La economía circular está en la base de los nuevos modelos de sostenibilidad. Esta concepción de la sociedad lleva a dar una vida nueva a los residuos, con soluciones que aporten varios usos, como la que propone un grupo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que han conseguido transformar residuos en una fuente energética y aprovechar sus cenizas para crear materiales de construcción.

Bajo este modelo, los investigadores de la UNAL transformaron las escorias de una planta de incineración en adoquines, bloques y mobiliario urbano, reduciendo hasta en un 80 % los costos de materiales y fortaleciendo la autosuficiencia constructiva del Archipiélago.
El modelo circular para dar nueva vida a los residuos se ha puesto en marcha en la Isla de San Andrés, cuya energía se genera con motores diésel, donde en 2013 se construyó una planta de generación eléctrica adicional, alimentada con residuos sólidos urbanos (Planta RSU). Esta procesa entre 50 y 80 toneladas diarias de basura preprocesada, pero también genera entre 8 y 10 toneladas diarias de remanentes de combustión, entre ellas escorias, cenizas y sales cálcicas, cuyo manejo técnico y ambiental no había sido claramente establecido.
Transformar restos de basura incinerada en material de construcción
Ante este panorama, un proyecto desarrolló un modelo innovador para aprovechar estos residuos de la incineración. La iniciativa fue liderada por la UNAL y la Empresa de Energía del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (EEDAS SA), en alianza con instituciones locales y nacionales como el Laboratorio del Campo, la Universidad del Cauca, la Cámara de Comercio y comunidades locales.
El proyecto —financiado con recursos del Sistema General de Regalías— planteó soluciones técnicas, ambientales y sociales para convertir remanentes de combustión en nuevos insumos útiles para la isla.
“El reto era doble: por un lado, reducir el volumen de residuos acumulados, y por otro buscar una aplicación útil y sostenible que beneficiara directamente a las comunidades locales”, explica el profesor Óscar Jaime Restrepo, coordinador del proyecto e investigador del grupo Observatorio ÍGNEA de la UNAL Medellín.

Resultados que pavimentan el cambio
El proyecto empezó con la identificación de los residuos generados por la planta de incineración. A partir de un riguroso protocolo de muestreo y análisis en los laboratorios de la Facultad de Minas se caracterizaron tres tipos principales de remanentes: escorias (o cenizas de fondo), cenizas volantes y sales cálcicas. Cada una de estas fracciones fue estudiada para determinar su composición fisicoquímica y mineralógica, su potencial de aprovechamiento y su impacto ambiental.
Los resultados de esta caracterización les permitieron al equipo desarrollar diferentes mezclas para la fabricación de materiales como adoquines, bloques de cemento, mobiliario urbano y pavimentos de concreto.
Estas mezclas fueron validadas primero en laboratorio y luego en pruebas de campo realizadas directamente en la Isla, siempre con participación activa de la comunidad y proveedores locales.
Qué ahorro aporta ese modelo circular
Entre los hallazgos más destacados están los ahorros de hasta el 80% en costos de arena y 61% en agregados triturados. Además, los productos desarrollados cumplen con la normativa técnica nacional y demostraron buen desempeño estructural en condiciones reales de uso.
Prototipos como sillas, adoquines de colores y un tramo de vía pavimentada en una zona comunitaria muestran la aplicabilidad de los resultados.

“Nosotros partimos de la premisa de que la ingeniería no puede ser solo técnica; tiene que ser sociotécnica. No se trata solo de transformar materiales, sino de construir soluciones con la gente, que respondan a su entorno y a su cultura”, afirmó el profesor Gustavo Viana, investigador de grupo ÍGNEA.
En ese sentido, la comunidad raizal de la Isla jugó un papel clave en la definición de usos, diseños, colores y lugares de aplicación. El enfoque participativo garantizó la pertinencia de las soluciones y fortaleció la apropiación local del proyecto.
Además de mitigar el impacto ambiental de los residuos de incineración, el proyecto Green Ashes plantea un modelo replicable en otros territorios insulares con problemas similares de gestión de residuos y abastecimiento de materiales. La articulación entre academia, gobierno, empresa y comunidad demuestra que es posible construir alternativas sostenibles desde la ciencia, con impacto real y transformador.