¿Quién controla la energía?

    El anuncio del Gobierno de la Nación de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña está levantando ampollas en el debate energético. Los partidarios de que España se llene de grandes centrales nucleares han encontrado el momento de lanzar su particular cruzada para que sea ésta la fuente energética que sustituya progresivamente a las energías fósiles, en lugar de hacerlo las energías renovables.

    Pero el problema no es cerrar o no Garoña, cuya actividad podría prorrogarse si así lo determina el Consejo de Seguridad Nuclear. Lo importante es el modelo energético que está en juego con esta central de fondo. A un lado la grandes eléctricas, que están financiando a unos medios de comunicación exhaustos en tiempos de hecatombe económica, y un foro nuclear, para que introduzcan en la sociedad la cuña del debate sobre la energía nuclear. Con todos los medios a su favor los pronucleares bombardean a la sociedad con que este tipo de energía es infinitamente más barata que la renovable, y apuntan a donde duele, el recibo de la luz. 

    Dicen que todos los países del mundo apuestan por ella, y que es muy segura. No dicen que España no tiene Uranio, usado en estas centrales para generar energía eléctrica, con lo que sería energéticamente dependiente como lo es del petróleo. No dicen que los residuos nucleares tardan dos mil años, e incluso más, en desaparecer, dejando a las generaciones venideras un regalo enterrado para que lo gestionen ellos. No hablan de arquitectura bioclimática, y de medidas que avancen a ahorrar y optimizar la energía. 

    No dicen los problemas de seguridad que genera por ser siempre objetivos de posibles ataques terroristas. No dicen, y hay que recordarlo, la catástrofe que sería un accidente nuclear. Y tampoco dicen que la investigación dirigida a desarrollar este tipo de energía puede pasar de un uso civil a otro militar de un día para otro. Además, a los pronucleares ahora les preocupa el cambio climático, y dicen que es la energía más limpia para luchar contra él. También que los “molinillos”, como los llaman algunos despectivamente, causan un gran impacto ambiental, sobre todo visual. Tampoco dicen que España ha dado un salto de gigante en producción de energías limpias, y que la mayor planta solar del mundo, que se construirá en Estados Unidos, la hará una empresa española. 

    En el fondo de todo este debate no está sólo la fuente energética, sino también quién controla la energía. Las eléctricas quieren que éste siga estando basado en grandes plantas que ellos controlan, frente a otro en el que el Estado las obliga a comprar a pequeños productores la energía renovable. ¿Se imaginan que las energías alternativas se empezaran a implantar en serie, que su coste bajara en picado, y que cada techo de edificio o nave industrial estuviera cubierto de paneles solares produciendo energía, y las eléctricas obligadas a comprarla en lugar de producirla ellas en sus grandes plantas nucleares? Ese es el verdadero debate, el control de la energía, el motor del mundo junto con el agua. 

    En Almería Endesa ha sido reticente a crear nuevos tendidos eléctricos para evacuar la energía de los parques eólicos, y ha puesto trabas a productores de energía solar para suministrar en la red la energía producida a pequeña escala. ¿Cómo no va a ser más rentable producir la energía en el mismo sitio que se consume, que transportarla cientos de kilómetros a través de grandes redes después de producirla en grandes centrales eléctricas? Los próximos años van a ser decisivos en este debate, y Almería tiene mucho que decir en favor de las energías renovables.

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