Con un claro dominio de la palabra, supo llevar a los jóvenes a través de sus poemas hacia nuestros autores clásicos: intertextualidades de Lope, de Quevedo, de Rubén Darío, imitaciones de Góngora en un juego donde la autora se esconde bajo el falso nombre de una dama de corte que contesta en sonetos a los recibidos por el poeta cordobés.
La claridad con la que María Rosal convertía cuentos como el de la princesa y el sapo en poema de actualidad o convertía a los conserjes de instituto en nuevos Carontes. Una poesía que lograba lo más difícil, la comunicación con el lector, una poesía elegante y aparentemente fácil, pero que lleva detrás el complejo trabajo de depuración para conseguir precisamente esa cercanía. En su dominio del soneto nos regaló uno con catorce epanadiplosis (una por verso) convirtiendo la poesía en juego, y otras veces en ficción, intentando romper el mito de la sinceridad de la lírica.
En la segunda parte leyeron sus versos: Carmen Rodríguez, María del Mar Giménez, Eva Checa y Ana Cano del IES Aguadulce, Inés Ibáñez, Clara Checa, Aroa Herrero y Elena Dimitrova del IES Las Marinas y Gloria Bretones, Raúl Díaz, Irene García y Roslan Olkhovskyy del IES Sabinar.
La autora en el coloquio final animó a los jóvenes a escribir, recordándoles que ese camino empieza en la lectura y les recomendó autores como Quevedo, Gil de Biedma o Miguel Hernández. La hora y media del encuentro supo a poco, contagiados por el entusiasmo y el conocimiento con los que la autora mostró sus poemas y, en general, la poesía.