La elasticidad del gobernante, según su interés

    Estos días andamos en el campus universitario de elecciones a Claustro, y nuestro máximo mandatario ha querido que, además, nos volvamos a pronunciar en este mismo curso sobre su sustituto; debe ser que el principio de economía no rige en su despedida, y no hablamos sólo de la monetaria, que también.

    Precisamente, ese fue su mayor argumento para iniciar, hace ahora dos años escasos, un proceso de fusión de los centros de nuestra Universidad, con nulo criterio académico. Como prueba de ello, baste con leer las rocambolescas denominaciones de aquellos centros fusionados; por supuesto, sin mostrar ni tan siquiera los beneficios pretendidos de cualquier tipo, dado que sobre todo fueron perjuicios, tanto de índole, académico, administrativo, de convivencia, de imagen, etc.

    Como todo el mundo sabe, las razones informadas, así como otras de más calado, de aquel desaguisado, hoy ya han desaparecido, es decir, la crisis económica parece haber terminado y las incertidumbres sobre el futuro de las universidades públicas españolas han desaparecido. Para añadir algo más de cinismo, habría que indicar, pues el Sr. Rector lo ha manifestado a los medios de comunicación, que va a ser imparcial, electoralmente hablando, de cara a las citadas contiendas electorales. Será por ello que, en plena campaña del Claustro y en los albores de las elecciones rectorales, lleva a Consejo de Gobierno la vuelta a los centros anteriores que se mantuvieron hasta diciembre de 2012. Eso sí, lo hace, según la crónica de sus palmeros y redes sociales, para alejarlo de esas mismas citas electorales y, por supuesto, nunca para beneficio de su herencia, perdón, legado.

    Analizada la forma, pasamos ya al fondo. Es de esperar que una decisión de personas universitarias se base en argumentos razonados, máxime cuando la decisión contraria, es tan reciente en el tiempo y con fortísima contestación. Pues bien, tras lo visto y oído hasta ahora, no se atisba ni un solo razonamiento que haga deducir la tesis final: o habría de existir arrepentimiento o habría de existir evidencia clara de error en la decisión tomada en su día. Algunos comparecimos en su momento ante una comisión del Consejo Social para denunciar esta forma de arbitrariedad, e intentar que las actuaciones mesiánicas, tras revelación divina, acaben en esta universidad: habría que exigir al rector Pedro Roque que no se enroque, y que justifique el porqué de esta decisión, públicamente. Algunos, en aquel momento, le pedimos la dimisión; hoy nos conformamos con una explicación, porque el tiempo que, a todos nos llega, ya ha realizado el resto.

    Finalmente, diremos que estamos completamente de acuerdo con la división de las Facultades y su vuelta a la estructura de diciembre de 2012, de la que nunca deberíamos haber salido; al menos, no sin el debido consenso que asiente su perdurabilidad en el tiempo. Aquella fue una decisión, cuanto menos, caprichosa; la de este momento es tendenciosa. Antes y ahora se adolece del consenso fruto de una reflexión colectiva necesaria que dé estabilidad a una Universidad de Almería, que funciona y avanza, a pesar de estos gobernantes.

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