La extinción del guirre canario dependerá de las políticas agrarias que se apliquen

En el estudio se han utilizado datos recogidos durante 22 años de monitoreo de la población de guirre en la isla de Fuerteventura.

Compartir

Un equipo científico de la Universidad Miguel Hernández de Elche y la Estación Biológica de Doñana – CSIC concluye en un nuevo estudio que el aumento del éxito reproductor del guirre canario en los últimos años podría estar relacionado con un descenso de la presión de la ganadería sobre el ecosistema y un aumento de la productividad primaria, asociada con el nivel de vegetación.

Guirre canario. Foto de Manuel de la Riva

Concretamente, este trabajo ha arrojado luz sobre las complejas interacciones entre las condiciones ambientales, los recursos disponibles y las políticas comunitarias sobre ganadería que afectan al éxito reproductor de esta especie amenazada. El estudio ha sido posible gracias a los 22 años de monitoreo intensivo financiado por el Gobierno de Canarias, Cabildo de Fuerteventura, dos proyectos europeos LIFE y el Ministerio de Ciencia e Innovación.

El guirre canario es una subespecie de alimoche endémica de las islas Canarias. Estaba ampliamente distribuida por el archipiélago hasta finales del siglo XX, cuando sufrió un declive muy pronunciado que lo llevó al borde de la extinción. A pesar de haber cuadruplicado su población desde entonces, hoy está clasificada como una especie en peligro de extinción con unos 400 individuos. Actualmente sólo persisten en las islas de Fuerteventura y Lanzarote, donde sus poblaciones parecen recuperarse gracias a los planes de conservación que intentan atajar sus dos principales problemas históricos, los accidentes en tendidos eléctricos y el veneno.

Qué ha puesto de manifiesto el estudio

“En este estudio, hemos puesto de manifiesto cómo las variaciones en la cantidad de ganado motivadas por los cambios de la PAC han provocado reacciones en cascada en la cadena trófica”, explica Lola Fernández-Gómez, investigadora de la Universidad Miguel Hernández. El sobrepastoreo suele identificarse como una de las grandes amenazas a la biodiversidad al alterar gravemente el funcionamiento de los ecosistemas, al incrementar la presión que ejercen sobre el pasto. No obstante, existe una contradicción en los programas de conservación de aves carroñeras. Por una parte, el exceso de cabezas de ganado perturba los ecosistemas, pero también ofrecen una fuente importante de alimento para las aves carroñeras,muchas de ellas amenazadas. A pesar de ello, al contrario de lo que pudiera parecer, el equipo científico detectó una tendencia diferente: un descenso del ganado había influido de forma positiva en el éxito reproductor del guirre.

La isla de Fuerteventura es conocida por la cantidad de cabras que alberga y es la especie de ganado mayoritaria. Sin embargo, debido a cambios en las subvenciones de la Política Agraria Comunitaria (PAC), el número de cabezas de ganado se redujo en 2013 de 100 cabezas por km 2 a 50. Esto provocó cambios en la vegetación de la isla. Durante el primer periodo de estudio, del año 2000 al 2012, cuando la isla presentaba una alta densidad de ganado, la productividad primaria y el éxito reproductivo del guirre se redujeron. Por el contrario, durante el segundo periodo, del 2013 al 2021, cuando la densidad de ganado fue menor, se observó un aumento del nivel de productividad primaria, así como un incremento del éxito reproductivo del ave carroñera.
“De este modo comprobamos que la vegetación que sirve de refugio y alimento para muchas especies de vertebrados de los que esta especie se alimenta, influye de forma positiva en el éxito reproductor del guirre”, concluye la investigadora de la UMH. “Los resultados sugieren que esta especie carroñera depende mucho de las dinámicas naturales del ecosistema y no tanto de la abundancia de carroña de ganado que se han observado para otras especies carroñeras”.

En este estudio han participado Lola Fernández Gómez, José Antonio Sánchez Zapata, Jomar Barbosa y Xabier Barber, de la Universidad Miguel Hernández de Elche, y José Antonio Donázar, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).