Se define así mismo como "un amante de la fotografía", a la que lleva entregado más de treinta años. Lawrence Miller asegura que su colección de fotografías forma parte de su vida, es casi como "mi autobiografía" porque cada imagen, cada autor representado en su colección han llegado a ocupar una parcela en la historia de Miller. En su día, su colección fue una apuesta por nuevos autores, una empresa dirigida por la intuición de quien ha logrado convertirse en el guardián de una de las mejores representaciones de la evolución del arte fotográfico, con una atención muy especial a los autores norteamericanos. La colección ‘Ojos Privados’ estará en el CAF hasta el 20 de septiembre y es una oportunidad única de hacer un repaso por la historia de la fotografía.
Autores como Aaron Sisking, Ray Metzker, Helen Levitt, Lee Friedlander y Harry Callahan forman parte de la colección que Miller ha traído a Almería. El CAF recoge el testigo de ciudades tan importantes como Barcelona o Milán y rinde tributo a esta historia viva de la fotografía.
La colección de Miller es para disfrutarla. Fotografía, en su mayoría urbana, que muestra el esplendor del ser humano, con una variada muestra de situaciones que van del digno patetismo que presentan los retratos de Bruce Wrighton, hasta la pequeñez ante las grandes infraestructuras que muestran las fotos de Fan Ho. Al CAF han llegado un total de 111 imágenes en las que el visitante puede conocer la evolución de la fotografía desde los inicios del siglo XX hasta prácticamente nuestros días.
A la hora de iniciar su colección, Laurence Miller se fijó en artistas nóveles que en su día eran poco conocidos y hoy son considerados verdaderos maestros de la fotografía. La intuición de Miller es la que le ha guiado en su tarea de coleccionista y, desde luego, ha acertado; se puede decir que se trata de una de las colecciones privadas de fotografía más representativas, a pesar de que se trata de una colección "pequeña", según el propio Miller, compuesta por unas doscientas instantáneas.
Miller empezó a coleccionar fotografía: lo hizo porque era un medio nuevo, con muchas posibilidades, totalmente abierto a la creación y asequible económicamente. No era, sin embargo, algo exento de riesgo: apostar por un artista desconocido fue, y sigue siendo, toda una declaración de intenciones para este coleccionista y galerista neoyorkino, cuya colección está enteramente dedicada a este medio.
Laurence Miller empezó su contacto con lafotografía a través de la galería Light de Nueva York, a la que se incorporó en1974; allí exponían la mayoría de artistas con quienes Miller estableció prontouna relación cordial y cercana: Callahan, Siskind, Thomas Barrow… Sin embargo,su gusto cambió cuando decidió dejar esta galería y abrir la suya propia. Apartir de este momento decidió apostar por artistas cuya obra era por entoncespoco conocida, hecho que a él le permitía elegir las mejores imágenes. La ideaque predominaba a la hora de elegir era siempre la misma: la energía. "Quierola misma energía que se puede apreciar en un excelente lienzo de Bonnard, Severinio De Kooning, o incluso de Picasso o de Matisse, y la energía intelectual de unSol LeWitt. Metzker la tiene, Callahan a veces y Peter Keetman también; MichaelSpano y Lee Friedlander también la tienen", afirma.
Precisamente de Lee Friedlander es una de lasimágenes más representativas de la exposición, la fotografía Galax, Virginia,de 1962, muestra la habitación de un motel en la que destaca una televisiónencendida. Friedlander, conocido sobre todo por sus instantáneas urbanas enblanco y negro, que realiza a modo de documental una radiografía de la Américade los años 60 y 70, es uno de los fotógrafos más admirados por Miller, y estafotografía es una de sus favoritas. Otra de sus preferidas corresponde a Brassaï:Monastic Brothel, una imagen de los años 30 del siglo pasado que muestra elinterior de un burdel parisino dominada por la luz de cuatro bombillas, la geometríadel suelo y los arcos de la pared: define lo que Miller admira en unafotografía, la "combinación exagerada de formas abstractas" y es, según él, unade las imágenes más enérgicas de su colección.
Las imágenes seleccionadas para estaexposición son, en la mayoría de los casos, clásicos en blanco y negro de lafotografía. Por ejemplo, la fotografía de Helen Levitt New York City (Kids withmasks), una imagen de 1939 que representa tres niños en una escalera conmáscaras de cartón. Levitt se sintió muy atraída por los niños, por losretratos de gente anónima en las calles de Nueva York, y ésta es una de susimágenes más representativas. Sin embargo, también hay otras fotografías queestallan de color, como en los retratos de gente anónima de la calle de BruceWrighton.
En la colección de Miller también hay muchasotras instantáneas que plasman su propia vida, sus recuerdos y sus viajes. Eneste sentido, destacan un autorretrato de Shoji Ueda (Me and my cat, 1948) yalgunas instantáneas de Joan Colom. A pesar de la disparidad de temas y géneros, las imágenes que formanparte de la colección de Miller tienen un denominador común: están elegidaspara que encajen unas con otras, pero también para que sean diferentes ysiempre tengan valor pictórico. Y además, para que no les falte el sentido delhumor, algo muy presente en Gary Brotmeyer (Man in a nose suit, 2000) y EadwardMuybridge, cuya imagen de una gallina alcanzada por un torpedo es uno de losprimeros ejemplos de secuencia fotográfica (Animal Locomotion: Chicken andtorpedo, 1887).