La sensualidad de María Adánez y Cristina Marcos deslumbran en el Maestro Padilla

Era de esperar que dos de las mejores actrices de toda la escena española no defraudaran, pero la noche del viernes fue mucho mejor que eso. María Adánez y Cristina Marcos brillaron en el Auditorio Municipal Maestro Padilla con la representación de “La Escuela de la Desobediencia”. Pero además, los almerienses acogían esta obra con un cariño especial. Y es que el guión, extraído de textos del siglo XVI y XVII, corría a cargo de un artista almeriense, Paco Bezerra, quien defraudó menos que nadie.

La obra nos sitúa entre estos siglos y nos presenta a dos primas carnales, la más jóven, Fanchon, interpretada por María Adánez, y la mayor, Susanne, por Cristina Marcos. Establecen entre ambas un diálogo que bien podría parecer impensable para la época, pero demuestra el ansia de libertad que desde hace siglos las mujeres han soñado, oprimidas en una sociedad machista. Esto se basaba en los textos de la novela dialogada ‘Raggionamenti’, del autor italiano Pietro Arentino, en el que se reflexiona sobre los tres únicos estados a los que la mujer del siglo XVI podía aspirar, casarse, tomar los hábitos, o hacerse prostituta. Esta obra fue inspiración para ‘LÉcole des filles ou la Philosophie des dames’, escrita un siglo más tarde en París. Finalmente, Bezerra ha bebido de estas dos obras maestras tan adelantadas a sus épocas y ha traído esta “Escuela de la desobediencia”, sacando a la luz las desigualdades entre sexos que han ocurrido desde siempre y los pensamientos de las mujeres del siglo XVI y XVII, en muchas ocasiones, absolutamente más avanzados que los de los hombres.

A esta interesante dramaturgia, se unió anoche la magistral interpretación de dos grandes del teatro español como son María Adánez y Cristina Marcos. Emocionaron al público, lo hicieron reír, lo adentraron en su historia y lo embebieron con sus anécdotas sobre el placer sexual, la mentira y el derecho humano a la libertad espiritual. Todo esto acompañado de la soprano Rosa Miranda y la viola de Gamba Sofía Alegre, quienes aumentaban la magia de la representación.

 

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