El Castillo de Santa Ana en Roquetas de Mar acoge durante los meses de mayo y junio una exposición de fotografías de Jesús de Perceval. Precisamente, el genial pintor almeriense tenia como gran afición la fotografía y buena muestra de su calidad se puede disfrutar en la muestra ‘Fragmentos de una vida que pasa’.
En la muestra aparecen las primeras fotografías de Percival que datan de los años 40, muchas de ellas relacionadas con el mundo de la arqueología, algo que le apasionaba dada su relación con Juan Cuadrado. También hay retratos de adolescentes, otras de los indalianos pintando al natural. Pero realmente su mayor producción fotográfica data de los años 50, cuando el pintor se acerca a Carlos Pérez Siquier y conecta con AFAL.
En esa etapa, Perceval fotografía el barrio de La Chanca. Sus imágenes inmortalizan un barrio humilde, y hoy son unos documentos únicos y de un gran valor. Juan Manuel Bonet asegura que ‘son imágenes en su mayoría en blanco y negro, pero también hay unas cuantas en un color acuarelado, casi de cuadro, de la Chanca, paraje indaliano y sobre todo percevaliano donde los haya, desde que en el 1947 lo eligiera como fondo de su estupendo retrato imaginario del poeta Francisco Villaespesa”.
Jesús Pérez de Perceval del Moral, más conocido como Jesús de Perceval, fue un pintor y escultor nacido en Almería el 17 de abril de 1915 y fallecido en 1985 en la misma ciudad. Desde temprana edad fue hábil en el dibujo y la pintura. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Almería, matriculándose más tarde en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.
En 1934 recibió la medalla de oro de la Exposición Regional de Andalucía celebrada ese año y dos años más tarde, en 1936, obtuvo el galardón homólogo en la Exposición Internacional de París.
Perceval sería una de las personalidades más activas y dinamizadoras del depauperado panorama cultural de la provincia almeriense durante la posguerra. A él se debe en gran parte el nacimiento y desarrollo del movimiento indaliano, surgido en la década de los 40 a raíz de las tertulias mantenidas con otros artistas e intelectuales como Celia Viñas, Juan Cuadrado, José Gómez Abad, Miguel Cantón Checa o Francisco Capuleto. Dicho movimiento se inspiraba en las raíces de la tierra consideradas desde una perspectiva global, ensalzando el carácter ancestral, mágico y espiritual de las culturas del sureste peninsular, resumido éste en el indalo, símbolo de las civilizaciones prehistóricas, y en la presencia en la región de San Indalecio, uno de los primeros evangelizadores de Iberia, símbolo a su vez de la espiritualidad cristiana.
Perceval abanderaría el movimiento indaliano durante su presentación en el Museo de Arte Moderno de Madrid en 1947, logrando una gran acogida por parte de la crítica, especialmente de Eugenio d’Ors, a la sazón Jefe Nacional de Bellas Artes, quien se convirtió en entusiasta valedor del movimiento. El año siguiente, 1948, Perceval y otros indalianos fueron invitados a participar en el VI Salón de los Once de la Academia Breve de Crítica de Arte.
Durante los años 50, Perceval residió en Madrid y expuso en Munich, Roma, París y en diversas ciudades de Argentina, Chile y Bolivia. En 1951 participó en la I Bienal Hispanoamericana de Artes de Madrid, despertando gran expectación su obra La degollación de los inocentes.