El cambio climático mata. La Organización Mundial de la Salud calcula que los impactos directos indirectos producidos por el calentamiento global pondrían originar alrededor de 250.000 muertes adicionales entre 2030 y 2050, y un porcentaje destacado de todos estos fallecimientos prematuros estarán relacionados con enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Diversos estudios internacionales también se ha comprobado que la mayor frecuencia e intensidad de las olas de calor se asocian a un incremento de infartos de miocardio y de ictus.
La sociedad actual se enfrenta a un problema de salud pública de gran entidad y difícilmente controlable. El incremento de las temperaturas medias, las olas de calor y los efectos de estos dos factores combinados sobre la contaminación ambiental se transforman en un cóctel con consecuencias graves para la salud de las personas.
Este contexto obliga a tomar medidas para proteger a la población, así como un rediseño de los espacios habitados, especialmente los urbanos, para mitigar el efecto del calor sobre el bienestar y la salud de los habitantes. Pero éstas no siempre llegan.
Cómo incide el cambio climático en el agravamiento de las enfermedades cardiovasculares
El profesor de Enfermería Médico-Quirúrgica de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), Álvaro Astasio Picado, advierte del serio peligro que se nos viene encima de la mano del cambio climático y del calentamiento global y de cómo los efectos de esta variación climática, unida a la acción de la contaminación ambiental, están estrechamente ligadas a un aumento de la incidencia de las enfermedades cardiovasculares, que se ceba especialmente con personas vulnerables o mayores.
Todos estos problemas de salud vienen derivados de lo que los especialistas llaman estrés térmico, que se produce cuando el organismo es incapaz de disipar adecuadamente el calor. «Para contrarrestar el calor excesivo, el cuerpo aumenta la circulación sanguínea en la piel mediante vasodilatación, lo que reduce la presión arterial. Esto también conlleva una mayor frecuencia cardíaca y un trabajo más intenso para el corazón. En condiciones extremas, el sistema termorregulador se ve desbordado, lo que puede llevar a deshidratación, hipertermia y a una reducción del flujo sanguíneo a órganos vitales. Estas respuestas aumentan el riesgo de insuficiencia cardíaca y arritmias», explica Álvaro Astasio Picado.
Qué ocurre en un organismo en situación de estrés térmico
Ante una situación de estrés térmico, el corazón trabaja a marchas forzadas, para responder a la demanda mayor de oxígeno, lo que podría derivar en eventos cardiovasculares como infartos de miocardio en personas con patologías previas.
La salud de las personas sin patologías previas también sufre las consecuencias del calor y el estrés térmico, en forma de hipertermia o los famosos golpes de calor, que se asocian con taquicardias y fibrilación auricular. De hecho, ya son viarios estudios los que han puesto de relieve que «la exposición prolongada a altas temperaturas está vinculada a un aumento significativo de hospitalizaciones por eventos cardiovasculares en individuos sin antecedentes previos», añade el investigador de la UCLM.
En qué zonas se padecen más los efectos de las olas de calor sobre la salud
Las altas temperaturas y las olas de calor que acompañan al cambio climático se extienden por toda la geografía, sin embargo se sufren más en las ciudades, por el conocido efecto de isla de calor urbana. Estos espacios, donde se concentra la mayor parte de la población, no están preparados para un escenario tan hostil como el que se está instalando: abundan el asfalto y los edificios, que hacen un efecto multiplicador de la temperatura, y la vegetación existente no basta par compensar el efecto de isla de calor. Por otro lado, en las ciudades se da el efecto combinado del calor con el de la contaminación.
«Durante las olas de calor, la contaminación del aire tiende a aumentar debido a una mayor formación de ozono troposférico y una menor dispersión de contaminantes. Este aumento en los niveles de ozono y las partículas finas de tamaño inferior a 2,5 micrómetros (PM2.5) intensifica el riesgo de inflamación sistémica, lo que puede precipitar eventos cardiovasculares graves, como infartos y arritmias», afirma Álvaro Astasio.
La situación se complica todavía más cuando a la combinación de calor extremo y contaminación se le suma la falta de precipitaciones. En ese escenario de sequías prolongadas se ha constatado un incremento de hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares, debido a la concentración de PM2.5 y otros contaminantes en suspensión.
La salud cardiovascular no es la única que se resiente en el escenario de cambio climático, sino que también se agravan otras patologías como enfermedades respiratorias, infecciosas y trastornos mentales. Además, los nuevos patrones climáticos favorecen la expansión de enfermedades vectoriales como el dengue, la malaria o el virus del Nilo. La humanidad se encamina a un periodo incierto, que solamente se podrá superar con más investigación y con la idea clara de que el cambio climático mata.