El entrenamiento de élite puede afectar a la fertilidad de los deportistas

La cumbre de todo deportista se encuentra en los Juegos Olímpicos y París 2024 no ha dejado a nadie indiferente. Las calles de la capital francesa y el emblemático río Sena se han convertido en el mayor escenario para miles de atletas de todo el mundo que llevan años entrenando duramente para deslumbrar a todo el planeta. Sin embargo, detrás de cada hazaña deportiva, existe un desafío personal que muchos atletas enfrentan: el impacto del ejercicio extremo en su fertilidad.

Medallistas olímpicos españoles en piragüismo encabezados por Saúl Craviotto (primero por la izquierda).

El contexto de la fertilidad europea es dramático, especialmente en el caso de España. Las mujeres, incluidas las deportistas, retrasan cada día más su maternidad por factores personales y económicos. Este retraso afecta directamente a su fertilidad ya que, según se van cumpliendo años, las posibilidades de conseguir embarazos disminuyen. En España los nacimientos con madres de 35 años o más (edad donde los expertos trazan la barrera de la fertilidad femenina) ya representan el 40,1% del total.

Este paradigma se agudiza con los atletas de élite. El ritmo extremo que mantienen para preparar las competiciones, sumado a sus variaciones de peso y sus alteraciones hormonales puede dificultar las opciones de tener un hijo. A pesar de ello, los expertos en medicina reproductiva de Instituto Bernabeu son claros: es posible conciliar una carrera deportiva de alto nivel con el deseo de ser madre.

Los riesgos que la preparación olímpica implican en la maternidad

El entrenamiento intensivo, necesario para competir a nivel olímpico, puede causar un desequilibrio hormonal que afecta a la menstruación. Además, existen deportes que están íntimamente ligados a un bajo peso corporal, como el ballet o el patinaje artístico y la gimnasia rítmica, o que requieren ejecutar un tipo concreto de movimientos en los que las atletas sufren una mayor incidencia de amenorrea (ausencia de menstruación) debido a la reducción de los niveles de estrógenos que padecen y las variaciones bruscas de peso, factores que pueden dificultar la concepción futura.

Esta amenaza pende sobre toda aquella mujer que sobrepasa los niveles sanos de ejercicio físico, independientemente de su disciplina. “El incremento rápido e intenso del ejercicio, como el que realizan las atletas al prepararse para una competición, puede llevar a que, en los casos más graves, las mujeres deportistas pueden perder sus ciclos menstruales debido a la ausencia de ovulación, lo que les imposibilita quedarse embarazadas. Otras atletas también pueden experimentar una disminución en la secreción de progesterona durante la segunda fase del ciclo menstrual, lo que compromete su fertilidad al provocar problemas de implantación del embrión y posibles abortos precoces”, explica la doctora Cristina García-Ajofrín, coordinadora médica de Instituto Bernabeu Madrid.

En esta línea, la doctora apunta que “cada vez más recibimos en nuestras consultas a deportistas de alto rendimiento o profesionales que quieren saber cómo pueden planificar su futuro reproductivo o que vienen a realizarse revisiones específicas”.

La infertilidad entre los atletas olímpicos masculinos

La infertilidad no solo afecta a las mujeres. Los hombres que se enfrentan a una intensa preparación olímpica con un programa de entrenamientos de alta intensidad y de aumento o disminución de volumen corporal, pueden sufrir una caída de la calidad del semen, según un estudio de la Universidad de Córdoba. Aunque el número de espermatozoides no se reduce significativamente, su velocidad, morfología y la integridad del ADN pueden verse comprometidas. Además, el estrés de la competición y la autoexigencia de resultados, como pasa frecuentemente en los JJOO, aumentan los niveles de cortisol, la principal hormona relacionada con el estrés y que afecta negativamente a la fertilidad.

La crisis del esperma causa estragos entre todos los hombres, con independencia de su profesión. Tanto la calidad como la concentración de esperma se han reducido drásticamente en un 51% a nivel mundial y su ritmo de descenso alarma a los expertos al alcanzar el 2,64% anual.