Espectáculo informativo sobre la muerte.

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    El pasado jueves, 18 de septiembre de 2008, nuestro compañero Miguel Ángel Blanco Martín, en las páginas de opinión de "Ideal", edición de Almería, publicó una interesante reflexión sobre el tratamiento informativo del accidente de Barajas. Por su importancia reproducimos a continuación dicho artículo en su integridad.

    Hay demasiado culto a la muerte en este país. Y cuanto más al Sur, más todavía. La muerte es la principal protagonista de la vida. Seguramente las víctimas del trágico accidente del avión de Spanair en Barajas, de este verano, nunca habrían imaginado, porque casi nadie vive con la conciencia de su muerte, que sus sepelios serían titular de portada en los periódicos y que congregarían en cada caso a miles de personas, autoridades incluidas, y con todos los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) allí presentes para dejar constancia. La tragedia ha impuesto las reglas de las circunstancias del accidente y los medios de comunicación se han aprovechado de ello, de forma lamentable en la mayoría de los casos. Si los estudiantes de periodismo quieren saber de qué va lo del sensacionalismo o amarillismo informativo, aquí tienen un ejemplo a analizar en las Facultades de Ciencias de la Información.

      

    Posiblemente si el accidente hubiera ocurrido en otro mes, fuera del verano, y en otro aeropuerto que no fuera el de la capital de España, no cabe duda que el tratamiento no habría mantenido tanta magnitud, aunque me temo que el sensacionalismo habría mantenido un gran peso. El hecho es que se ha vuelto a tocar el corazón del rigor informativo, confundiendo la búsqueda de los hechos, el acercamiento a la verdad, con el espectáculo en torno a la tragedia. Si esto ocurre es porque hay algo en la sociedad que explica estos caminos. Y a la par, algo hay en los fríos cálculos del negocio de las empresas periodísticas que imponen estas formas. Peor es que haya periodistas, a título personal, que piensan que el tratamiento informativo tiene que ser así porque, dicen, es lo que vende. Hoy día, el espectáculo prioritario de la información se lo reparten los sucesos, el chismorreo de los famosos y el fútbol.

    Ya han surgido varios artículos en prensa que han mostrado su rechazo al espectáculo montado. La Federación de Asociaciones de la Prensa de España ha hecho un llamamiento público y anuncia un debate profesional sobre lo ocurrido. En esa misma línea crítica se han situado el Colegio de Periodistas de Cataluña y representantes de la profesión en Televisión Española (TVE), aparte de las quejas  de la asociación de familiares de las víctimas.

    Que las televisiones privadas nacionales, por ejemplo, se hayan explayado en el sensacionalismo, no es de extrañar. Suelen moverse en estos derroteros desde sus principios. Más extraña es la actitud de TVE (la pública), que ha recibido críticas de muchos lados porque, dicen, estar falto de reflejos en los comienzos de la noticia. Al final cortó la programación de la Primera, tras el telediario (donde sí se dio la noticia), para seguir el suceso en directo. Aun así, hubo críticas por haber mantenido en la 2 la conexión desde China con los Juegos Olímpicos. Hubo opiniones disparatadas en aquel día, partidarias de suspender el partido Dinamarca-España en Copenhague, y las conexiones de los Juegos Olímpicos. Y para remate, no sé en las demás televisiones, pero fue demasiado el hecho de que la locutora del telediario de las 15.00 horas, del día siguiente, saliera de negro total y con voz de penumbra. Los despropósitos han sido generales. Para remate, todos los medios se han volcado en contarnos las vidas personales de las víctimas. 
     
    He visto una información televisiva recogiendo opiniones en una urbanización malagueña donde veraneó una de las familias del accidente, los entrevistados comentaban que la madre era la alegría de la piscina comunitaria y cosas por el estilo. O una informadora, ante la imagen de un instituto de Jaén, el lugar donde ya no podría tomar posesión como profesora otra víctima. Periódicos, televisiones nacionales y locales, emisoras de radio han recorrido los pueblos originarios de las víctimas, con los vecinos dando detalles personales según lo casos. Informaciones de esta línea ha habido para dar y tomar. Y eso sin contar, por ejemplo, el no va más del morbo, con los informadores metiendo los micrófonos y grabadoras en la cara de familiares el mismo día del accidente para que dijeran algo. Alucinante

    Si a eso sumamos, que lo Reyes y el presidente del Gobierno suspenden su vacaciones, como el jefe de la oposición y la mayoría de los dirigentes políticos del país, visitando a los supervivientes en los hospitales donde se encontraban ingresados, nos encontramos con el gran espectáculo montado. No es de extrañar la protesta en los medios de uno de los familiares: Yo no necesito políticos, lo que quiero son explicaciones. A todo esto se le ha puesto rúbrica, con un sorprendente funeral de Estado, que sienta un precedente para el futuro en el capítulo de sucesos.

    En esta sociedad de consumo y competición cada vez hay menos sitio para el estoicismo. Prima el espectáculo informativo con un sensacionalismo que arrincona actitudes nobles y rigurosas del periodismo. Da la sensación de que el periodismo es tal cual la sociedad que se está forjando y viceversa; una sociedad que camufla responsabilidades en el anonimato colectivo. Así pues, miserias del periodismo, entre miserias de la sociedad.

     

     

    MIGUEL ÁNGEL BLANCO MARTÍN

    (PUBLICADO EN IDEAL, 18 DE SEPTIEMBRE, PÁGINA 23, 2008)   

     


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