Emilio Pelegrina ha muerto en El Parador, donde felizmente ha vivido, según sus ideales, en el trabajo y conformando una estupenda familia. Pero también Emilio se ocupó durante toda su vida de formarse y de difundir en dos de las más emocionantes aventuras que se plantean en la comarca del Poniente de Almería ahora mismo: La política y la cultura.
Emilio sentía la política como una necesidad vital. Nacido en Yegen (Granada) en 1944 de familia progresista, sufrió en carne propia el terror social y la carestía de recursos y comida de la dictadura franquista. Muy joven emigró para trabajar al norte de España para llegar a vivir en El Parador en la década de 1960, donde participó en la creación y consolidación de los movimientos políticos progresistas, tanto en la dictadura como luego en democracia.
El ideal político de Emilio Pelegrina siempre tuvo un protagonista único: La persona. Con influencias de un cristianismo íntimo, de corazón, consideró que el Estado ha de estar al servicio de la persona en todas las necesidades de la vida, potenciándola tanto en la esfera personal, en la profesional y en su formación humana.
La cultura ha sido otra de las pasiones de Emilio, pero su cultura también fue la cultura de las personas. Su labor en la difusión del trovo y el flamenco ha sido continuada en toda su vida, no solo fomentando y apoyando, sino también viviendo el arte, tocando la bandurria, la guitarra, cantando flamenco o improvisando versos, emocionándose con el arte desde dentro. En este sentido, Emilio desde siempre ha sido un maestro en la cultura de base, en la cultura que es de todos y de todas, y su casa ha sido un lugar de reunión, de diálogo y de aprendizaje que muchísimas personas hemos disfrutado al calor de su sabiduría.
Pero no busques los méritos de Emilio Pelegrina en Internet, porque allí no se ven. Emilio está en los corazones de los hombres y las mujeres que hemos amado y hemos compartido nuestra cultura como pueblo, en la oralidad, esa cultura que nos llega como un precioso regalo de las personas que nos han precedido y que también amaron el progreso colectivo.
Uno de los grandes aciertos de Emilio fue que era muy consciente de que a esa cultura-río que representaba tenía que contribuir enriqueciéndola con su propia experiencia. Y supo que tenía que hacerlo en dos direcciones, una como herencia vital para sus hijos, nietos y todos sus descendientes. Y dos, como elemento de cohesión cultural en el colectivo.
El resultado de esta decisión de dejar una herencia cultural ha sido múltiple. En 2002 me pidió que prepara su primer libro, La luz de mi venero, de poesía, trovo y flamenco, que publicó el Ayuntamiento de Roquetas de Mar. Y durante el año 2014 estuvimos trabajando en su segundo libro, Caminando hacia la eternidad, tan recién publicado por el Ayuntamiento de Alpujarra de la Sierra que a Emilio no le ha dado tiempo a verlo y que su presentación forma parte de las actividades del V Encuentro con Gerald Brenan en Yegen, en este mismo mes.
Pero Emilio estaba contento, sabía que este libro, estructurado como unas memorias y como una reflexión social, significaba un legado muy especial para su familia y sus amigos, para los dos pueblos de su corazón, Yegen y El Parador, y para la cultura del Poniente de Almería y La Alpujarra.
Emilio Pelegrina ya se ha ido, pero nos quedan sus palabras. Y entre sus palabras encontramos el claro ejemplo de su lucha por reconocer el derecho a la dignidad de todas las personas y, también, entre sus palabras nos deja un legado cultural único que nos enorgullece como personas y como pueblo, un legado cultural que dignifica en el compromiso como colectivo a las personas del Poniente de Almería y de La Alpujarra.