Lleno de color y de luz. Así es la pintura de Ramiro Sanz. Entendida como un canto a la vida, la obra de este artista propono una mirada diferente a Almería, con una serie de códigos que lo acercan en gran medida a la factura de los indalianos. Parte de su obra pictórica y escultórica se puede ver en el Patio de Luces de la Diputación, agrupada bajo el título de ‘Pintura y escultura’.
La muestra, compuesta por 31 pinturas (paisajes y retratos) y 15 esculturas, estará abierta hasta el próximo 27 de febrero, y es sólo una parte de la obra que acompaña al autor.
Ramiro Sanz, que llegó a Almería siendo catedrático de Dibujo, ha sido profesor de esta rama artística durante décadas en el Instituto Nicolás Salmerón. Antiguos alumnos presentes en la inauguración de la muestra lo caracterizan como un maestro “duro”, un “muy buen pedagogo” que inculcaba al alumnado la necesidad vital de respetar la imagen y todos sus códigos. En su discurso, Ramiro ha analizado su trabajo desde la perspectiva académica del profesor que ha deslumbrado a generaciones “enteras” de alumnos almerienses asumiendo y transmitiendo la relevancia del dibujo.
Para Elías Palmero, licenciado en Bellas Artes y responsable del área de Protocolo de la Diputación Provincial, pese al viejo tópico de la aridez, Almería “es más biostásica que yerma”, una realidad, a veces invisible, que el artista Ramiro Sanz ha sabido expresar con fuerza e inteligencia: “Lo sabe Ramiro mejor que muchos, pues la ha recorrido palmo a palmo, sendero a sendero, valorando luces y sombras, descubriendo formas, matices, complementarios y las razones científicas, en fin, que hacen de la luz probablemente el mejor medio hasta para hablar con Dios”, asegura.
Retratista original, paisajista capaz de desnudar espacios inverosímiles, sus esculturas son “un juego de formas geométricas” en el que se desliza un “aire profético o áulico”, describe Palmero.
La diputada de Cultura, María Vázquez, expresó su admiración por el brillante legado artístico de este pintor y escultor que, desde su casa en El Zapillo, ha sabido jugar con la luz, las formas, los símbolos y las figuras para mostrarnos un realismo, a veces, abstracto.
Para Vázquez, “la figura de Ramiro muestra la insondable sabiduría de un maestro del dibujo, un artista vocacional pero dotado de una poderosa y culta herramienta pedagógica”.