarle de falta de coherencia. Es como su cine. Por eso, ahora es consciente de que está en el objetivo de las miradas malévolas del otro lado. Ante algunas reacciones, como si los autores del ‘Manifiesto’ fueran los apestados del cine español, intuye lo que se le viene encima, “algunos se están quitando la careta y enseñando lo que son”.

Discrepar en este país, en cualquier orden (periodístico, político, social, cultural, económico, etc.) conlleva un alto riesgo. La vocación de ‘disidente’ tiene un futuro de aislamientos, persecuciones y rechazos. Y lo que es peor, la condena al silencio en muchos casos. Al disidente ya no se le saluda ni se le invita ni se le menciona. También es verdad que, más tarde o más temprano, se termina por recuperar a la disidencia, al espíritu de resistencia. Y entonces es cuando vienen las disculpas, los parabienes, los homenajes, los gestos insólitos (“yo siempre estuve contigo”) y todo eso. En fin, el gran espectáculo de la hipocresía de nuestro tiempo.

En medio de esta trifulca, el cine español, nuestro cine, continúa sometido a todo tipo de vejaciones. Por supuesto que el cine exige una industria, un mundo empresarial en las autovías cinematográficas. Pero también, lo más importante, están los cineastas, los que hacen el cine, desde la imaginación, la creatividad, las ideas, configurando imágenes, historias y transformaciones de la realidad. Son los que hacen del cine un gran instrumento cultural. Está el público, ni más ni menos, los espectadores. Eso exige educación, mucha educación en las aulas. El cine español no está solo en este paisaje árido. Una de las claves de la situación crítica de hoy es el panorama de adolescentes y jóvenes, pasando olímpicamente del cine, del teatro, del arte, de…, de todo lo que se haga aquí. El mundo de espectadores de hoy, alimentado en gran parte por historias de la ‘telebasura’, sigue hipnotizado tras los mensajes subliminales que se les transmite día a día en una sociedad de consumo vigilada por el liberalismo económico, por el ‘Gran Hermano’, en todos los órdenes. Y también está Estados Unidos, con su cine, el principal medio de propaganda económica que recorre el mundo de los cinco continentes, una ocupación sin armas. El cine es un gran negocio y un instrumento ideológico. Las dos cosas. Y aquí la mayoría sin enterarse. Indefensos, ingenuos, con la sonrisa tonta en los rostros, dentro de cada cárcel personal.   

Por todo esto, y más cosas que me callo, en estos días, en que se celebra el Festival ‘Almería en Corto’, expreso en público mi solidaridad con Manuel Martín Cuenca y los firmantes del ‘Manifiesto’. ¿Pasa algo? Pues eso.

 

(Publicado en IDEAL-Almería, domingo, 6 de diciembre, 2009, página 25)

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