Tecnología e innovación como elementos indispensables para abordar los retos que se presentan de cara al futuro en el uso del agua, han protagonistas en el Curso de Verano de la Universidad de Almería ‘Gestión integral del agua en un escenario de estrés hídrico’ que se celebra esta semana en la capital almeriense.
De la necesidad del regadío, de las infraestructuras hidráulicas en nuestro país, comparando con los retos que tiene que superar la agricultura en el mundo y la necesidad de usar fuentes de agua reutilizada como las aguas desaladas y las regeneradas, ha hablado Andrés del Campo García, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (FENACORE).
En su intervención, ha destacado la importancia que siguen teniendo las infraestructuras hidráulicas no solo para disponer de agua, sino también para mitigar los impactos cambios negativos del cambio climático. “Por una razón: estas infraestructuras (embalses e incluso los trasvases) por una lado evitan los daños que producen las inundaciones, que son cuantiosos, y, por otro, se puede disponer de agua en los períodos de sequía, porque lo único en lo que coinciden los estudios relacionados con el cambio climático es que puede haber esa lluvias de carácter torrencial y períodos de sequía amplios”. Sin embargo Del Campo denuncia que hoy en día “parece que no están de moda y ni en España ni en Europa se habla de infraestructuras cuando son más necesarias que nunca”.
Sobre las futuras inversiones en infraestructuras en España, ha explicado que estamos en plena reforma de los planes hidrológicos de todas las cuencas y por los presupuestos que salieron a información pública hace pocos días “observamos que solo se contemplan medidas ambientales y prácticamente medidas estructurales muy pocas, que son precisamente de las que dependemos”.
El ponente insiste en que “no se trata de demoler presas, si no de construir las que faltan y preservar las existentes. Eso se ignora en los presupuestos y es la base. Ese no es el camino”. El motivo, apunta Del Campo, es que hoy en día “se persiguen intereses políticos más que el bien común y el interés general y, sobre todo, con el agua. Yo digo en muchos foros internacionales que la peor contaminación del siglo XXI del agua no es la contaminación difusa de los agricultores que tanto se critica, sino la contaminación política del agua. Intereses que al no perseguir el bien común crean conflictos entre provincias, entre municipios o entre comunidades autónomas”. E insiste en que “los intereses políticos son diferentes al bien común y hasta que no se despolitice un poco la gestión del agua tendremos que convivir con estos problemas“.
El ponente también ha relacionado la mala gestión del agua con el problema del hambre en el mundo. Según la FAO es necesario aumentar la productividad un 55 por ciento más de la actual antes del año 2050 para poder hacer frente a la alimentación mundial. “Esto es algo que ignoran los responsables políticos y sin embargo esta situación trae consigo los problemas que está habiendo de emigración, inmigración, y problemas sociales que son cada vez más graves. La gente se mueve cuando necesita comer y si no puede producir alimentos, por el cambio climático o las circunstancias que sean en su país, van a otros”. Así, señala que una inadecuada gestión del agua afecta negativamente al cambio climático y potencia esa problemática en los países que no pueden producir alimentos por falta de agua. “Todos los problemas que hay en el mundo derivan de ahí, pero de eso no se habla. Y esa es la realidad y lo que mueve el mundo”.
Por último, Andrés del Campo también ha destacado la importancia que va a tener la tecnología en el futuro. “Si ese aumento de productividad que tiene que haber en el mundo se hiciera a base de agricultura de secano (como dice algún partido político) sería una barbaridad porque haría falta mucho más territorio y sería en detrimento de reservas y bosques y sería medioambientalmente inadmisible”. Para superar estos problemas, Del Campo apunta a la necesidad de aumentar la productividad con agua y tecnología, sobre todo biotecnología, que permite producir mucho más con menos agua y ahorrando costes. “Esta combinación de agua y biotecnología permitirá que tengamos una agricultura más competitiva (porque será más barata), medioambientalmente más positiva, en el sentido de que se tendrán que utilizar menos productos contaminantes, y además, podremos disponer de más alimentos necesarios para una población mundial creciente”.
Marta Casao, jefa del Departamento de Depuración I+D de Aqualia
De tecnología también ha hablado Marta Casao, jefa del Departamento de Depuración I+D de Aqualia, en este caso aplicada a aguas residuales para ponerlas en valor como parte de solución al problema de estrés hídrico actual. “La tecnología lo es todo. Afortunadamente, disponemos de tecnologías suficientes y robustas que consiguen los retos que nos marca Europa. El estudio de alternativas y las bases de diseño marcarán la gestión futura de cualquier instalación proyectada”. Como caso de éxito destaca el haber podido mover un coche con aguas residuales.
También en su ponencia ha tratado de situar a la innovación como integrante de la solución dentro de la gestión y estrategia de la empresa para conseguir tanto los objetivos de la misma como contribuir al desarrollo sostenible y uso eficiente de los recursos. Una vez contextualizada la situación de la depuración en el mundo y, en concreto, en España, ha destacado varios proyectos que han aportado y están aportando soluciones a demandas solicitadas desde la actividad de la producción. Destacando dos ejemplos de proyectos que reflejan la circularidad de la gestión del agua y que ya están redundando en ahorros económicos importantes en la gestión siendo trasladables a muchas otras implantaciones: el proyecto ADVISOR y el proyecto Allgas.
En cuando a los retos que se plantean en el siglo XXI, Casao enumera varios, entre los que se encuentran la optimización de lo existente (sacarle partido, renovarlo y transformarlo); la reutilización de la máxima cantidad de agua residual aportando una solución al estrés hídrico; dar una solución sostenible a las pequeñas poblaciones (de los 8.000 municipios españoles el 72 por ciento son de poblaciones de menos de 2.000 habitantes que no reciben un tratamiento adecuado de sus aguas residuales), y, por último, la transformación digital (inteligencia artificial, controles predictivos, etc.) que permitan una gestión eficiente al mínimo coste.