El avance de las tecnologías ha generado nuevos escenarios y desafíos en diversos ámbitos de su aplicación. Este fenómeno ha suscitado un debate sobre los límites de su uso y sobre cómo convertirlas en herramientas efectivas. Con el objetivo de vincular la inteligencia artificial (IA) y el medioambiente, el estudio titulado “Inteligencia artificial en las nuevas formas de gobernanza ambiental en el Estado chileno: Hacia una gobernanza eco-algorítmica”, recientemente publicado, examina el papel emergente de la IA en la gobernanza ambiental, sugiriendo cómo podría transformar las políticas y prácticas orientadas hacia la sostenibilidad.
Uno de los autores de esta investigación es parte de la comunidad de la Universidad de Chile, Diego Rivera Lisboa, psicólogo y estudiante de doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile (FACSO). Junto al otro autor, Martín Tironi, de la Universidad Católica de Chile, forman parte del Núcleo Milenio FAIR, orientados a la investigación y creación interdisciplinaria en torno a las implicancias culturales, sociales y ambientales de la inteligencia artificial. El estudio forma parte de un Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt) asociado a esta última institución.
La investigación señala que “uno de los campos de experimentación más populares con soluciones tecnológicas basadas en IA y sistemas algorítmicos son los estudios ambientales, particularmente en lo que se refiere al cambio climático”. Además, añade que “la promesa de mitigar el impacto de la actividad humana en el medio ambiente a través de la introducción de tecnologías de sensores ha dado paso a una serie de narrativas en torno a su papel y capacidades”.
Para realizar este análisis, se centraron en una iniciativa desarrollada por la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) del gobierno de Chile, que incorpora la IA en el proceso de monitoreo. De esta manera, presentan argumentos respecto a la articulación de una gobernanza eco-algorítmica en la que el medio ambiente se reduce a una serie de métricas asociadas al cumplimiento regulatorio.
Sobre esto, Rivera explica que en su investigación buscaron destacar que “existen ciertos textos que mencionan una cuarta ola de regulación ambiental asociada a esta tecnología”, recalcando que estas tecnologías “no funcionan de manera aislada o independiente de sus contextos institucionales; es fundamental considerar cómo y dónde se están utilizando, ya que esto define en gran medida los efectos que generarán”.
Desafíos con la IA
El investigador de la Universidad de Chile explica que, de manera más concreta, la inteligencia artificial posibilita el funcionamiento con menos personal, lo cual es una de las razones por las cuales la SMA se interesó en este modo de transformación y aplicación de la tecnología.
“Sabemos que la cantidad de recursos que se requieren es mucho mayor que la que reciben porque tienen que monitorear un territorio enorme y no tienen tanto personal”, señala.
Aun así, Rivera indica que este es un tema incipiente donde la legislación internacional no está muy clara respecto a las decisiones que se toman sobre el sistema regulatorio. “No queda claro aún cómo se implementaría y siempre está el riesgo de caer en el automatismo completo de la institución, que no es la idea”, explica.
Finalmente, Rivera señala que su enfoque de investigación seguirá centrado en el área de la inteligencia artificial, específicamente en la producción de datos y en las interacciones que surgen con esta tecnología, así como en su impacto ambiental.