
El incremento de las temperaturas, la incidencia mayor de las olas de calor y la sequía (aunque este año ha habido un marzo histórico) han multiplicado la incidencia de los incendios forestales. Estas condiciones favorecen que los fuegos adquieran un tamaño que los hace inabarcables para los servicios de extinción que ven impotentes la destrucción que originan y cómo en unas convierten en cenizas un paisaje construido durante décadas o siglos. En cada incendio sufren fauna y flora, pero también los suelos, las víctimas olvidadas de estos desastres naturales.
Especialistas han constatado que los fuegos provocan importantes alteraciones en la biogeoquímica del suelo y alteran este ecosistema. Sin embargo, el daño del suelo varía en función de una serie de parámetros, como las condiciones climáticas, el tipo de vegetación y la magnitud del incendio. Así lo ha determinado un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha liderado una investigación internacional en la que han analizado más de 5.000 observaciones publicadas a lo largo de más de 70 años.
“En un escenario de cambio global, en el que los incendios forestales serán cada vez más recurrentes y de mayor extensión, comprender los efectos del fuego en la biogeoquímica de los suelos es esencial para desarrollar estrategias más eficaces de gestión forestal”, explica Guiyao Zhou, autor principal del estudio e investigador del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC). “Nuestro trabajo es lo más parecido hasta la fecha a un muestreo de campo estandarizado y de alcance mundial sobre este tema”, añade.
Los investigadores analizaron más de 5000 observaciones recogidas en un total de 471 estudios publicados entre 1950 y 2023, en lo que constituye la mayor revisión científica sobre este tema hasta la fecha. Además, el equipo incorporó a su análisis variables como el clima, las propiedades del suelo, la productividad vegetal, la ubicación geográfica y el tipo de vegetación. También utilizaron algoritmos de machine learning para, a partir de los datos disponibles, crear mapas globales que visualizan los distintos patrones de respuesta biogeoquímica ante el fuego.
Cuál es el impacto de los incendios sobre los suelos
El estudio confirma que los incendios provocan alteraciones profundas y duraderas en la biogeoquímica de los suelos, con efectos que pueden llegar a perdurar más de 50 años. “El impacto del fuego reduce los elementos asociados a la vida, como el carbono, mientras que aumenta otros cuya disponibilidad está ligada a la roca madre, como el fósforo”, detalla Manuel Delgado Baquerizo, autor sénior del trabajo e investigador también en el IRNAS-CSIC, donde dirige el Laboratorio de Laboratorio de Biodiversidad y Funcionamiento Ecosistémico. “Esta pérdida de carbono impacta, por ejemplo, en la capacidad de los suelos para ayudarnos a mitigar el cambio climático, especialmente después de fuegos naturales de gran intensidad”, ilustra Delgado.
Sin embargo, el análisis también revela que el impacto del fuego no es igual en todos los ecosistemas: los efectos negativos son mayores en climas fríos y bosques de coníferas y micorrizas ectotróficas, como los del norte de Europa y el noreste de China (o los de zonas españolas de alta montaña, como Sierra Nevada y el Sistema Ibérico). Mientras, los suelos de los bosques de angiospermas y micorrizas arbóreas, propios de zonas más cálidas, parecen resistir mejor a los incendios.

Cómo deben ser los bosques para proteger los suelos
A la vista de estos hallazgos, el artículo recomienda “el establecimiento de bosques más variados en regiones frías, que incluyan árboles angioespermos con micorrizas arbusculares” y aboga por “el uso de quemas prescritas como alternativa viable a la supresión activa del fuego en regiones de alto riesgo”, ya que los datos muestran que los incendios incontrolados y frecuentes provocan mayores desequilibrios biogeoquímicos que las quemas controladas.
Los investigadores también hacen un llamamiento a priorizar los estudios en los trópicos y el hemisferio Sur, zonas para las que actualmente hay pocas observaciones; así como a incorporar la biogeoquímica de los suelos en los modelos climáticos.
“En conjunto, se requiere una colaboración más activa entre científicos, gestores, responsables políticos y comunidades locales para fomentar el establecimiento de cortafuegos, el uso estratégico de quemas prescritas y el aumento de especies de hoja ancha durante la regeneración de masas forestales. Estas acciones son fundamentales para garantizar la sostenibilidad a largo plazo de los ecosistemas terrestres”, recuerda Zhou.