Este fósil de Stenorhynchosaurus munozi, descubierto en Boyacá (Colombia) era un reptil marino, o pliosaurio, que podía medir ocho metros, tenía un cuerpo largo y robusto, y su rasgo más distintivo era su gran cráneo con hocico alargado y estrecho. Tanto estas características como sus dientes permiten determinar que se alimentaban de peces pequeños. Se cree que el grupo al que pertenece la especie encontrada en Colombia se extinguió hace cerca de 90 millones de años, durante una época de grandes cambios en la fauna marina.
El investigador Cristian David Benavides Cabra, geólogo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), y un grupo de investigadores liderados por la profesora María Páramo Fonseca, del Departamento de Geociencias, se interesaron por estos rasgos de un fósil resguardado en el Museo Paleontológico de Villa de Leyva y que no se había descrito o caracterizado desde su hallazgo en la década de 1990, y que parecía tener una serie de particularidades no observadas en los otros descubrimientos de la zona, lo cual lo acercaría a especies que habitaron en los antiguos mares rusos.
“No se sabía a ciencia cierta de dónde venía el fósil, lo único que se conocía era que hace muchos años algunos miembros del Museo lo encontraron en la quebrada La Yuca, así que contactamos a esas personas para que nos contaran un poco más sobre lo que se había hecho, y llegamos al lugar para determinar la edad de las rocas y tener una huella más legible del hallazgo”, asegura el geólogo.
Al analizar las rocas calcáreas de la quebrada, llamadas así porque tienen un alto contenido de carbonato de calcio formado por restos de conchas y esqueletos de organismos marinos, se determinó, por medio del estudio de las amonitas, que estas rocas son de la edad geológica del Barremiano, enmarcada hace unos 125 y 121 millones de años atrás.
Esto permitió identificar que el animal al que pertenece el fósil vivió durante esa época, que se dio en el Cretácico inferior, edad de la que hasta hace 10 años se conocía muy poco sobre este tipo de reptiles marinos, pero en la que Colombia se ha convertido en un referente por sus hallazgos y estudios.
“El descubrimiento de estos fósiles se da sobre todo en regiones más secas o desérticas, pues las rocas no están cubiertas por vegetación; en regiones como Villa de Leyva y sus alrededores son abundantes, no solo pliosaurios sino también de otros reptiles marinos, situación similar a lugares como el desierto de la Tatacoa y la región de la Alta Guajira”.
“Contrario a lo que se creía, esta especie tiene cinco dientes premaxilares y no cuatro; además, los dos dientes más anteriores, en la punta del hocico, son procumbentes, es decir que apuntan hacia delante de la boca y no hacia abajo, lo cual solo se había visto en la especie Luskhan itilensis, hallada en Rusia”, explica el experto.
Añade que esto es muy relevante porque revela un vínculo y posible origen asociado con los pliosaurios de ese país, un hecho sin precedentes que ayudaría a armar el rompecabezas de las grandes migraciones marinas de estos reptiles en aquellas épocas que hasta ahora el hombre puede reconstruir.
“El fósil que analizamos tiene 15 m de longitud y 10 m de alto, y sus dientes son de alrededor de 6 cm, con una cara aplanada que termina en dos crestas marcadas, que son adaptaciones para cortar mejor la carne, lo cual sigue acercándolo a los fósiles de Rusia, contrario a otras especies de pliosaurios encontrados en rocas de Villa de Leyva, que se parecen más a especímenes del Reino Unido y Australia”, expresa.
También se identificó que el fósil es de un subadulto, animal juvenil pero no tanto. El trabajo tomó alrededor de un año, dado que el fósil se sometió al método de preparación química, que emplea ácido fórmico diluido para ir disolviendo la roca calcárea y al mismo tiempo ir revelando el fósil, que siempre se protegió durante el proceso; según el investigador, “aunque esta preparación es más demorada ofrece mejores resultados, por eso vale la pena”.
La investigación fue liderada por la profesora Páramo en conjunto con Héctor Palma Castro, del Departamento de Biología, y Antonio Castañeda Gómez, de la Universidad de Wurzburgo (Alemania). El artículo se puede leer en el enlace: https://revistas.unal.edu.co/index.php/esrj/article/view/105689