Por ello, Don José, viejo acomodador del antiguo Teatro Nacional de Opera, ahora degradado y sin actividad, se propone representar de nuevo el Rigoletto, considerado por él como símbolo del teatro, un oficio de bufones, juglares y payasos, que nada tiene que ver con los artistas histriónicos, intelectuales y realistas que degeneraron la profesión.
Para conseguir materializar sus fantasías y delirios renacentistas, Don José se rodea de un grupo de indigentes que se prestan a ser utilizados en el proyecto a cambio de pernoctar dentro de las ruinas del edificio. Algunos de estos indigentes son músicos que tocan en el metro y esto le servirá para formar la orquesta que acompañará las distintas arias de la ópera según su singular versión.
Desde 1961 el teatro de Joglars ha compaginado dos tendencias que rara vez aparecen juntas: la investigación fuera de cualquier convencionalismo y la popularidad. Conseguir pues un alto índice de audiencia con obras innovadoras desde el punto de vista del estilo y los contenidos ha sido la pirueta más singular de la compañía la cual ha conseguido con creces a lo largo de estos últimos 50 años.