La subida del precio de la luz experimentado en pleno temporal de frío hace pensar en alternativas energéticas más baratas, y una de ellas, sin duda, es el gas.
En la actualidad, el gas es una de la energía más empleada en el centro de Europa, donde la mayoría de las ciudades cuentan con una red gasística con una larga tradición.
En nuestro país, el gas está muy extendido, pero con las tradicionales bombonas de butano, no tanto a través de las redes instaladas en muchas ciudades.
A veces, resulta complicado dejar de lado el termo eléctrico para el agua caliente o la vitrocerámica eléctrica. Pero hay argumentos para ello, porque el gas es la fuente energética más barata, entre otras razones, por su eficiencia, que se traduce en un menor consumo de energía y, cómo no, una factura más reducida.
Por ejemplo, frente a los termos eléctricos, el gas cuenta con la ventaja de utilizar solamente la energía que se demanda, ya que no es necesario mantener un volumen de agua a cierta temperatura en un depósito.
Algo parecido ocurre con las hornillas de gas, con las que la llama permite un calentamiento más rápido de las ollas y sartenes, con lo que se gana rapidez en la cocina y se reduce en consumo.
La calefacción de gas también representa una fórmula interesante para los hogares, sobre todo con los sistemas avanzados, que vienen equipados con un sistema para mantener la temperatura deseada en el interior del hogar.
Aunque, sin duda, el uso menos conocido del gas es como fuente energética para los llamados gasomésticos, es decir, electrodomésticos que utilizan el gas natural como fuente de energía.
Esta fuente energética es fiable y totalmente segura. Pero hay otra ventaja más. Nunca se va a sufrir un corte de suministro, algo difícil de garantizar cuando se trata de electricidad.
