Las matemáticas tienen un notable peso en la economía y la investigación en España, un efecto multiplicador en la productividad y en la optimización de los procesos, pero hay un amplio margen de mejora si se compara con otros países avanzados de nuestro entorno.
Esta es una de las principales conclusiones del debate “Matemáticas para un futuro mejor”, organizado en la Fundación Ramón Areces en colaboración con la Real Sociedad Matemática Española (RSME).
En este encuentro, celebrado este martes, día 19, varios expertos han puesto de manifiesto las oportunidades que ofrece una “sociedad matematizada” para afrontar los retos actuales. La jornada ha tenido lugar dentro de los actos de presentación del Libro Blanco de las Matemáticas, recientemente editado por la Fundación Ramón Areces y la RSME.
“Sin matemáticas no hay ciencia y sin ciencia no hay futuro”, ha advertido el vicepresidente segundo de la RSME, David Martín de Diego, moderador de esta jornada en la que han participado la catedrática de la Universidad Complutense de Madrid María Jesús Carro, coordinadora del capítulo de investigación del Libro Blanco de las Matemáticas, y el catedrático de la Universidad de Sevilla Guillermo Curbera, uno de los autores del capítulo sobre el impacto económico de la matemática en España.
“Es complicado encontrar una actividad económica donde no se use la matemática”, ha destacado Curbera, quien ha repasado su importancia en cualquier proceso industrial que tenga diseño, modelaje y simulación; para la optimización en la producción logística o el análisis de datos, que permite ser más eficientes en internet, en las finanzas e, incluso, en los servicios públicos de salud.
Un informe elaborado por la Red Estratégica de Matemáticas y la consultora AFI cifraba el impacto de las actividades con intensidad matemática en el 10,1% del PIB. Pero el dato, de entrada positivo, contrasta con otros países que también han realizado estudios en este sentido, como Países Bajos, donde su impacto es del 13,2% (un 31% más); Francia, con el 15% (un 50% superior), o Inglaterra (16%, un 58% más). En términos de empleo, el impacto de las matemáticas representa el 6% de los trabajos en España, mientras que en Francia asciende al 9% (un 50% más), en Inglaterra, al 9,8% (+60%) y en Países Bajos, el 10,7% (+75%).
“Si comparamos las dos dimensiones, suponemos más en el PIB que el empleo, porque la matemática entra en las zonas de mayor productividad, es decir, que si la potenciamos podemos tener un efecto multiplicador”, ha puntualizado Curbera, quien ha explicado además que estas cifras hablan de impacto directo, de modo que, si se añadiesen los efectos indirectos e inducidos, serían mucho mayores (19% y 27% del VAB).
De hecho, las ocupaciones con una intensidad matemática tienen una productividad más alta y que se sitúa en los 47,2 euros por hora trabajada, frente a los 31,4 de media, tal y como asegura el catedrático, quien recuerda que “hay un millón de trabajadores que en diversas partes de su trabajo utilizan herramientas de intensidad matemática”.
Sin embargo, el debate también ha puesto de manifiesto el potencial de desarrollo que la disciplina adquiere en áreas emergentes como el Big Data, el Machine Learning o la Inteligencia Artificial, por citar algunos campos, que tienen una profunda base matemática pero que, sin embargo, en la actualidad se encuentran liderados por profesionales de otros sectores.
A su vez, el catedrático Guillermo Curbera ha apuntado una dificultad para la mejora de la productividad y que reside en el pequeño tamaño medio de las empresas españolas en comparación con las de otros países europeos. Debido a su dimensión, “les cuesta mucho más abordar gastos de innovación que no son el rendimiento inmediato”. “Esto nos sitúa en una dificultad estratégica tremenda para dar ese salto a la innovación, en este caso a través de tecnologías matemáticas”, ha añadido.
“La empresa tiene un enorme desconocimiento de las posibilidades que genera la matemática”, a pesar de que “tenemos la oportunidad de ofrecer a las empresas españolas herramientas matemáticas para optimizar sus procesos”, ha sentenciado Curbera. Mejorar y potenciar la investigación y la transferencia del conocimiento se convierten, en este punto, en una cuestión esencial para el desarrollo. “Nos falta implicación por ambas partes, tanto por parte de las empresas como del mundo investigador”, ha considerado María Jesús Carro.
En lo que a investigación y a número de publicaciones matemáticas se refiere, España se ha situado como novena potencial mundial (produce aproximadamente un 4% del total de los artículos) y quinta europea (12% del total). Y aunque se aprecia una mejora en el plano cualitativo. “Si pensamos en medallas o los premios de prestigio internacional realmente nos falta mucho”, ha afirmado la catedrática. Carro también ha apelado a reflexionar sobre la atracción del talento matemático internacional, “valorar qué opciones tenemos para poder ofrecer unas condiciones y unos sueldos competitivos a esas personas”.
“Nuestra obligación es formar investigadores y doctores que vayan a trabajar a la empresa, no solo para el mundo investigador, pero sin perder a esos investigadores que verdaderamente sienten pasión por el campo y se marchan a la empresa porque lo que podemos ofrecer aquí no les resulta atractivo”, sostiene Carro, quien defiende la colaboración bilateral para aumentar la transferencia de conocimiento a las empresas. “Para aumentar la transferencia de conocimiento del mundo investigador a la empresa se necesita mucha colaboración bilateral desde las bases: nosotros podemos inyectar jóvenes investigadores en las empresas, pero, al mismo tiempo, ellos deben tener la capacidad de seguir en contacto, valorar la importancia de la investigación de excelencia en el sector productivo”.
A juicio de la catedrática, el objetivo final reside en financiar e incentivar la excelencia investigadora, tanto a nivel teórico como aplicado. “No hay aplicación sin teoría, es decir, renunciar a incentivar la investigación teórica es estar destinado al fracaso absoluto”, advierte María Jesús Carro, quien insiste en que “si queremos situarnos en el primer nivel, no nos queda más remedio que formar a los jóvenes en la excelencia”.
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