La Universidad de Jaén lidera el Laboratorio Vivo Andaluz, en el que investigadores, empresas y administraciones que se unen para el desarrollo de soluciones tecnológicas dirigidas a mejorar la salud de los suelos de los olivares. El resultado será producir más, conservar un valor clave como el suelo y obtener un aceite más sostenible.
La sequía, las lluvias torrenciales y, sobre todo las malas prácticas agrícolas provocan que cada año se pierden en torno a 30 toneladas de suelo agrícola por hectárea. Un drama ecológico que no solamente afecta al estado medioambiental del entorno, sino que pone en peligro la sostenibilidad de los cultivos y de todo un modelo agrícola, que es la base de la economía en muchas zonas de la geografía española.
La aplicación de medidas en defensa de los suelos se ha convertido en un prioridad a nivel europeo, porque un suelo con mala salud almacena menos agua, proporciona menos nutrientes a los cultivos y pone en peligro cuestiones tan básicas para la sociedad como la producción de alimentos. Por ello se han puesto en marcha diferentes iniciativas científicas, para su conservación y la búsqueda de soluciones que permitan devolverle la vida que se le ha ido arrebatando año tras año.
Laboratorio Vivo Andaluz para salvar los suelos del olivar
Una de las propuestas más ambiciosas acaba de echar a andar, liderada por la Universidad de Jaén. Esta universidad se ha puesto al frente del Laboratorio Vivo Andaluz, una entidad destinada a promover e implementar soluciones tecnológicas innovadoras y sostenibles orientadas a la mejora de la salud del suelo.
Esta incitativa es diferente, y no solamente por su presupuesto, que alcanza los dos millones de euros, sino porque con ella se aspira a afrontar los grandes retos relacionados con la salud del suelo del olivar, mediante la creación de un consorcio, en el que están representados todos los agentes vinculados a la producción de aceite de oliva.
Qué entidades participan en laboratorio para salvar el suelo del olivar
El Laboratorio Vivo Andaluz está formado por más de 50 investigadores de varias universidades, agricultores, empresas del sector oleícola e instituciones públicas, que constituyen una entidad multidisciplinar. A esta iniciativa también se han sumado quince fincas, que representan todas las tipologías de olivar (regadío, secano, superintensivo, tradicional, mecanizable y no mecanizable), donde se ensayarán las soluciones resultantes del proyecto y servirán como espacio demostrativo al sector olivarero andaluz.
«El Living Lab Andaluz da lugar a una estructura permanente en la que se conjuga investigación e innovación para transferir soluciones tecnológicas fruto de la participación coordinada de los principales actores de la cadena de valor en la producción del aceite de oliva», afirma el coordinador del consorcio y profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Jaén, Juan Manuel Jurado.
Esta iniciativa se enmarca dentro de la red europea LivingSoill, de la que ya han nacido otros cuatro laboratorios vivos para la preservación de suelos en regiones de Portugal-Galicia, Francia, Italia y Polonia. Y se ha creado con la pretensión de atajar los problemas que afectan al suelo como la sequía, la erosión, la contaminación y la falta de biodiversidad, con soluciones aplicadas en fincas experimentales, de las que saldrán un conjunto de buenas prácticas exportables a entornos de producción reales.
Con qué objetivo nace esta iniciativa para preservar los suelos
La idea de la que parte el Laboratorio Vivo Andaluz es la de «definir un consorcio para que las soluciones que vayamos proponiendo puedan tener un impacto en el territorio, apoyado por las administraciones, puesto en marcha por las empresas, potenciando la innovación desde la universidad y beneficiando al agricultor, como el último eslabón de la cadena. Y el éxito del proyecto radica en la innovación y la transferencia», explica Juan Manuel Jurado.
Se trata, en el fondo de toda una cadena para favorecer que la innovación llegue a las fincas productoras de aceituna, y éstas incorporen tanto técnicas como tecnologías, que faciliten una producción sostenible, en la que la conservación y cura de los suelos sea una constante que defina cada una de las acciones.
Qué resultados se obtendrán con este consorcio
Con toda esta cadena de valor se va a generar riqueza, al tiempo que se crearán oportunidades y nichos de negocio. Además, se dará pie a la creación de empresas innovadoras, que mantendrán vivo el proyecto incluso cuando ya se haya terminado el presupuesto destinado por la Unión Europea para su creación. Una de las misiones de este proyecto pasa por la constitución de una estructura permanente, que se asiente en el territorio y contribuya a potenciar un conjunto de prácticas agrícolas diferentes, que no solamente contribuyan a la sostenibilidad ambiental del sector olivarero, sino que se conviertan en un sello o una marca, aprovechable desde el punto de vista de la comercialización del producto final.
La digitalización también tendrá un papel destacado en todas las actuaciones previstas en el marco de este proyecto. El objetivo es acercarse a una agricultura de precisión, que se valga tanto de imágenes por satélite como de drones, para ofrecer un diagnóstico eficaz de la salud del suelo y del grado de sostenibilidad de la finca desde el punto de vista medioambiental.
«Trabajaremos en una quincena de fincas demostrativas, donde ubicaremos un conjunto de sensores que ayuden a realizar el diagnóstico y las valoraciones relacionadas con los objetivos del proyecto. Porque es verdad que los agricultores conocen muy bien el estado del cultivo, pero no tanto la degradación del suelo producida con el laboreo y aquí la digitalización puede ser una herramienta muy útil en este sentido», afirma el coordinador del Laboratorio Vivo Andaluz.
Este proyecto está llamado a cambiar la manera de trabajar en el sector del aceite de oliva, para encaminarlo a un modelo más sostenible, también en lo económico, porque es la única manera de asentar la nueva concepción agrícola que plantea.