La Bastida, el primer yacimiento argárico descubierto que ahora será sometido a un ‘lavado de cara’

Situado en el municipio murciano de Totana, La Bastida es el primer yacimiento argárico descubierto y está considerado como uno de los más importantes de la prehistoria europea, clave para conocer las sociedades de la Edad del Bronce. Declarado como Bien de Interés Cultural, este espacio arqueológico va a mejorar su imagen, con unas obras de conservación, mantenimiento y seguridad, un lavado de cara para el que la Región de Murcia ha destinado 100.000 euros.

El yacimiento de La Bastida es uno de los más importantes de la prehistoria europea.

La subvención otorgada al Ayuntamiento de Totana por la Consejería de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes, a través de la Dirección general de Patrimonio Cultural, dotará al conjunto de medidas de video-vigilancia y de protección contra incendios para el yacimiento y el edificio anexo, y se llevarán a cabo una serie de trabajos de mantenimiento y conservación dirigidos a preservar la integridad de los restos arqueológicos excavados hasta ahora y de mejorar el acceso al público visitante. 

El director general de Patrimonio Cultural, Patricio Gómez, destacó la necesidad de esta intervención para “garantizar la integridad del yacimiento y la salvaguarda de los valores que atesoran los restos arqueológicos, además de mejorar los accesos y vías existentes en el yacimiento, con el fin de permitir unas condiciones seguras a los visitantes”.

 Cuál es el valor arqueológico de La Bastida

El yacimiento arqueológico de La Bastida es el primer enclave argárico descubierto y, actualmente, es uno de los más importantes de la prehistoria europea, en concreto de la Edad del Bronce. Este período reviste un especial interés para el conocimiento de nuestro pasado, ya que en él se produjeron acontecimientos cuyos efectos todavía influyen en nuestro presente, como el afianzamiento de la vida sedentaria, o el desarrollo de la metalurgia. 

En el poblado de La Bastida se encuentran decenas de viviendas escalonadas en terrazas artificiales a lo largo de las laderas del cerro. El propio enclave se sitúa en un lugar estratégico, oculto desde el valle del Guadalentín y con buenas condiciones naturales para la defensa. 

De especial interés son sus tumbas, localizadas bajo el suelo de las viviendas, que solían contener uno o, a veces, dos individuos en posición encogida, dentro de vasijas de cerámica o de cistas. Una parte de estas tumbas contenía también ofrendas, como cuencos y ollas de cerámica, armas, útiles y adornos de cobre o plata, y collares de cuentas de hueso, concha y piedra. Las diferencias entre estas ofrendas nos hablan de una comunidad dividida en clases sociales. 

Desde el hallazgo del yacimiento y primeras excavaciones, a cargo del ingeniero Rogelio Inchaurrandieta en 1869, el yacimiento ha sido objeto de diversas intervenciones arqueológicas. Los trabajos, que continúan en la actualidad, muestran una auténtica ciudad de unos 40.000 metros cuadrados que, en su época de máximo esplendor, hace unos 3.800 años, estuvo habitada por unas 1.000 personas. En aquel entonces era uno de los asentamientos más grandes de Europa y del Mediterráneo occidental.