La UMA da las claves de las que depende una buena adolescencia

Con los adolescentes se debe mantener una “distancia prudente”, esto es, una cercanía emocional continua con ellos, pero sin intervenir constantemente.

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“No es personal, es cerebral”. De esta contundente manera resumió ayer la educadora social Sara Desirée Ruiz los comportamientos típicos de la juventud en la conferencia de cierre de las VI Jornadas de Adolescencia de Benalmádena, un programa organizado por la Fundación General de la Universidad de Málaga (FGUMA) junto al ayuntamiento del municipio, que reunió ayer en la Casa de la Cultura a más de 150 asistentes.

Sara Desireé Ruiz fue la ponente en las Jornada de Adolescencia de la UMA en Benalmádena.

La experta inició la charla pidiendo a las personas asistentes un ejercicio de regresión, para recordar cómo fue la adolescencia de cada una de ellas, con el objetivo de despertar empatía y comprensión por la juventud. “A veces se nos olvida que hemos estado ahí”, apuntó Ruiz, antes de definir la adolescencia como una etapa de “transición y conflictos” que depende en gran medida de tres factores principales.

Qué factores intervienes en una buena adolescencia

Para tener una buena adolescencia se debe contar con unas bases establecidas en la infancia como cimientos para abordar este nuevo ciclo; los cambios en el cerebro, aludiendo a una cuestión puramente fisiológica y de la que no se tiene control alguno; y, en un plano más privado, el acompañamiento que hacen las personas que rodean al adolescente y que le ayudan a transitar por este periodo.

En este sentido, la especialista abogó por mantener una “distancia prudente”, esto es, una cercanía emocional continua con los jóvenes, pero sin intervenir constantemente, que permita a los acompañantes participar de su evolución mientras ellos se convierten en los propios protagonistas de su vida. Ruiz apuntó que, por tanto, el papel que juegan estas personas es fundamental, sobre todo en el establecimiento de límites y responsabilidades, así como en ser figuras de confianza que regulen sus emociones y minimicen el impacto de los cambios que experimentan, mediante una comunicación asertiva y “amorosa” que permita realizar estas funciones “sin culpas, ni dramas”.

Además, la divulgadora profundizó en las particularidades que definen esta fase, como el desapego a la familia, la irritabilidad y rebeldía o las primeras relaciones sexuales, como procesos normales de la edad, al tiempo que mencionó algunos de los riesgos en los que se puede caer en la adolescencia, entre los que subrayó el abandono escolar, el consumo de drogas, las psicopatologías (depresión y trastornos alimentarios), la delincuencia o los ciberpeligros.

Por ello, y, para terminar, expuso los retos que, a modo de consejo, fijó tanto a familias como educadores para conectar y acompañar con sentido en la adolescencia. Estos pasan por ser pacientes y darles el tiempo que necesiten para asumir esta fase tan decisiva, convertirse en modelos y referentes, actualizarse con las nuevas tecnologías y el panorama actual y, especialmente, tener siempre presente que la mayoría de conductas de esta etapa tienen su origen en los cambios que se producen en su cerebro, de ahí la frase que sugirió repetir como mantra durante toda la charla. “A menudo harán cosas que no apruebes, que te sorprendan, que te asusten, que te pongan nerviosa, que te hagan pensar que no te quieren, que te odian, que las has perdido. No es nada contra ti. Pertenece a un momento de su desarrollo indispensable: la adolescencia. Respira y actúa conociendo bien lo que sucede. No pueden controlar nada de lo que les pasa, así que es mejor que te informes bien y aprendas a acompañarlas de la forma en que lo necesitan”, culminó.