La Antártida es un lugar clave para estudiar la evolución del cambio climático. Este entorno prístino, aislado y libre de la acción humana ofrece un conjunto de elementos para seguir las transformaciones del clima y los cambios que se están dando a escala planetaria. Y una de las especies con más valor en ese sentido es el Parochlus steinenii, el único mosquito que vive en el continente helado, que para los científicos es un centinela del cambio climático y también un testigo de la evolución.
Elie Poulin, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile (UChile), junto a la investigadora postdoctoral, Claudia Maturana, han publicado un artículo sobre este insecto y destacan la importancia de este insecto en la biogeografía antártica. Afirman que es clave para entender la respuesta de los ecosistemas frente al cambio climático.
Por qué este mosquito de la Antártida es un centinela del cambio climático
Este mosquito es un centinela del cambio climático porque su proceso de adaptación a lo largo de miles de años proporciona pistas vitales para prever la respuesta de los ecosistemas ante las actuales y futuras crisis climáticas. “Esta mosca no es solo un testimonio del pasado climático de la Antártica, sino también un modelo valioso para anticipar los impactos del cambio climático en la fauna polar. Su estudio nos permite entender mejor las adaptaciones evolutivas necesarias para sobrevivir en ambientes extremos”, añade.
El mosquito Parochlus steinenii es una de las pocas especies de insectos nativos de la Antártica. Ha logrado sobrevivir y adaptarse a lo largo de milenios en uno de los entornos más hostiles del planeta.
“El análisis filogeográfico muestra una estructura genética compleja y una diversificación antigua, lo que sugiere que las poblaciones de esta mosca han logrado superar múltiples periodos glaciares refugiándose en zonas protegidas del continente”, señaló el Dr. Poulin. “Este insecto es una prueba viviente de la resistencia biológica y la capacidad de las especies para adaptarse a cambios climáticos extremos”, agregó.
El estudio se centró en la comparación de muestras genéticas de poblaciones de este insecto recolectadas en distintos puntos de la Antártica y de áreas subantárticas, revelando patrones de divergencia genética que apuntan a eventos de aislamiento prolongado. Esta capacidad de sobrevivir en condiciones extremas y de regenerarse tras periodos glaciales prolongados tiene implicaciones significativas para la biodiversidad polar en un contexto de calentamiento global acelerado.
La importancia de los ecosistemas polares
Los ecosistemas antárticos y subantárticos, que albergan a especies altamente especializadas y adaptadas, están bajo amenaza debido al cambio climático y a la actividad humana. Estos entornos han servido como refugios de biodiversidad y laboratorios naturales para estudiar la resiliencia biológica. “El estudio de P. steinenii y de otros organismos similares nos ayuda a construir un mapa evolutivo de cómo la vida puede resistir y prosperar en condiciones extremas, lo cual es fundamental para desarrollar estrategias de conservación y protección en un mundo donde el cambio climático avanza rápidamente”, señaló el Dr. Poulin.
El trabajo también destaca la necesidad de conservar estos ecosistemas únicos y de reconocer el papel de los insectos en la estabilidad ambiental. “Los insectos son a menudo subestimados en términos de su importancia ecológica, pero en regiones como la Antártica, su función es vital para el equilibrio del ecosistema. Estos pequeños organismos son centinelas del cambio y pueden ser la clave para entender cómo las comunidades biológicas más complejas reaccionarán a los cambios ambientales”, añadió Maturana.
Un esfuerzo conjunto para un futuro sostenible
El estudio no solo proporciona nuevos conocimientos sobre la biogeografía de la mosca antártica, sino que también refuerza la importancia de la colaboración internacional en la investigación científica. Este proyecto involucró la participación de centros de investigación y universidades que compartieron datos y recursos para construir un panorama más completo de las adaptaciones evolutivas en la región polar.
“La Antártica es un terreno de estudio que nos recuerda la importancia de trabajar juntos como comunidad científica global. Solo a través de la cooperación y el intercambio de conocimientos podemos enfrentar los retos que plantea el cambio climático”, concluyó el Dr. Poulin.
Este estudio realizado también por Tamara Contador Mejias (Universidad de Magallanes, BASE y CHIC), Felipe L. Simões (University of Cambridge), Moisés A. Valladares (Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad del Bío-Bío), Paula M. Vidal (BASE), Melisa Gañán (Universidad de Barcelona y Universidad de Magallanes), Claudio A. González-Wevar (Universidad Austral de Chile), Chester J. Sands (University of Cambridge) y Peter Convey (University of Johannesburg), representa un paso más hacia la comprensión de cómo los organismos del extremo sur del planeta han persistido en un entorno tan hostil y qué lecciones pueden ofrecer al mundo en su lucha contra el cambio climático.