La lucha por la igualdad de género no es ajena a ningún sector laboral. La vigente Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación tiene entre sus objetivos generales «promover la inclusión de la perspectiva de género como categoría transversal en la ciencia, la tecnología y la innovación, así como una presencia equilibrada de mujeres y hombres en todos los ámbitos del Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación”. A pesar de que actualmente en España las mujeres investigadoras ya suponen el 43% de la comunidad científica, dato que se acerca cada vez más al equilibrio entre hombres y mujeres, las diferencias continúan siendo abismales. Con motivo del Día de la mujer en la Ciencia, CEMP, Centro Europeo de Másteres y Postgrados, analiza el papel de la mujer en las instituciones científicas, además de los desafíos que aún tienen que afrontar.
Los porcentajes más elevados de participación femenina se dan en los sectores institucionales de las organizaciones privadas sin fines de lucro, donde el porcentaje de participación femenina es del 51%. Por lo que hace a la Administración Pública, sector institucional que cuenta con 2.147 investigadores e investigadoras y que incluye los organismos públicos de investigación, los institutos de investigación sanitaria y los hospitales, el porcentaje es del 50%. En contraste con estos datos positivos en favor de equidad de género, en la Enseñanza Superior, que concentra a 66.630 personas, este porcentaje se sitúa en el 43%, mientras que en el sector de las empresas, que acumula 54.888 personas, es del 32%.
En la misma línea, mientras que la incorporación de la mujer a las ciencias es ya una realidad desde hace décadas, la presencia de mujeres en la innovación es más reciente. Así pues, según indican los datos del CSIC, aunque las mujeres participaron en el 72,8% de solicitudes de patentes presentadas en 2020, quienes figuran en las solicitudes de patentes de prioridad 2020 sólo un 37,6% son inventoras. Según el informe Mujeres e Innovación 2022, presentado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, en el área de Ciencias y Tecnologías Físicas, las mujeres representan 1 de cada 4 inventores y en Ciencias Agrarias y en Ciencias y Tecnologías de los Materiales el 38,7% y el 39,7%, respectivamente.
Las mujeres investigadoras siguen luchando contra el techo de cristal
Los datos del CSIC indican que el Índice de Techo de Cristal incrementó en 2022 respecto a los dos años anteriores. En este sentido, 96 investigadores de instituciones españolas figuran en el 1% de los científicos más citados del mundo. Sin embargo, de ellos, 85 son hombres y 11 mujeres, lo que supone un porcentaje del 11,46%. Así pues, el techo de cristal sigue siendo una amenaza a combatir por parte de no solo las investigadoras y mujeres que se dedican a la ciencia, sino de toda la sociedad. “El techo de cristal se ha movido, pero aún queda mucho trabajo para lograr romperlo”, indica Nespereira
En la misma línea, si nos fijamos en el peso de los hombres y de las mujeres a lo largo de la carrera científica, en muchas instituciones se observa un claro patrón: se mantiene el gráfico de tijera, en que hay muchas mujeres en la base, pero son pocas las mujeres que cuentan con cargos de responsabilidad. De la misma manera, la maternidad sigue siendo un condicionante enorme en la carrera científica de las mujeres. A pesar de que muchos proyectos o becas a día de hoy ya tengan en cuenta la baja por maternidad, compaginar la vida familiar con la carrera científica sigue siendo una carrera de obstáculos.
La desigualdad en el ámbito académico, reflejo de la desigualdad latente
Por lo que hace al ámbito académico, el 65% de los títulos universitarios de la Unión Europea los obtienen las mujeres. “A pesar de esto, a medida que se avanza en formación postuniversitaria, la tendencia empieza a invertirse”, indica Nespereira. Por lo que hace a la formación predoctoral, las mujeres suponen el 60% de los participantes, mientras que en el de profesora de investigación, suponen menos del 25%. En este sentido, el sesgo en el ámbito académico es un primer reflejo ilustrativo de la desigualdad latente en la sociedad.