Haematococcus lacustris es imperceptible al ojo humano, pero sus beneficios se hacen notar, ya que contiene el que tal vez sea el antioxidante más potente conocido en la actualidad: la astaxitina. Este se obtiene mediante derivados de petróleo o en piscinas en las que existe una mayor posibilidad de contaminación, pero un biólogo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) lo obtuvo a partir de la producción de dicha microalga en condiciones de invernadero.
Esto supone un avance importante en la producción en clima frío para que en el futuro se pueda usar este antioxidante en alimentos o para crear fármacos que ayuden en múltiples enfermedades, pues entre otras cosas, ayuda a que las células estén sanas y no se enfrenten a los daños producidos por factores como la radiación solar, la ingesta desmedida de alimentos poco saludables o el estrés del día a día.
El nombre de H. lacustris proviene del griego y básicamente significa bola roja que está en la lluvia, lo cual tiene mucho sentido, pues en 1845 el botánico alemán Friedrich Traugott Kützing la bautizó de esa manera por su color rojo intenso que recordaba a la sangre, además encontró que a menudo estaba en lugares con agua lluvia, aunque hoy en día tiene un nombre distinto al de esa época.
Tal vez lo único que le faltó al nombre fue su increíble producción de astaxantina, que la microalga sintetiza como una forma de protección ante condiciones adversas, por ejemplo, la escasez de nutrientes o la alta radiación, y que ha demostrado no tener efectos adversos en la salud humana, pues no presenta ninguna toxina que pueda hacer daño, por el contrario, grandes beneficios de su uso en la salud humana.
Generalmente, dicho antioxidante se puede obtener de otras sustancias, pero este proceso significa utilizar compuestos que no son muy buenos para el medioambiente, por lo que se han buscado alternativas sostenibles con estanques inmensos que tienen hélices especiales para cultivar esta microalga, pero el inconveniente es que la contaminación, bien sea del aire, de otras algas o de cualquier cosa, puede afectar esta producción y por ende la obtención del antioxidante.
Sin embargo, la historia está hecha de descubrimientos, y eso lo sabe muy bien el investigador Santiago Saavedra Barbosa, biólogo de la UNAL, quien tiene un marcado interés por las microalgas y su potencial, el cual se desconoce en el país. Con esto en mente y la guía del profesor Luis Carlos Montenegro y los equipos del Laboratorio de Cultivo de Algas, se propuso hacer que ese color rojo lleno de antioxidante tiñera un tanque especial en un invernadero, algo que, con las condiciones de Bogotá, no parecía nada fácil.
No obstante, lo logró, luego de múltiples ensayos y como dicen popularmente “sin perder la fe” en que ocurriría. Para ello utilizó un tanque de agua de 500 litros, en un ambiente en donde el ciclo del sol hizo lo suyo con la iluminación, con una temperatura promedio de entre 20 y 22 °C, las medidas de esterilización necesarias para que nada interrumpiera la producción natural de H. lacustris y un pH neutro.
“Al tanque añadimos fertilizantes como nitrógeno y fósforo, y entre 25 y 30 litros de biomasa de la microalga, cantidad muy importante, porque de lo contrario podría verse afectada por algún hongo que colonice el medio”, asegura el investigador Saavedra.
Para este procedimiento no es necesario usar reactivos analíticos, elementos cotidianos en el laboratorio para estos experimentos, lo cual permite que las investigaciones reduzcan costos y tiempo, porque además no son tan fáciles de conseguir en el país. Este proceso dura alrededor de 10 días, y a los 15 días ya se puede empezar a cosechar o recoger el antioxidante.
Los resultados son muy prometedores, pues durante el análisis riguroso que se debe hacer, tomando muestras todos los días, observando lo que ocurre con un microscopio, y añadiendo una cámara especializada para determinar el crecimiento celular, se identificó que la microalga tiene un crecimiento exponencial en donde sigue teniendo su color verde, pero cuando agota todos sus nutrientes y tiene estrés, la astaxantina aparece, por lo que el agua se pone roja. ¡Eureka!
Como explica el biólogo, H. lacustris produce entre un 3 % a un 5 % del antioxidante por peso seco, lo cual supera con creces a otras bacterias que tan solo llegan a un 1 %.
“Se realizó una guía con toda la información del proceso, para que se pueda potencializar en un futuro en industrias como la alimenticia, lo cual traería grandes beneficios para la salud y el bienestar de las personas”, concluye.