Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, 1852 – Madrid, 1934) fue mucho más que un gran científico. Inquieto, rebelde y con una enorme fuerza de voluntad, el nobel español sentó las bases de la neurociencia moderna con sus investigaciones, pero también tuvo tiempo para cultivar otros intereses, como la pintura, la fotografía, la gimnasia o la literatura.
En concreto, su “manía literaria”, expresión que empleó en su autobiografía, le llevó a ser un ávido lector, escribir ensayo y ficción y relacionarse con escritores y filósofos de su tiempo. De todo ello se ocupa José Manuel Sánchez Ron, físico teórico, historiador de la ciencia y académico de la lengua, en las páginas de Cajal y la emoción de los libros. Encuentros y desencuentros literarios de Santiago Ramón y Cajal.
Este nuevo título, publicado en abierto por Editorial CSIC para celebrar el Día del Libro 2024, describe la fascinación por la lectura que el científico sintió desde la infancia. De niño, Cajal tuvo que ingeniárselas para leer el Quijote, Robinson Crusoe o Los tres mosqueteros a espaldas de su estricto padre, que consideraba la literatura y el arte una pérdida de tiempo.
En la bien nutrida biblioteca de un vecino confitero, descubrió un interés por los libros que nunca abandonaría y que le llevaría a leer a los clásicos, a exaltarse con el romanticismo para luego renegar de él o a estar al día del panorama literario durante toda su vida.
Además, aunque con dudas sobre sus dotes como escritor, Cajal se atrevió a escribir y publicar obras no científicas, incluidos textos próximos a la ciencia ficción, como sus Cuentos de vacaciones o el relato La vida en el año 6.000. Convertido en figura pública gracias a sus investigaciones, también se carteó y mantuvo diálogos con personalidades del ámbito cultural: Unamuno, Azorín, Echegaray, Ortega y Gasset, Pío Baroja, Emilia Pardo Bazán o Concha Espina.
Esas relaciones estuvieron marcadas por los encuentros y los desencuentros, al igual que lo que le ocurrió con la Real Academia Española (RAE). Elegido como académico de la lengua en 1905, Cajal nunca llegó a ocupar su sillón ni a leer su discurso de ingreso, pese a que se le reclamó en numerosas ocasiones.
Al hilo de este nuevo título de la serie 23 de abril, conversamos con José Manuel Sánchez Ron, autor de más de 60 libros sobre la historia de la ciencia, como El mundo después de la revolución. La física de la segunda mitad del siglo XX (Pasado & Presente, 2014), Premio Nacional de Ensayo; miembro de la RAE; académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; y académico numerario de la Académie Internationale d’Histoire des Sciences de París.
Hablamos de Cajal y la literatura, pero también de la situación de su legado, del patriotismo del nobel español o de la actitud que tuvo hacia las mujeres.
En España, ¿sabemos realmente quién fue Cajal o a la mayoría solo nos suena de nombre?
Yo creo que es un personaje bien conocido. Prácticamente en todas las ciudades hay una calle, una avenida o una glorieta Ramón y Cajal. Por lo menos en popularidad, el nombre de Cajal permanece en la memoria histórica de España y del mundo. Su ciencia, sus logros en histología, están hoy tan vivos como en el pasado y aparece en referencias, libros y artículos internacionales.
Otra cosa es que en España se conozca algo de lo que hizo y de cómo vivió, porque su vida fue realmente muy variada. No solo estuvo dominada por su ciencia, también por muchas otras actividades. Me gustaría, ciertamente, que se conociera más de la obra y la biografía de Cajal.
En este libro hablas de la pasión de Cajal por la literatura, de su “manía literaria”. ¿Qué papel jugaron los libros de ficción en la vida de Cajal?
Basta con leer su fenomenal autobiografía, Recuerdos de mi vida, para ver lo mucho que estuvo interesado en literatura: sus lecturas, sus escritos literarios y las relaciones que mantuvo. En este librito me ocupo de las relaciones que tuvo, sobre todo a través de cartas, con Baroja, Azorín, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Emilia Pardo Bazán… Hay que decir que no es una maravilla como escritor, pero sí es sincero. Esto se ve en su autobiografía, de la que publicó el primer tomo, Mi infancia y juventud, en 1901 y que amplió en 1917 con Historia de mi labor científica.
También en uno de sus primeros libros: La vida en el año 6.000 [escrito entre 1878 y 1884], en el que la imaginación de Cajal se dirige al futuro. O en otros escritos, digamos, de ciencia ficción, en los que vemos la personalidad de Cajal y su imaginación: los cinco relatos reunidos en Cuentos de vacaciones [publicados en 1905], que retomaban un interés que había manifestado en artículos que firmó con el pseudónimo de Doctor Bacteria a finales de la década de 1870 y principios de los 80.
Y hay otras obras, como Charlas de café, de 1921, que reúne máximas, comentarios, historias o historietas, o el conmovedor El mundo a los ochenta años, publicado en 1934, el año en que muere Cajal. Es desgarrador porque se ve cómo era consciente de su caída, de la pérdida de facultades. En este libro habla de la pérdida de vista, de oído, de sensibilidades, de manera que es un libro triste pero lúcido, como siempre fue él.
