Estos científicos dirigidos por Fernando Aguilar están trabajando en conocer cómo ha cambiado la línea costera desde los años cincuenta hasta hoy, con un análisis pormenorizado y la comparación de imágenes aéreas tomadas en 1956, 1977, 1989, 2001 y 2009. La investigación no está terminada todavía, pero sí han podido comprobar que hay varios puntos de la costa levantina en los que la playa ha retrocido más 150 metros desde la primera medición realizada con las imágenes del conocido como Vuelo Americano de 1956. En su trabajo, estos científicos expertos en territorio han descrito las causas posibles de este retroceso espectacular de la playa y no dudan en afirmar que la situación puede ser mucho peor si se confirma la subida de unos 50 ó 60 centímetros del nivel del mar prevista por los expertos en cambio climático, y que se podría dar en unos cien años.
El grupo de investigación dirigido por Fernando Aguilar ha centrado sus estudios en la franja costera que va desde el puerto de Garrucha y el puerto de Villaricos, una zona costera de unos doce kilómetros que ha sido sometida a una presión urbanística muy importante. Ha sido este hecho el que ha motivado que este grupo de investigadores formado por científicos de las universidades de Alemría, Jaén, Newcastle (Reino Unido) y Nova de Lisboa (Portugal) hayan elegido esta zona para su investigación; querían conocer qué efectos sobre la costa tienen las intervenciones urbanísticas y las aglomeraciones urbanas atraídas al reclamo de sol y playa.
¿Por qué retrocede la costa?
Básicamente, los expertos participantes en esta investigación encuentran dos factores fundamentales que intervienen en este proceso. El primero de ellos está relacionado con la intervención humana en las zonas costeras, decisivo y fundamental en los movimientos de la línea costera; mientras que también reconocen que las fuerzas de la naturaleza tienen mucho que decir en todo este proceso de reducción del tamaño de las playas.
Como era de esperar, la mano de la sociedad desarrollada está detrás de muchas de estas alteraciones en las playas. En este sentido, Fernando Aguilar ve claramente al “sellado del suelo”, es decir, a la urbanización como uno de los factores causantes del decrecimiento de la playa. Y la razón es muy sencilla. Al urbanizar se elimina la posibilidad de que las lluvias arrastren sedimentos a la playa, lleven consigo materiales que sirven de recarga constante de arena en estas zonas. “Los sedimentos que había en ese suelo no llegan al mar si se pone una casa o una carretera”, explica Fernando Aguilar.
Y no sólo por la actuación y urbanización de puntos cercanos a la playa que impiden el aporte de sedimentos, sino que la construcción en puntos muy cercanos a la línea costera acaba con los reservorios de arena que regeneran la playa de forma natural. Por ejemplo, la franja de litoral objeto de estudio de estos científicos se ha visto castigada por una excesiva urbanización, unas construcciones muy cercanas al agua que han liquidado las dunas que, a la postre, hacían las veces de un almacén natural de arena movido por el viento y que suplían las pérdidas provocadas por la actuación natural del mar y los temporales.
Sin embargo, este primer factor no es el más determinante y tampoco está muy bien estudiado todavía, por eso este grupo de expertos eligió esta zona para llevar a cabo sus trabajos. Hay otra causa, en principio, más determinante y conocida como son las actuaciones portuarias y las obras de ingeniería de la costa, como espigones o rompeolas. “En la mayoría de los casos, estas actuaciones suelen ser positivas, pero a veces es casi imposible predecir qué consecuencias van a tener estas obras de ingeniería”, acalara Fernando Aguilar. Y es que, mientras que un espigón es muy beneficioso para atrapar los sedimientos y evitar la desaparición de una playa en concreto, es al mismo tiempo el peor enemigo de otras playas cercanas, que sufren el efecto negativo de esta actuación. En el espacio estudiado por este grupo de investigadores hay varios ejemplos de esta realidad, playas que han ganado terreno a partir de la colocación de un espigón o de un rompeolas junto a otras que han visto aumentado el retroceso porque esta obra de ingeniería está potenciando que el mar se lleve la arena de la playa. En la costa levantina el arrastre producido por el mar suele ser de norte a sur, entonces es muy sencillo apreciar que la colocación en un espigón conserva una playa, al tiempo que reduce la que tiene inmediatamente al sur. Son efectos que no deseados pero que ocurren de forma habitual.
El problema de los estudios previos a la puesta en marcha de una actuación de este tipo en la costa es el carácter localista. Habitualmente se hace un balance de sedimentos en toda la costa, pero acaban siendo trabajos que sólo tienen en cuenta ese punto y no son capaces de calcular las consecuencias que tendrá en otros lugares porque, al fin y al cabo, el mar no es un sistema cerrado los puntos costeros mantienen una interrelación muy intensa.
Además de las actuaciones en el mar mediante espigones y rompeolas, también hay unas actuaciones humanas con unas consecuencias muy importantes en el movimiento de la línea de costa. La construcción de presas y encauzamiento de ríos y ramblas se traduce en un descenso radical de la cantidad de sedimentos que llegan a la playa. Los ríos aportan de forma continua material de recarga para las playas, sin embargo éste se corta de forma inmediata una vez que los ríos y ramblas no arrastran esos sedimentos porque su fondo ha pasado de ser arena o tierra a ser de cemento.
Sobre esta zona costera que va del puerto de Villaricos al puerto de Garrucha ha intervenido de forma crucial la presa de Cuevas del Almanzora, construida a mediados de los años ochenta. Esta presa es responsable de un descenso significativo en la cantidad de materiales de regeneración naturales que llegan a las playas de la zona. El corte en el número de sedimentos se ha notado de forma significativa en la posición de la línea de costa y ha sido constatado por este grupo de investigadores, gracias a la comparación de imágenes aéreas que están utilizan
do para realizar su estudio.
