La normativa de sismorresistencia de edificios es insuficiente

Los fenómenos en la isla de El Hierro han puesto de manifiesto que la Tierra está viva, muy viva, al ver cómo se suceden los terremotos y cómo la erupción volcánica, por ahora submarina, pone en peligro a la población. Es quizás el suceso sísmico y volcánico más reciente y también uno de los más llamativos, pero no se pueden olvidar los terremotos que el pasado octubre sacudieron los municipios de Cuevas del Almanzora y Zurgena, o el que en el pasado mes de mayo asoló la ciudad de Lorca, un seísmo que ha sentado precedente en la historia de las últimas décadas y que pone de manifiesto lo vulnerables que son las ciudades ante una sacudida de estas características.

Ante estos episodios, las preguntas que se hace todo el mundo son obvias: ¿estamos seguros? ¿estamos preparados para soportar un terremoto de de magnitud 5 ó 6? y la más importante, ¿qué podemos hacer para minimizar los efectos que los seísmos provocan en las construcciones?

Almería se encuentra en una de las zonas de mayor actividad sísmica de toda la Península Ibérica. La provincia se encuentra rodeada de fallas en constante movimiento, aunque en la mayoría de los casos no lo percibamos; además, se encuentra muy cerca de la zona en la que convergen las placas Europea y Africana, también en constante fricción y que se ubica en los fondos del Mar de Alborán. Todos estos condicionantes hacen que en la provincia de Almería se un punto calinte en cuanto a la actividad sísmica, y que sean obligadas una serie de precauciones para evitar situaciones como las vividas en Lorca o en Italia, hace tan sólo un par de años, un terremoto que se saldó con casi trescientas víctimas mortales y el desalojo de unas 50.000 personas. A veces, la memoria es traicionera y se empeña en condenar al olvido episodios desagradables. Esta misma tendencia también es seguida por las instituciones, que se empeñan más en curar heridas que en disponer las medidas para reducir al mínimo las consecuencias de los terremotos. Pero cuando la Tierra nos coloca en nuestro sitio, poco le importan las medidas que se han tomado o las que se han dejado de tomar para reducir los efectos de los terremotos, simplemente tiembla.

Zona muy activa

Como muchos ya conocen todo el Sur y Este de la Península Ibérica es una de las zonas con mayor actividad sísmica de todo el país, una línea que enlaza Cádiz con Valencia, una zona en la que continuamente se están produciendo terremotos, pero sólo son unos pocos los que se hacen sentir. El motivo de tanta actividad sísmica en esta zona se encuentra en el hecho de que en el Norte de África está la convergencia entre las placas Europea y Africana, placas tectónicas que están en constante fricción y que generan roturas en esta franja de territorio tan extensa, explica el director del grupo de investigación en Geofísica Aplicada de la Universidad de Almería, Francisco Luzón. “Almería está ubicada en una zona sísmicamente activa, pero de una intensidad moderada”, matiza este investigador que también colabora con el Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada.

Que todo el Sur y Este de la Península esté considerado como una zona de alta sismicidad pero de intensidad moderada quiere decir que los terremotos de mayor magnitud que se pueden alcanzar estarían en una magnitud máxima de seis grados en la escala Richter, es decir, algo similiar a lo que ocurrió en Lorca el pasado mes de mayo, que ya fue lo suficientemente importante como para dejar maltrechos casi la mitad de los edificios y provocar que muchas personas perdieran todo lo que tenían y se quedaran en la calle con lo puesto.

A pesar de que los expertos saben cuál puede ser el escenario, todavía no son capaces de predecir cuándo se producirá. La técnica no permite predecir “el lugar, hora y magnitud” de un seísmo, lamenta Francisco Luzón, y es la experiencia, el estudio de la sismicidad de la zona, es decir, el número de terremotos registrados y su intensidad, lo que permite hacerse una idea algo vaga de lo que puede ocurrir en un futuro.

Este experto reconoce las carencias en materia de sismología para adelantarse a los terremotos, aunque la comunidad científica tampoco se muestra obsesionada con predecir los terremotos, ya que defiende que conocer hasta el mínimo detalle estos fenómenos de la naturaleza llevará consigo una mejora en las medidas de seguridad que se deben tomar para evitar que un seísmo se convierta en una tragedia.

Para ello, la ingente cantidad de información recogida por las estaciones sísmicas de distintos centros de investigación como el Instituto Andaluz de Geofísica, de la Universidad de Granada, o el Instituto Geográfico Nacional, centro dependiente del Ministerio de Fomento y que es el referente en nuestro país en la materia. Los sensores instaladios por estos centros permiten conocer mejor la distribución de la sismicidad, lo que puede ayudar en combinación con las características geotécnicas del terreno a planificar las grandes obras públicas.