A lo largo de los años, ¿hay en sus escritos un desfallecimiento de la voluntad?
Sí. Él era consciente, no perdió la lucidez en ningún momento. Eso es bueno, porque uno piensa que siempre es agradable no perder la propia identidad, pero también tiene su lado oscuro: el darse cuenta de que ya no se es el que fue. Y Cajal fue muchas cosas: un excelso científico, un literato, un jugador de ajedrez, un gimnasta, un fotógrafo… con una energía envidiable.
Si tuvieras que destacar algunas de las lecturas literarias que más le influyeron, ¿cuáles citarías?
Es difícil, porque en su afán de estar al día él sigue la literatura española, pero creo que los libros de Julio Verne le influyeron mucho. Cajal se refiere ampliamente a ellos en sus memorias y es posible que fueran importantes para que él imaginara mundos futuros posibles, como en La vida en el año 6000 o en Cuentos de vacaciones. Aun así, leyendo la correspondencia y sus memorias, es manifiesto lo muy instruido o muy leído que estaba en los clásicos de la Antigüedad griega y romana.
¿Qué significó el Quijote para Cajal?
En uno de los capítulos de este libro me detengo en la conferencia que Cajal dio [en 1905] sobre el Quijote y el quijotismo. Representaba para él muchas cosas, como para tantos otros. Es una parte de la grandeza de esta obra. No solo por eso que se dice de que es la primera novela de la historia de la literatura, sino porque representa la generosidad, el desprendimiento, el afán de aventura… También el patriotismo, y Cajal fue siempre un patriota español.
Aunque no aparece de manera manifiesta en el Quijote, el patriotismo está ahí detrás, porque Don Quijote es un manchego que sale por los campos de España buscando justicia, la justicia que él pensaba, y eso se manifiesta constantemente en Cajal. En otra obra que no he mencionado hasta ahora, las Reglas y consejos sobre la investigación científica, su discurso de entrada en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales [pronunciado en 1896], del que continúa habiendo innumerables ediciones, Cajal da muchos consejos para que su patria sea mejor.
¿Cuál es la visión de España que tiene Cajal?
Él creía que España sería mucho mejor si avanzase su ciencia. Para él fue una tragedia la pérdida en 1898 de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, y la derrota frente a Estados Unidos. En esa ocasión salió a la tribuna con artículos en la prensa en los que dijo que “la media ciencia causa ruina”. Como regeneracionista tenía conciencia de que una de las causas de la derrota era que la ciencia y la técnica hispanas no estaban suficientemente desarrolladas.
En el congreso de los diputados, en el mismo 1898, el diputado Eduardo Vincenti dijo algo así como que no hemos sido derrotados por los estadounidenses en el campo de batalla, sino en el laboratorio. De manera que Cajal defendió siempre la ciencia como un instrumento para que su querida España fuera mejor.
¿Por qué consideras su autobiografía una de las mejores escritas por un científico a lo largo de la historia?
Por la extensión, por la sinceridad y por cómo cubre todo tipo de detalles. Por ejemplo, los muchos vaivenes de la relación con su padre. Cajal fue un niño rebelde, muy rebelde, y su padre fue muy autoritario; un hombre que se transformó de pastor en médico con gran esfuerzo y a golpe de voluntad, y que quería imponer eso a sus hijos, en particular a Santiago.
En su biografía aparece no solo la ciencia, sino también su vida, sus relaciones, la política… y eso es algo poco frecuente. Otra autobiografía maravillosa es la de Charles Darwin. Es muy conmovedora, pero es mucho más breve y ahí Darwin habla sobre todo de su ciencia y sus ideas.
Cuentas que Cajal fue elegido como académico de la lengua en 1905, pero que nunca llegó a tomar posesión de su sillón. Parecía que buscaba excusas para no leer su discurso de ingreso. ¿Por qué?
Es sorprendente, porque Cajal leyó muy pronto su discurso después de ser elegido en la Academia de Ciencias. En la Academia de Medicina tardó un poco más, pero también lo leyó. Sin embargo, en 1905 fue elegido para ocupar la silla de Valera en la Real Academia Española (RAE) y él, que tanto valoraba la literatura y que había hecho sus pinitos literarios, nunca leyó su discurso. Se quedó como electo.
En el Archivo de la RAE se ve que se le reclamó muchas veces y que él siempre decía: lo voy a hacer, pero mi mala salud me lo impide… En 1905 su salud no era mala en absoluto. Encontraba excusas, pero es algo que no comprendo bien. Tal vez se sentía intimidado por la compañía de aquel entonces en la RAE. El hecho es que es una de las carencias en la nómina de Cajal.
Él no se tenía en alta estima como escritor. Era muy modesto…
Sí, era modesto y lo dice muchas veces en sus cartas, pero aun así se ofendía cuando se criticaba severamente algo de lo que escribió. En el libro cito una carta que escribió a Baroja, que parece que nunca llegó a enviar, en la que arremete contra él porque había criticado muy duramente una de las ediciones de Reglas y consejos.
