Identifican una proteína esencial en la regulación de la obesidad

Los efectos de esta proteína se han comprobado en un estudio con ratones y se ha descubierto que podría ayudar a controlar la obesidad.

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La obesidad es una patología que afecta a más de mil millones de personas en el mundo y está considerada por la Organización Mundial de la Salud como una prioridad en el ámbito de la salud pública. Además, constituye un factor de riesgo para diferentes enfermedades lo que supone limitaciones en la expectativa y calidad de vida de las personas afectadas. Identificar los factores moleculares implicados es esencial de cara al desarrollo de terapias que permitan su regulación y control. Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto la proteína clave en el desarrollo del tejido adiposo y tiene capacidad de prevenir la obesidad incluso en situaciones de alimentación con dietas enriquecidas en grasas.

La obesidad es un factor de riesgo para diferentes enfermedades.

El trabajo, que describe las funciones de esta proteína fundamental para el desarrollo del tejido adiposo, se publica en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), y ha sido fruto de un estudio realizado en ratones genéticamente modificados, que han servido para identificar este gen que puede ayudar a prevenir la obesidad.

Cuál es la proteína clave para el desarrollo del tejido adiposo y la prevención de la obesidad

La proteína clave para el desarrollo del tejido adiposo y con la capacidad de prevenir la obesidad es Dido1. Thierry Fischer, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), explica que “el foco de nuestro laboratorio es el desarrollo de células madre y en los trabajos previos sobre la función de Dido1 habíamos observado que los ratones con mutaciones en el extremo amino terminal de la proteína presentaban un fenotipo diferencial: eran más delgados que los ratones silvestres”. “Por este motivo decidimos comprobar cuales eran las diferencias en su metabolismo”, continua Fischer. 

El tejido adiposo es el principal órgano de almacenamiento de grasa y desempeña un papel fundamental en la regulación del metabolismo sistémico y en las enfermedades relacionadas con la obesidad. “Un tejido adiposo disfuncional puede inducir un exceso o una reducción de la grasa corporal (también llamada lipodistrofia). En este estudio, identificamos que la delgadez de los ratones mutantes se debe a una disminución del tejido adiposo y baja presencia de lípidos en sangre, incluso cuando sus condiciones de alimentación incluyen una dieta rica en grasas”, explica el investigador del CSIC.

Imagen en la que se observa el desarrollo de los adipocitos (fluorescencia verde) en tejido adiposo procedente de un ratón con mutaciones en la proteína Dido. / María Ángeles García – CNB-CSIC.

Además, Gema Medina-Gómez, científica de la Universidad Rey Juan Carlos comenta: “Hemos visto que cuando se realizan estudios del gasto energético e ingesta de los animales en jaulas metabólicas, los ratones mutados tienen más dificultades para utilizar los lípidos de la dieta de forma eficiente. Prefieren utilizar hidratos de carbono”. Otro de los interesantes hallazgos del estudio para Guadalupe Sabio, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) es que “la alteración de la grasa, además de provocar delgadez, resulta en una ligera hipotermia en estos animales”.

Estos resultados, si bien se han obtenido en ratones experimentales, pueden tener importantes implicaciones terapéuticas en patologías metabólicas. Este modelo difiere de otros modelos de ratones lipodistróficos previamente publicados y podría constituir un nuevo sistema para la investigación y desarrollo de intervenciones terapéuticas dirigidas. “El desarrollo de este modelo puede ser muy útil para entender mejor la regulación del almacenamiento y la distribución de la grasa», explica María Ángeles García-López, también investigadora del CNB-CSIC y primera autora de la investigación.

La obtención de estos datos se ha logrado mediante la combinación de diferentes tecnologías punteras, y la colaboración con los grupos de investigación de Guadalupe Sabio en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y de Gema Medina-Gómez en la Universidad Rey Juan Carlos de Alcorcón.