Tras estudios prolongados en el tiempo, expertos han descubierto que los núcleos sísmicamente más activos del sector central de la Cordillera Bética corresponden con el borde occidental de la Sierra de Gádor, entre Berja y Adra, y la Depresión de Granada.

“No tenemos que estar asustados, pero sí tener muy claro que vivimos en una zona sísmica”, aclara el profesor Luzón, a la vez que hace un llamamiento al sentido común para evitar peligros innecesarios, como objetos ubicados en zonas de la casa que pueden caer encima de sus habitantes en caso de terremoto, como un cuadro o una estantería situada encima del sofá o de la cama. Son recomendaciones y medidas de seguridad muy sencillas, que todo el mundo puede seguir en sus casas, y que en la mayoría de las ocasiones se pasan completamente por alto.

En esta línea, en la de prevención trabaja la empresa almeriense Decisiones Geoconstructivas, que se ha convertido en una de las firmas punteras a nivel nacional en cuanto al diseño de estructuras de edificios sismorresistentes. Mientras que el profesor Francisco Luzón tranquilizaba algo con sus palabras, el director de esta empresa, Sergio Domínguez, mete el dedo en la llaga al poner de manifiesto que las viviendas construidas antes de los años 60 no están diseñadas con criterios de sismorresistencia. La primera ley que se aprobó en nuestro país y que regulaba los criterios de construcción de edicifios para hacerlos resistentes a los terremotos data de 1956. A la vista está que muchos de los edificios anteriores a esta norma han sido capaces de soportar la fuerza de la Tierra en muchas ocasiones, sin embargo, cuando tiembla de verdad, es decir, cuando se alcanzan magnitudes cercanas a 5, las construcciones ponen sobre la mesa sus carencias. Esto queda confirmado después de haber comprobado cómo muchos edificios de la vecina localidad de Lorca han quedado inservibles y otros tantos han sufrido daños de consideración que han obligado a realizar trabajos de mantenimiento costosos para poder habitarlos de nuevo. Sin embargo, ha habido otros muchos posteriores a esta norma de sismorresistencia que también se han visto afectados, y es entonces cuando surge la duda de si en verdad, la normativa dle 56 y las que le han seguido son adecuadas para luchar contra las sacudidas de la Tierra. Por otro lado, también está la otra gran pregunta, que no es otra que si los arquitectos que diseñaron esos edificios y los correspondientes colegios que revisarion los proyectos hicieron bien su trabajo.

Pero errores o incompetencias aparte, lo que está claro, al menos así lo ha demostrado el terremoto de Lorca, es que la normativa actual sobre sismorresistencia de edificios es insuficiente. La última normativa data de 2002. A la vista de las consecuencias registradas por edificios muy nuevos en el pasado terremoto ocurrido en localidad murciana se pone de manifisto que esta normativa contiene una serie de carencias que deben ser corregidas. Sergio Domínguez explica que la normativa ideal sería aquélla que ajuste los requisitos en los edificios a las características del suelo, una normativa que atienda mucho más a las peculiaridades del terreno en el que se instalan las ciudades porque, a la postre, de las características de éste depende el tamaño de los estragos provocados por los terremotos. El director de Decisiones Geoconstructivas explica que para alcanzar este nivel de precisión es necesario conocer muy bien la sismicidad de la zona, estudiar el comportamiento del terreno en el que se ubican los edificios, y tener en cuenta las diversas fuentes que amplían la fuerza destructiva de los seísmos, como suelos blandos, donde se amplifican la onda sísmica; o un suelo que vibra y hace de caja de resonancia a la fuerza desatada por la tierra. Como es normal, estos factores no influyen de la misma manera en todos los lugares, y cada ubicación requiere una adaptación técnica concreta. Y de eso, en Decisiones Geoconstrucivas saben mucho, ya que entre sus trabajos se encuentra el diseño y cálculo de estructuras capaces de soportar hasta los terremotos más fuertes, como los que se suceden en Japón, un país tremendamente adaptado a este tipo de catástrofes naturales. De hecho, el último gran terremoto que acabó con la crisis en la central nuclear de Fukushima fue relativamente bien soportado por los edificios; luego, el tsunami fue la consecuencia más nefasta de uno de los mayores terremotos registrados hasta la fecha, y que se formó porque se trató de un movimiento sísmico de subducción, es decir, que una placa entró debajo de la otra, en vez de producirse un desplazamiento lateral, como habitualmente ocurre en el Sur de la Península Ibérica.

Ahora, con los sucesos de El Hierro en la retina y los de Lorca en la memoria, cada día está más claro que los terremotos son una amenaza muy real, un peligro latente a varios kilómetros de profundidad que, de un solo plumazo, puede hacer que nuestras ciudades se vengan abajo. Aunque también se trata de una amenaza muy conocida, que cada día se controla más, y en la que científicos de todas las disciplinas trabajan para evitar desastres y hacer que las ciudades sean seguras ante cualquier seísmo.

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