Las estrellas se clasifican en distintos tipos según su temperatura, en una secuencia –OBAFGKM– donde la O corresponde a las estrellas más calientes, con hasta treinta mil grados, y la M a los astros más fríos, cuya superficie no supera los tres mil grados; el Sol, una estrella mediana de tipo G, mantiene una temperatura de unos seis mil grados. Hasta hace poco se pensaba que las estrellas más calientes no presentaban actividad estelar superficial como el Sol, que muestra manchas o fulguraciones (eventos explosivos que liberan, en pocos minutos, la energía de millones de bombas de hidrógeno). Ahora, un grupo de investigadores han hallado una estrella pulsante de tipo A que presenta, ocultas entre sus pulsaciones, fulguraciones varios millones de veces más intensas que las del Sol.
Se cree que el campo magnético solar, responsable de la actividad de nuestra estrella, se produce por una mezcla de factores, entre ellos la presencia de lo que se conoce como zona convectiva, una capa que abarca el 30% más externo de radio del Sol, así como el distinto ritmo de rotación entre esta región y la contigua y más interna (la región radiativa).
“Hasta hace poco se pensaba que las estrellas con una temperatura por encima de los siete mil grados no podían presentar actividad estelar superficial ya que sus capas convectivas son demasiado delgadas para generar campos magnéticos suficientemente intensos”, apunta Eloy Rodríguez, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) que encabeza el trabajo.
Sin embargo, las observaciones proporcionadas por la misión espacial Kepler (NASA) durante los últimos años han permitido detectar la existencia de actividad estelar superficial en gran número de estrellas calientes de tipo A, e incluso de tipo B, que en principio carecen de zona convectiva. Estas observaciones no solo sugieren la existencia de manchas en las superficies de estos tipos de estrellas calientes, sino que también se han detectado fulguraciones en algunas de ellas. “Esto indica la existencia de campos magnéticos superficiales en estos objetos, lo que contradice la teoría y nuestro conocimiento actual sobre estrellas con envolturas totalmente radiativas”, señala Eloy Rodríguez (IAA-CSIC).
El estudio, encabezado por investigadores del IAA-CSIC, se ha centrado en una muestra de estrellas observadas con Kepler en el cúmulo estelar NGC 6811, con observaciones en alta cadencia, de una observación cada minuto. Esto ha permitido detectar actividad estelar en un gran porcentaje de estrellas de tipo A presentes en el cúmulo, pero, además, ha revelado por primera vez fulguraciones ocultas entre las pulsaciones de una estrella variable, conocida como KIC 9716385.
Las pulsaciones estelares son variaciones periódicas en la luminosidad de una estrella, producidas por ondas de presión o de gravedad propagándose en su interior. En el caso de ID36, estamos hablando de una estrella variable de tipo Delta Scuti que muestra más de cien modos de pulsación.
“Solo cuando extrajimos, de las curvas de luz originales, las variaciones de luminosidad debidas a las pulsaciones, vimos claramente las fulguraciones. Detectamos diez fulguraciones a lo largo de los dieciocho meses de observación con Kepler, con una distribución irregular en el tiempo: pueden ocurrir dos o tres fulguraciones en pocos días seguidas largos periodos de inactividad, algo similar a lo que ocurre en las estrellas enanas M, objetos mucho más fríos y donde la actividad estelar es común”, apunta María José López-González, investigadora del IAA-CSIC que participa en el estudio.
La energía emitida durante las fulguraciones de KIC 9716385 es de hasta varios millones de veces más intensa que la de las fulguraciones solares típicas, de modo que estamos hablando de superfulguraciones. Muestran las características habituales de estos eventos explosivos, con un aumento rápido de brillo y un desvanecimiento progresivo: la duración media oscila entre los veinte y los cincuenta minutos, pero el máximo de energía se alcanza en apenas cinco minutos.
“El caso de KIC 9716385 abre la posibilidad de encontrar casos similares, es decir, estrellas pulsantes de corto periodo con fulguraciones enmascaradas por las pulsaciones. Sin embargo, a día de hoy este objeto es el único encontrado y es posible que continúe siendo un caso único por bastante tiempo, teniendo en cuenta el nivel actual de precisión fotométrica y la disponibilidad actual de series temporales suficientemente largas y de alta cadencia de muestreo”, concluye Eloy Rodríguez (IAA-CSIC).