Otras de las fuentes importantes de la degradación de las playas han sido las extracciones de arena que se han llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas para, entre otros usos, servir de base para la instalación de invernaderos. En este caso, la playa de Quitapellejos, en el término municipal de Cuevas del Almanzora, es un claro ejemplo del ataque a la línea costera. Desde hace muchos años, esta playa ha servido de reserva de arena para la construcción de invernaderos. Estas extracciones, junto la intesa acción de arrastre que tiene el mar en este punto del litoral almeriense, han llevado a esta playa hasta una situación crítica, tanto es así que se han iniciado trabajos de regeneración de esta playa que, según los estudios de este grupo de investigadores, ha perdido hasta 200 metros desde 1956 hasta 2009, que es cuando se tieene las últimas mediciones aéreas.
El problema que se encuentran los científicos a la hora de plantear soluciones a las consecuencias que han tenido estas actuaciones urbanísticas no es nada sencillo. “Ahora el problema es que en esta zona de costa es que ya no nos quedan sedimentos, el sellado del suelo y las actuaciones urbanísticas han acabado con los sistemas naturales de recarga de las playas, y ahora sólo se puede actuar con la regeneración a base de llevar a rena de cantera a las playas más afectadas”, asegura Fernando Aguilar.
No sólo la acción humana
La línea de costa también está amenazada por las fuerzas de la naturaleza. Las mareas, los temporales también intervienen en el retroceso de la línea costera, sin embargo, esta presión natural no sería tan importante si las actuaciones humanas no hubieran alterado el sistema natural de erosión y recarga de la costa almeriense. En esta zona del Mediterráneo, el mar arrastra la arena de norte a sur. Hasta todas las intervenciones urbanísticas y de ingeniería costera, este arrastre natural era compensado por la descarga de sedimentos procedentes de las ramblas y ríos, así como por las dunas que actuaban como reservas de arena listas para recargar la playa gracias a la acción del viento.
Pero en el horizonte hay todavía una amenaza mucho más seria, que no es otra que la subida del nivel del mar asociada al calentamiento global. Si las previsiones de los expertos no fallan, el Mediterráneo subirá unos 50 ó 60 centímetros en el año 2100. Esta subida del nivel del mar puede terminar por dar la puntilla a muchas de las zonas turísticas de sol y playa repartidas por el litoral almeriense, que serán mucho más acusadas en puntos donde la urbanización del terreno ha sido más intensa, tal y como ocurre en la franja estudiada por estos científicos.
En una simulación, el equipo dirigido por Fernando Aguilar es capaz de predecir que mucha parte de la costa que conocemos quedaría bajo el mar en unos cien años por el incremento del nivel. Por ejemplo, parte del Campus de la Universidad de Almería, la zona más cercana al mar, se inundaría y quedaría bajo el agua. Hay que tener en cuenta que se trata sólo de una simulación en el caso de que el mar suba un metro, pero las previsiones no están tan alejadas y hay científicos que llegan a pronosticar una subida del nivel del mar de hasta 70 centímetros.
Un modelo para prevenirlo
El trabajo de estos investigadores terminará con a elaboración de un modelo para preveer las consecuencias que tendrán las actuaciones humanas en las intermediaciones de la costa. “El modelo que esperamos obtener de esta investigación se podrá aplicar en cualquier costa española”, afirma el responsable de esta investigación, ya que tiene en cuenta las principales variables que intervienen en el movimiento costero.
Y además, se trata de un modelo con una fiabilidad cercana al 60 por ciento, que aunque parezca mentira es una cifra ya “bastante buena”.
Estos científicos no están en condiciones de aportar una solución definitiva al avance de la línea costera que se produce en esta franja del Levante almeriense que no pase por la regeneración de playas con arena de canteras o la construcción de diques, espigones y rompeolas. Pero sí señalan en qué ha fallado la planificación urbanística de la zona y que se ha traducido en una costa muy sensible y vulnerable.
En la zona estudiada por este grupo se podrían haber tenido una serie de recomendaciones que habrían evitado esa pérdida de playa y las consecuentes actuaciones de regeneración, con el coste económico que llevan asociadas. Fernando Aguilar afirma que uno de los principales errores en la planificación de esta zona ha sido “construir tan cerca de la línea de costa”. Además advierte de que nunca se debe urbanizar en zonas de ramblas, porque se está provocando varios problemas al mismo tiempo: por un lado se convierte en una zona altamente inundable; y además se está construyendo en una zona por la que se deslizan los sedimentos que alimentan las playas. Y por otra parte mantener la línea establecida en la Ley de Costas.
Este mismo trabajo les va a permitir hacer un mapa de zonas inundables y de riesgo. Se trata de hacer una aplicación práctica al servicio de las administraciones ante una inundación en una zona costera. Harán un mapeo de estos riesgos para de predecir qué problabilidades hay de que estas situaciones ocurran y dónde serán más acusadas. Como novedad, a este mapa de riesgos aportan los modelos de ciudades en el que se tienen en cuenta los edificios de la zona, así como el papel que juegan en las inundaciones como barreras que evitan que el agua corra libremente, algo que hasta ahora no se había tenido en cuenta.
Si las administraciones toman nota del trabajo de estos científicos y no se dejan llevar por el canto de sirenas de la construcción, será posible preservar la fuerza de la costa y evitar tener que gastar mucho dinero en trabajos de regeneración de las playas. Como en muchas otras siutaciones, en la preservación de la costa también más vale prevenir que curar.