Un equipo de científicos de las universidades de Granada y Cambridge y la Generalitat de Cataluña ha identificado las piezas más antiguas de ámbar báltico de la Península Ibérica, demostrando que este material de lujo empleado en joyería y artesanía de todo el mundo ya se importaba hace más de 5.000 años.
La investigación, liderada por la profesora Mercedes Murillo-Barroso de la Universidad de Granada y en la que han colaborado Marcos Martinón-Torres de la Universidad de Cambridge y Araceli Martín Cólliga, adscrita a la Generalitat de Cataluña, “permite decir sin temor a equivocarnos que la llegada del ámbar báltico a la Península Ibérica ocurrió al menos en el 4º milenio antes de Cristo, más de un milenio antes de lo que pensábamos, y que, probablemente, se integró en redes de intercambio más amplias vinculadas con el sur de Francia”, apunta Murillo-Barroso.
El intercambio es uno de los muchos mecanismos mediante los cuales establecemos relaciones sociales y muchas veces los objetos que se intercambian no son necesariamente bienes de consumo necesarios para vivir, sino para usos decorativos, suntuosos o simbólicos. En ocasiones, especialmente en condiciones adversas, contar con redes de intercambio implica tener una red de apoyo mutuo, pero estas redes de intercambio también pueden generar desigualdades sociales y relaciones de dependencia, especialmente si no toda la comunidad tiene acceso a las redes de la misma forma o si los objetos intercambiados son desiguales.
Desde el Paleolítico superior
En la Prehistoria, el ámbar (una resina fósil) no era sin duda una materia prima necesaria para el desarrollo de la vida, pero fue altamente valorada y participó de las extensas redes de intercambio que se establecieron. El uso de los múltiples depósitos de ámbar de la Península Ibérica está constatado desde el Paleolítico superior y, gracias a las investigaciones realizadas durante años por los arqueólogos, sabemos que a partir del IV Milenio a.C. el ámbar siciliano comenzó a llegar a la Península Ibérica a través de las redes de intercambio Mediterráneas. Sin embargo, hasta ahora se pensaba que el ámbar báltico no habría llegado a la península antes del II Milenio a.C., momento a partir del cual se habría convertido en la materia prima principal, sustituyendo a otros ámbares como el peninsular o el siciliano.
En este artículo, publicado en la prestigiosa revista Nature, “presentamos el análisis estandarizado de espectroscopia de infrarrojos de una cuenta de ámbar de origen báltico hallada en el yacimiento de la Cova del Frare en un contexto datado entre 3634–3363 cal BC,”, asegura Mercedes Murillo-Barroso.
“El yacimiento, sin duda excepcional, documenta la transición entre el Neolítico Medio de los “Sepulcros de Fosa” y el Neolítico Final Véraza”, señala Araceli Martín Cólliga, directora de las excavaciones del yacimiento.
“Durante la Prehistoria, al no contar con documentos escritos, sólo podemos estudiar la actividad humana mediante los restos arqueológicos. Para los estudios de transporte de materiales y su intercambio contamos con técnicas analíticas muy precisas, como es el caso de la espectroscopía infrarroja, que nos proporcionan una especie de huella dactilar de los depósitos y los objetos de ámbar”, indica Mercedes Murillo-Barroso.
A partir de una gran cantidad de datos y este tipo de análisis, integrados con otros cuerpos de información arqueológica, el estudio confirma que en el noreste de la Península Ibérica, el ámbar báltico llegó ya durante el Neolítico “algo que debe entenderse en el marco de los intercambios de ese período de transición y cambio, ya fuera por agentes de una cultura de los Sepulcros de Fosa en declive, ya por los que marcarían nuevas corrientes culturales a fines del neolítico, lideradas por los grupos Véraza de Cataluña y del Sur de Francia, no necesariamente como un contacto directo con el Norte de Europa”. De hecho, el ámbar báltico no habría llegado a traspasar el Ebro, pues no se documenta, por ahora, en fechas tan tempranas en el sur peninsular, donde predomina el uso del ámbar siciliano como consecuencia de las redes mediterráneas.
En el área del Báltico se encuentra el que es quizá el mejor ámbar del mundo para su uso en joyería. De hecho, fue muy codiciado en la Roma clásica y actualmente sostiene toda una industria, por ejemplo en Polonia. Ahora sabemos que empezó a llegar a Iberia nada menos que desde el IV milenio a.C., y que con posterioridad sustituiría progresivamente al ámbar peninsular y al siciliano.
“Este hallazgo tiene sin duda importantes implicaciones para el conocimiento de las primeras redes de intercambio de materiales exóticos y de su implicación en las estructuras sociales”, según indica Marcos Martinón-Torres, profesor de la Universidad de Cambridge.