Artículo de
José Manuel Reina Cejudo
Historiador
La batalla de Lucena ha pasado a la literatura que trata los últimos compases de la contienda entre el sultanato nazarí frente a las coronas de Castilla y Aragón como una simple cuestión baladí; una simple cabalgada en la que se obvia cualquier cuestión más allá de quién fuere el captor de Muhammad XII -en adelante Boabdil- relegando su verdadero calado a interpretaciones muy posteriores.
Lucena se encuadra geográficamente en la subbética cordobesa en un promontorio con una posición privilegiada sobre la vía de comunicación que unía la capital del sultanato con el puerto que más riqueza le generaba, Málaga. Bien es sabida la riqueza que generaba el comercio de la seda en el sultanato nazarí.
Cómo se entendió la batalla de Lucena
La batalla de Lucena -en adelante cabalgada- en ningún caso fue un caso premeditado de guerra sistematizada y deliberadamente realizada por parte de las huestes granadinas. La cabalgada tuvo lugar un año después del ascenso al trono nazarí de Boabdil, con un reino dividido y un conflicto exterior activo. En ese mismo año en el que Muhammad XII -Boabdil- fue proclamado sultán, los partidarios del sultán emérito, Muley Hacén, consiguieron repeler en la Axarquía a un contingente de tropas castellanas.
Este hecho generó un insuflo de moral a las huestes dirigidas por “El Zagal” y un gran prestigio militar. Quizás fuera la causa principal de la presencia de “El Rey Chico” -Boabdil- en la batalla de Lucena, pues, a diferencia de Aliatar, era un líder militar de experiencia y prestigio desconocidos; con Boabdil recién ascendido a un trono en el que el sultán depuesto glorifica su figura con logros militares.
En el año previo -1481- al conflicto lucentino se dio lugar la deposición del sultán Muley Hacén en favor del recién proclamado sultán Muhammad XII, Boabdil. Ello queda patente en el siguiente fragmento de la obra de Andrés Bernáldez: “Después que el rey moro Muley Hazén volvión de Alhama en Granada sin la tomar, luego fue gran división entre los moros, e alzaron por rey a Muley Baudili…”
Más allá de la riqueza que supone el pillaje de estas razzias, el sultán Boabdil necesitaba elevar el peso de su figura con la conquista de una plaza fronteriza.
Aunque es bien sabido que la cabalgada se dio lugar desde la plaza de Loja, no existe consenso en las fuentes sobre el lugar exacto donde se dio la captura de Boabdil, así como qué figura nobiliaria fue el encargado del apresamiento.
Boabdil, junto con Aliatar, lugarteniente de Loja, anduvieron saqueando la zona de la campiña y la subbética cordobesa en los primeros compases del año 1482. Es a finales de abril cuando cercan la ciudad de Lucena y donde le presentan batalla los nobles castellanos de la zona. Pese a la supuesta inferioridad numérica, el bando castellano pudo repeler a las huestes nazaríes, debastándolas en un ataque por la espalda mientras se batían en retirada. En ese movimiento cae preso Boabil, mientras que el resto de su fuerzas -junto con Aliatar- habían caído mientras se retiraban a la plaza de Loja.
A qué se debe la importancia de la batalla de Lucena
El verdadero calado de este suceso se debe a dos cuestiones principales. En primer lugar -como se apostilla en cualquier manual o publicación sobre la cuestión- el bando castellano obtuvo una gran ventaja diplomática con la captura del recién ascendido sultán. Con el sultán bajo custodia castellana, las negociaciones por la libertad del mismo se antojaban ventajosas para el bando captor, el cual podía imponer su voluntad, mientras que el capturado hubo de aceptar las condiciones. El sultán tuvo que ceder a sus hijos -los cuales fueron custodiados educados en las costumbres del rival- para obtener su libertad. Esto coartó cada paso que diera el sultán en adelante, dejándolo sin los herederos de su linaje y totalmente susceptible de ser coaccionado.
Este elemento será un hecho diferencial para que los castellanos incidieran en las luchas internas del sultanato nazarí, habiendo anulado la voluntad del sultán Boabdil tras la custodia de sus vástagos.
En segundo lugar, la cabalgada supuso la puesta en jaque de la capital nazarí. Loja quedó indefensa ante el enemigo tras la caída de su caudillo y las huestes que la defendían. Ésta junto a Alhama conformaban las llaves de acceso hacia Granada, pues custodiaban dos vías esenciales de suministro; el comercio -que entraba desde Málaga- y la materia prima que aportaba la vega -siendo un centro de gran relevancia por su producción agrícola- la cual quedaba a merced del enemigo si se daba la caída de Loja y Alhama. La caída definitiva de Loja se dió en 1486, trayendo consigo la capitulación de Colomera, Íllora y Moclín entre otras, dejando la capital del sultanato con el enemigo a las puertas.
La batalla de Lucena responde a ese tipo de movimientos menores que, por caprichos del destino, acaba mermando sobremanera a un bando de los contendientes y propicia el efecto dominó en el conflicto, tanto en el plano diplomático, como en el militar.
Hay que entender que, si bien pasa esta cabalgada desapercibida en la literatura -o se menciona de pasada- hay que entender que supone un golpe -más- para el debilitado bando nazarí, acelerando paulatinamente su caída en manos del enemigo.