Un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz ha evaluado con imágenes de satélite la presencia y distribución de microorganismos que sirven de sustrato básico a muchas especies y de alimento para algunos mariscos, almejas y navajas de gran interés comercial. El análisis desvela que en la zona intermareal de la bahía de Cádiz abundan en invierno, al contrario que en el norte de Europa.
El laboratorio de Ecología Microbiana y Biogeoquímica de la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales de la Universidad de Cádiz y un equipo de la Universidad de Nantes han evaluado la cantidad de microalgas en los sedimentos fangosos de la zona intermareal de la bahía de Cádiz, mediante la aplicación de imágenes del satélite Sentinel-2. Las extensas zonas intermareales de los ecosistemas marinos poco profundos, como esta bahía interna, gozan de una alta productividad y ofrecen recursos como la pesca o la cría de moluscos.
Las microalgas se encuentran en la base de las redes tróficas y sirven de alimento a organismos de mayor tamaño que se alimentan en el fango, como algunos mariscos, almejas y navajas. “Las microalgas también ayudan a la estabilidad y oxigenación del sedimento, modulan el intercambio de nutrientes entre el sedimento y el agua, por lo que contribuyen a la calidad del agua”, responde a la Fundación Descubre la investigadora de la Universidad de Cádiz Sara Haro, autora principal del estudio ‘Microphytobenthos spatio-temporal dynamics across an intertidal gradient using Random Forest classification and Sentinel-2 imagery’, publicado en la revista Science of the Total Environment.
El trabajo ha logrado distinguir la cobertura del microfitobentos –las microalgas- de la de otros productores primarios presentes en la zona entre marea alta y baja, principalmente fanerógamas –plantas con tallo- y macroalgas. Su ciclo estacional depende de factores determinados por la latitud, como la temperatura, además de que esta biomasa es mayor en la parte alta y media del área intermareal.
Durante tres años los expertos analizaron las imágenes del satélite Sentinel-2 utilizando por primera vez para una zona intermareal el algoritmo de aprendizaje automático Random Forest. Clasifica qué comunidad está presente en cada pixel. “Se clasificaron los productores primarios intermareales, para posteriormente estudiar la distribución temporal de la cobertura, biomasa y tasas de crecimiento del microfitobentos a lo largo de la superficie que recorre la marea”, añade Haro.
Gracias a este proceso han analizado unas cantidades de información que no permitiría un trabajo de campo. En el periodo estudiado los expertos detectaron que la presencia de microalgas era mayor en invierno, cuando en el norte de Europa es en verano.
En este trabajo se validaron los muestreos de campos llevados a cabo cada 2 meses durante los años 2016 y 2017 en dos transectos distribuidos a lo largo de la zona entre pleamar y bajamar. A partir de las imágenes del satélite, los resultados se extrapolaron a todo el saco interno del parque natural Bahía de Cádiz durante 4 años completos.
Aves y marisco
En la zona intermareal se alimentan gran cantidad de especies. Además de aves limícolas –que buscan su sustento en el sedimento- o incluso zancudas como el flamenco, vivaquean en ese ecosistema otras de alto interés económico y apreciadas gastronómicamente, como bocas, navajas o almejas. “En buena parte la alta productividad de la bahía de Cádiz deriva de estas microalgas”, afirma Sara Haro.
Los expertos señalan como siguiente paso averiguar el motivo de la mayor abundancia de microalgas en invierno, al contrario que en el norte de Europa, aunque la hipótesis en la que trabajan es la del efecto de las altísimas temperaturas en verano en la costa andaluza, que impactan en el sedimento al quedar descubierto al bajar la marea.
El trabajo ha sido financiado por el proyecto MICROBAHIA2 (CTM2017- 82274-R), del Ministerio de Ciencia e Innovación. El Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz ha contado con la colaboración del grupo de investigación de Teledetección y Ecología Bentónica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Nantes (Francia).
Texto y fotos: Fundación Descubre.