Tuvo muchas relaciones con autores vinculados a la generación del 98 y del 14. ¿Qué conexión hubo con Ortega?
Fue una relación tardía y de respeto. No tan temprana como con Azorín o Baroja. Se intercambiaron libros y Cajal admiraba mucho la lucidez y el estilo literario de Ortega. Yo diría que no puede ser menos, porque Ortega fue un literato extraordinario y también un hombre que entendió como pocos la realidad española e internacional.
¿Qué nos dice la figura de Cajal de la interacción entre ciencia y arte?
Cajal se vio muy atraído por el dibujo desde joven. Tenía facultades para ello. Han sobrevivido algunos cuadros sobre otros temas, pero es sobre todo en sus cientos de dibujos histológicos, con los que incluso se han hecho exposiciones, donde se comprueba ese arte. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas guarda una gran parte. Son dibujos de las neuronas de todo tipo de animales, perros, gatos, lagartos, pájaros y también de niños pequeños que fallecieron de manera temprana. Son dibujos de ciencia, pero al mismo tiempo son obras de arte en sí mismas.
Siempre has denunciado que Cajal no cuenta con el reconocimiento público que merece, pero en los últimos tiempos se han dado pasos como el depósito de su legado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el anuncio de que en 2025 se inaugurará el Museo Cajal. ¿Cómo valoras estas medidas?
Bien, positivamente. ¡Cómo no voy a valorarlas! El Museo Cajal es una cuenta pendiente que tiene la sociedad española, pero no es la única, ni acaso la más grave. Lo que considero una tragedia es que su casa en Alfonso XII –estuve una vez y estaba repleta de recuerdos, de libros con anotaciones de Cajal– se haya vendido y se haya convertido en pisos de lujo. Y lo que es incomprensible y una vergüenza histórica es que al menos parte de esos libros con anotaciones aparecieran poco después en El Rastro madrileño. Eso no puede ocurrir.
Es una vergüenza de la familia y es una vergüenza de los gobiernos, que sabían de esa situación y la permitieron. Cajal pertenece al grupo de los grandes de la ciencia de todos los tiempos. Está junto a Newton o Einstein. Pero no hay una edición anotada, verdaderamente científica, de sus escritos. Apareció hace unos pocos años un libro con algunos ejemplos de su correspondencia, editado por mi gran amigo fallecido recientemente Juan Fernández Santarén. Pero eso es todo. Hubo intentos de hacer una edición anotada de sus escritos, pero por diversas causas quedaron en nada. La familia, ciertamente, no ayudó.
Da la impresión de que Cajal solo leía autores masculinos. Incluso a Concha Espina llega a recomendarla para el Nobel, pero no lee sus novelas. ¿Es así?
Desde luego, las referencias que hace en sus memorias y lo que yo conozco de su correspondencia está protagonizado básicamente por hombres. Es verdad lo que dices de Concha Espina. También hay una relación de respeto, aunque no muy intensa, con Emilia Pardo Bazán… Hay que tener en cuenta que Emilia Pardo Bazán en algún escrito se opone furibundamente al evolucionismo de Darwin. Pero, sí, en ese sentido tristemente Cajal fue un hombre de su tiempo, un tiempo en el que el papel de las mujeres estaba muy subyugado por el hombre.
¿Cuál era la actitud general de Cajal hacia las mujeres? En sus escritos hay muchas alusiones a que el mejor destino de las mujeres es el hogar. Sin embargo, él reconocía que tenían la misma capacidad intelectual que los hombres y tuvo varias discípulas…
Con respecto a las mujeres se pueden encontrar las dos cosas. Lo mismo que en Echegaray, el mejor matemático español del siglo XIX, pero que, por así decirlo, se ganó la vida con la literatura y la política. En ambos podemos encontrar los dos tipos de manifestaciones: las mujeres son capaces, pero las adorna sobre todo su belleza, el recato y esos supuestos atributos exclusivamente femeninos. Es difícil ir más allá de tu tiempo, sobre todo cuando eso te beneficia, porque el papel secundario de las mujeres ha beneficiado y beneficia a los hombres.
¿Qué libro contemporáneo le hubiera gustado leer a Cajal?
Es una buena pregunta. Hay varios referidos al mundo científico que probablemente le hubieran gustado: El gen egoísta, de Richard Dawkins, y La falsa medida del hombre, de Stephen Jay Gould. Entre sus muchas aficiones estaba la astronomía. De hecho, parte del dinero que ganó con el Premio Nobel lo empleó en comprarse un telescopio que durante mucho tiempo estuvo en la entrada del Instituto de Óptica del Consejo.
En ese sentido le hubiera gustado leer libros como Cosmos, de Carl Sagan, o Los tres primeros minutos del universo, de Steven Weinberg. Hay muchos libros actuales de ensayo, divulgación, historia de la ciencia o filosofía que habrían despertado el interés de Cajal… Y, en cuanto a descubrimientos, le habría fascinado el descubrimiento de la estructura de la doble hélice, del ADN como la molécula de la herencia.