La variabilidad genéticas es una de las claves para la conservación de la naturaleza, así lo afirma Jordi Moya, de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA). Este científico ha descubierto que la esta variabilidad genética peude ser esencial para la conservación de las especies, así como para garantizar de todas las otras con las que interactúan.
El artúculo de este científico del centro almeriense se publica esta semana en un número especial de la revista Philosophical Transactions of Royal Society B, que se dedica a la genética de comunidades.
Jordi Moya afirma que “Se sabe desde hace tiempo que es la estructura de las redes la que las mantiene estables en el tiempo. Los resultados de este estudio sugieren que si conservamos la variabilidad genética aseguramos el mantenimiento de la red y de las especies que la componen y, por tanto, el funcionamiento del ecosistema en que se haya inmersa dicha red”.
Del mismo modo, esta misma regla se puede aplicar a los animales que viven en cautividad, para los que la diversidad genética. “lo mejor es asegurarnos de que mantenemos la diversidad genética, no sólo para evitar la endogamia sino para asegurarnos de que hay suficientes individuos diferentes como para restablecer las relaciones complejas necesarias para recuperar el papel ecológico de la especie”, asegura el investigador de la EEZA.
Durante tres años, Moya estudió una red trófica que incluía 18 especies de arañas y dos de ciempiés de los bosques caducifolios de los montes Apalaches (Estados Unidos). Las 20 especies practicaban lo que se llama depredación intragremial, es decir, se comen unas a otras.
El trabajo se centró en la tasa de crecimiento y la fenología de las arañas, es decir, el momento en que nacen dentro de la época de cría. “Si las tasas de crecimiento son muy diferentes entre individuos, se abre una oportunidad de interaccionar con otras especies y se fomenta el canibalismo”, explica el investigador. Asimismo, también es importante la variación en la personalidad del animal, su timidez o agresividad, que las empuja a salir más a cazar y a aumentar las posibilidades de ser comidas por otras especies, aumentando las interacciones de la red.