Investigadores del grupo Ecología Forestal y Dinámica del Paisaje de la Universidad de Jaén analizan los diversos factores que modulan la vulnerabilidad de los bosques forestales frente al cambio climático. El objetivo es generar protocolos de intervención y tratamientos que mejoren la adaptabilidad de los bosques y que reduzcan los fenómenos de decaimiento y mortalidad que se aprecian en los árboles como consecuencia del mismo.
El investigador y responsable del grupo de la UJA, José Antonio Carreira de la Fuente, explica que se está observando en áreas forestales de todo el mundo una cierta tendencia a la vulnerabilidad climática. “Se aprecian fenómenos de decaimiento forestal, con alteraciones en la velocidad a la que se produce en engrosamiento de los troncos de los árboles, la altura que alcanzan, la disminución de su porcentaje de follaje habitual o su resistencia a la sequía, entre otros rasgos, vinculados con el estrés climático”, indica el experto. En este sentido, Carreira de la Fuente subraya que la principal finalidad de la investigación es conocer a fondo los procesos y mecanismos naturales implicados en esta vulnerabilidad, reconocidos como moduladores del cambio, para corregir a tiempo este decaimiento y evitar que derive en la mortalidad de los árboles.
Muchos de estos factores moduladores están relacionados con la propia estructura de las masas forestales. “En estructuras más diversas, con árboles de distintas especies, diferentes tamaños y con distintas distancias entre ellos, las relaciones de competencia de los árboles por conseguir luz y agua son más asimétricas, y la tendencia a la mortalidad es menor que en bosques más uniformes, dónde los árboles tienen más o menos la misma edad, la misma altura y la misma distancia entre sus troncos”, detalla José A. Carreira.
Este proyecto de investigación se enmarca dentro del Programa Retos, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, y cuenta con la colaboración de Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), el Instituto Pirenaico de Ecología (Zaragoza) y diversos centros de investigación de Suiza, EEUU y Reino Unido, entre otras entidades. Hasta la fecha se han analizado bosques del Sur de España (Serranía de Ronda, Sierra Mágina, Sierra de Cazorla, Sierra de Baza) y diversas áreas forestales del Norte de África, Turquía, Finlandia o Suiza, entre otros enclaves. El investigador de la UJA subraya al respecto que aunque cada masa forestal tiene sus propias características, comparando resultados se puede adquirir un conocimiento mucho más detallado acerca de la vulnerabilidad de los bosques al estrés climático.
De esta manera, y según explica el experto, en España a partir de los años 50 se produjo un abandono del mundo rural en el que se redujeron mucho los manejos tradicionales del bosque (ganado, tala de árboles no industrial ni masiva…). “No ha habido una política muy planificada en el manejo de los bosques y por lo tanto la tendencia ha sido a una fuerte densificación de las masas forestales con estructuras muy cerradas que incrementan la vulnerabilidad climática”.
Esta situación contrasta con la de los bosques analizados en la Cordillera del Rif y del Atlas (Norte de África), donde todavía persisten los usos humanos tradicionales y donde no se observan los mismos síntomas de decaimiento forestal que aquí. “Paradójicamente aquellas áreas forestales en las que se aplican políticas de conservación ambiental más estrictas, como es el caso del Sur de España, los bosques se vuelven más vulnerables que en algunas zonas donde no se aplican estas medidas y donde ha persistido la intervención humana pero de baja intensidad”, destaca el experto de la UJA.
Este mismo caso se da en otras zonas forestales del Sur de África, California, Chile o Australia que han tenido una corta tradición de actividad humana y que, tras el cese o la disminución de ésta, sus bosques se están volviendo más densos y por lo tanto la competencia es mayor y el índice de decaimiento y mortalidad de los árboles también. “Las perturbaciones, siempre que sean del tipo y la intensidad adecuada, ayudan por lo tanto a la estabilidad de los ecosistemas”, señala el investigador, quien añade que el fuego, igualmente, también juega un papel importante desde el punto de vista evolutivo para la estabilidad de los bosques en la región Mediterránea.
A partir de este trabajo se han puesto en marcha diversas prácticas experimentales en determinadas áreas de la Serranía de Ronda destinadas, precisamente, a reducir el nivel de competencia de los árboles por el acceso a la luz, el suelo y el agua, y a hacerlos más resistentes a la sequía. En este sentido, este proyecto de investigación parte de una perspectiva integrada en la que se tienen en cuenta tanto patrones relacionados con el paisaje y la estructura de los bosques, como el estudio molecular y genómico de los árboles. La meta, en definitiva, es usar esta información para crear programas de intervención y protocolos que las administraciones forestales puedan implantar en sus políticas de acción. Además, se persigue concienciar a la población sobre la importancia de comprender cómo interaccionan los bosques con el cambio climático, y la pérdida de servicios ecosistémicos fundamentales (secuestro de Carbono, provisión de madera, regulación hidrológica, etc.) que ello puede conllevar.
En el caso de los bosques andaluces, el experto de la UJA señala que estos se caracterizan, comparativamente a la escala global, por su gran diversidad, tanto de carácter paisajístico como a nivel de especies, que es fruto de la gran variabilidad de condiciones ambientales y de usos ancestrales del territorio que se da en el Sur de la Península. Por otro lado, la principal debilidad de estas regiones forestales es que se hallan en un área de transición climática, es decir, una zona particularmente vulnerable a los cambios de índole climática. De ahí la importancia de este tipo de investigaciones.