La Fundación Unicaja colabora con la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR) en la educación de aquellos niños y adolescentes obligados a huir de sus países por razones de conflictos armados, raciales o de crisis humanitaria. Una tarea que se pretende conseguir a través de aspectos concretos como la mejora de los equipamientos, la dotación de materiales y la participación de toda la comunidad educativa.
Para ello, la Fundación Unicaja, coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Refugiado, ha firmado un convenio de colaboración con el Comité español de ACNUR para el desarrollo del programa ‘Educa a un niño’, con el que impulsar mejoras educativas entre estos menores, de modo que puedan recuperar su infancia y tener un futuro.
El compromiso de la Fundación Unicaja con este programa responde a su interés por impulsar la educación y la formación desde la infancia en general y, especialmente, cuando se trata de colectivos con necesidades concretas, como es el caso de la población refugiada.
Más refugiados que nunca
El nuevo informe de ACNUR Tendencias Globales, publicado con motivo del Día Mundial del Refugiado, señala que, a finales de 2016, había 65,6 millones de personas en situación de desplazamiento forzado, unas 300.000 más que un año antes. En concreto, las cifras de refugiados, con 22,5 millones, son las más altas de las que se tienen constancia.
Los menores, que representan la mitad de los refugiados del mundo, siguen soportando una carga desproporcionada de sufrimiento, principalmente por su mayor vulnerabilidad.
Deficiencias educativas
El programa ‘Educa a un niño’ comenzó en el curso 2012-2013 con la incorporación de 176.880 menores a la educación primaria en 12 países: Siria, Yemen, Malasia, Irán, Pakistán, Sudán, Sudán del Sur, Etiopía, Ruanda, Uganda, Kenia y Chad.
ACNUR trabaja así para subsanar las deficiencias en los servicios educativos de estos países, incrementando su capacidad, equipamiento, calidad y formación del profesorado y eliminando las barreras que impiden a los niños refugiados asistir a clase, entre otras cuestiones.
El propósito final es evitar que estos niños refugiados se conviertan en generaciones perdidas, creciendo en un entorno de abusos, violencia y desmotivación continua y ajenos a los estándares básicos de una sociedad pacífica y desarrollada.
Con este impulso y experiencia adquirida, ACNUR continúa un año más trabajando para subsanar las deficiencias en los servicios educativos de estos países, incrementando, por ejemplo, su capacidad y equipamiento, la calidad y la formación del profesorado y eliminando barreras arquitectónicas.
Objetivos del programa
En concreto, la ayuda recibida a través de este programa va destinada a:
- Facilitar el acceso a la educación, financiando la construcción y rehabilitación de escuelas en áreas donde no hay suficientes infraestructuras, y también garantizar su equipamiento (pupitres, pizarras, etcétera), así como la dotación de material escolar educativo y de papelería.
- Contratación y formación de maestros.
- Eliminar las barreras arquitectónicas para el acceso de los niños con algún tipo de discapacidad.
- Acceso a la tecnología.
- Fomentar las actividades extraescolares, como las deportivas, para minimizar los riesgos de exclusión.
- Ayudas económicas para aquellas familias con mayores necesidades.
- Promover actividades comunitarias para impulsar la educación en entornos como la familia y la comunidad, de modo que se garantice un futuro a largo plazo.
Precisamente, para lograr el objetivo de tener escolarizados a un millón de niños en 2018, ACNUR ha planificado ocho áreas de trabajo, de manera que se asegure que los primeros menores matriculados en la escuela cuando comenzó el programa en 2012 permanezcan en ella y que, además, se pueda contribuir al cambio de vida de aquellos que actualmente no van al colegio.