Nacido en el desaparecido pueblo de Vegamián (León), en 1955, poco antes de que el pueblo quedase inundado por el embalse del Porma. Licenciado en Derecho, abandonó el ejercicio de la profesión para instalarse en Madrid, y dedicarse al periodismo, desde donde ha ejercido, además, labores de escritor radiofónico y guionista cinematográfico.
En 1983 comenzó a escribir Luna de lobos, su primera novela (1985), y en 1988 publicó La lluvia amarilla. Ambas lo consolidaron como uno de los narradores más interesantes del panorama literario español de los 80. A estos títulos les siguieron otros como Escenas del cine mudo (1994), En mitad de ninguna parte (1995), Tres historias verdaderas (1998) y El cielo de Madrid (2005).
Ha cultivado también el ensayo y ha recogido muchos de sus artículos de prensa en libros como En Babia, Nadie escucha, En mitad de ninguna parte, Los viajeros de Madrid, Modernos y elegantes, Entre perro y lobo. Como un apartado más de su narrativa, podemos considerar sus libros de viaje: El río del olvido (1990), Trás-os-montes (1998), Cuaderno del Duero (1999) y Las rosas de piedra (2008). Es autor, asimismo de guiones cinematográficos como El techo del mundo (1995) o Flores de otro mundo (1999), por el que fue premiado en el Festival de Cannes.
Más conocido como novelista, inició su carrera literaria, sin embargo, como poeta, y lo hizo no con dos libros de tanteo, sino con dos títulos rotundos por su calidad y acendrado lirismo, que abrieron igualmente caminos de renovación de la poesía del momento: La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982). Reeditados insistentemente, estos libros representaron su trayectoria lírica, que parecía haber quedado en el silencio, pero que ahora contempla la publicación de Versos y ortigas (2009), libro que recoge su dos obras publicadas junto con tres nuevos grupos de poemas: uno anterior a sus primeros libros, Los inicios, donde se incluyen poemas escritos entre 1973 y 1978, y dos posteriores, Retrato de bañista, de 1983, y Las ortigas, que reúne textos escritos entre 1984 y 2008.
Llamazares confiesa que, en lo referente a la poesía, estos años, “no han sido muy prolíficos, pero para mí han sido determinantes. No en vano considero que la poesía es, no sólo el género literario por excelencia, sino que debe sustentar y alimentar cualquier otro en que se escriba”.