Cuánto vale un litro de leche; un quilo de tomates; o un quilo de plátanos traídos desde Canarias. El coste real de los alimentos no es el precio que aparece etiquetado en los lineales de los supermercados. Es mucho más complejo. Y para calcularlo, la Universidad de Almería (UAL) trabaja en el desarrollo de una metodología que incorpora los elementos externos al otro producto, determinantes en su coste real de producción.
Los alimentos que llenan la cesta de la compra tienen un precio definido por un conjunto de elementos del mercado. Vienen marcados por el dinero invertido por el agricultor o el ganadero en la producción del alimento; por el trabajo realizado en los centros de procesado y envasado; así como por el tiempo y energía invertidos en la distribución y puesta en las estanterías de los supermercados.
Cómo se calcula el coste real de los alimentos
Para calcular el coste real de los alimentos entran en juego otros aspectos, que los especialistas llaman externalidades y que centran el proyecto europeo FoodCost. Esta iniciativa está financiada con más de siete millones de euros procedentes del programa Horizonte Europa, y en ella que participan 25 instituciones de trece países europeos, entre las que se encuentra la Universidad de Almería.
Las externalidades analizadas en FoodCost son de tipo medioambiental, social y económico. Todas ellas determinan el coste real de los alimentos, un concepto que va mucho más allá de lo que el consumidor paga por los productos en un supermercado o en una tienda de barrio.
Por qué es importante conocer lo que realmente vale producir los alimentos
El cálculo correcto de la incidencia de estos elementos externos sobre la producción de los alimentos contribuirá a que las administraciones desarrollen políticas que favorezcan la sostenibilidad del sistema agroalimentario. Y a que las empresas apuesten por modelos de negocio diferentes a los actuales, en los que adquieran más valor fórmulas productivas con un impacto positivo en lo social, económico y también en lo medioambiental.
La coordinadora en Almería de FoodCost y directora de la Cátedra COEXPHAL-UAL, Cynthia Giagnocavo, explica que en este proyecto europeo se abordarán más de una decena de sistemas agroganaderos, que van desde la horticultura protegida de Almería, hasta la producción de soja, carne, leche… propias de las regiones de los otros países participantes.
Qué externalidades se valoran en el proyecto FoodCost
En la primera parte del proyecto se ha trabado en determinar qué externalidades de los ámbitos medioambiental, social y económico se tienen en cuenta en la fórmula resultante. Por ejemplo, en el apartado socioeconómico hay factores a tener en cuenta como los derechos laborales, la transferencia de beneficios, estructura institucional, derechos de la comunidad, seguridad alimentaria, derechos de consumidores…
Y en el plano medioambiental, elementos como el impacto sobre el cambio climático, la huella hídrica, la toxicidad, el uso de tierra, efectos sobre la biodiversidad… «tenemos una cantidad enorme de externalidades y tenemos que buscar cómo medirlas». Para ello se está recurriendo a bases de datos e investigaciones científicas ya publicadas.
Cuál es el objetivo del proyecto sobre el coste real de los alimentos
El objetivo de FoodCost pasa por desarrollar una metodología basada en los datos y probarla en todos los modelos de producción que se estudian en el marco de este proyecto europeo. Además, en estos ensayos también se analizan las políticas, las cadenas de valor y los modelos de negocio.
«No se trata de planificar lo que el consumidor debe pagar por los alimentos, porque eso es imposible. Sino más bien hacer entender cuáles son los costes reales de los alimentos, cambiar las políticas y ajustar los modelos de negocio para ajustar los costes», afirma Cynthia Giagnocavo.
Junto a la reducción de los costes económicos sociales y medioambientales, con el proyecto FoodCost se buscan elementos que aporten un valor añadido y que, de alguna manera se puedan poner en valor. Como en el caso de la agricultura almeriense, el uso generalizado del control biológico y el sistema de cooperativas del sector hortícola.
Quiénes son los destinatarios de los resultados de este proyecto de investigación
Los destinatarios de los resultados obtenidos mediante el proyecto FooCost y del método de cálculo del valor real de los alimentos son las administraciones públicas, encargadas de dictar unas políticas para que acerquen a modelos de producción de alimentos más sostenibles. Pero no solamente los poderes públicos, afirma la investigadora de la UAL. Los resultados de este proyecto europeo también están dirigidos al propio sector productivo. «Ellos pueden aprender y experimentar con modelos de producción diferentes, así como poner en valor sus externalidades positivas».
La metodología resultante de FoodCost servirá de poco si no existe una colaboración intensa entre los diferentes elementos que integran la cadena de producción de alimentos, y todos asumen el compromiso de reducir los costes ambientales y sociales de la actividad agroalimentaria. En el fondo, se persigue reorganizar las cadenas de valor y también actuar sobre la percepción de los consumidores sobre los alimentos.
En Países Bajos hay una iniciativa gracias a la que se realiza un doble etiquetado de los alimentos: el precio al que lo adquieren los consumidores y el coste real. «Los consumidores pueden conocer el coste real ambiental, el coste real social y pueden elegir las que tienen menor coste medioambiental o social», explica Cynthia Giagnocavo.
Otra de las líneas que se trabajan en el marco de este proyecto europeo, y más concretamente en la UAL, es la digitalización de los sistemas agrícolas y de cómo con ella se contribuye a reducir la huella de carbono, mediante un uso de la energía más eficiente, así como el uso de fuentes renovables; así como la reducción de la huella hídrica, con sistemas de riego inteligentes que ayuden a reducir el gasto de agua.
El proyecto europeo FoodCost celebró el pasado noviembre su asamblea general en la UAL. En este encuentro participaron 35 investigadores europeos, que debatieron sobre cómo distribuir mejor los riesgos y beneficios de la transición a sistemas agroalimentarios y cadenas de valor más sostenible que las actuales.