El último tercio del mes de enero de 2022 ha traído consigo las ansiadas lluvias a determinados puntos del sur del país. La configuración atmosférica en superficie, a pesar de estar dominada por un potente y tozudo anticiclón, no era nada alentadora; sin embargo, el desalojo de una pequeña bolsa de aire frío hacia el Golfo de Cádiz, unido a la presencia de altas presiones en el Mediterráneo occidental, favoreció la entrada de flujo de Levante en el sur peninsular.
Junto a ello, la caracterización geográfica del Estrecho de Gibraltar en forma de embudo, permitió una mayor canalización de estos vientos húmedos de procedencia mediterránea. Estos, al encontrarse con relieves de gran entidad en la Serranía de Ronda, desencadenaron lluvias orográficas significativas, muy superiores incluso a las pronosticadas por los principales modelos numéricos empleados en meteorología, como el GFS o el ECMWF, entre otros.
Así lo atestigua la extensa red de estaciones meteorológicas instalada por la Universidad de Granada en colaboración con ACAMET, habiéndose registrado -desde el pasado 23 de enero- hasta 77.6 /m2 en la Sierra de las Nieves (La Nava 73.4 l/m2 y Puerto de Pilones, en este último caso en forma de nieve). Igualmente destacan los 49.2 l/m2 de Cascajeras (Sierra Blanca de Igualeja), los 34.4 l/m2 de los Reales (Sierra Bermeja) o los 27 l/m2 de Navacillo (Parauta).
Según el catedrático de Geografía de la UGR, José Gómez Zotano, “ha sido tal la recurrencia de la nubosidad producida por el levante que la estación ubicada en la Sierra Palmitera (estribación de Sierra Bermeja) se ha quedado sin batería, algo bastante inusual en estas estaciones equipadas para la montaña”.
La creciente disponibilidad de información de carácter meteorológico procedente de la Red de Estaciones Meteorológicas del Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física de la Universidad de Granada, junto al esfuerzo de asociaciones como ACAMET, resulta esencial para comprender la interacción de la atmósfera con otros subsistemas, así como para mejorar cualitativamente las predicciones meteorológicas, ayudar a prevenir determinados riesgos naturales y, en definitiva, garantizar una correcta gestión del agua basada en criterios de racionalidad y sostenibilidad, según argumenta Rubén Pardo Martínez, becario en formación de dicho departamento.