Doroteo Arnáiz es quizás uno de los pintores mejor valorados de nuestro país. Su obra forma parte de las mejores colecciones nacionales e internacionales, que han visto en la obra de Arnáiz un constante afán por la renovación. Ahora, parte de sus mejores trabajos se pueden ver en el Centro de Arte Museo de Almería (CAMA), con la muestra ‘Pintura, 1958-2013’, en la que se hace un recorrido por más de medio siglo de creación.
La relación de Doroteo Arnáiz con Almería se produce gracias a la intercesión del artista almeriense Ginés Parra. Desde entonces comenzó una relación en la que supo entrar el CAMA, para proponer una exposición, que es la que se puede ver en la sala almeriense hasta el 3 de noviembre, producida exclusivamente para el CAMA.
Hombre de pocas palabras, Doroteo Arnáiz rompió el hielo afirmando que cuando un pintor habla corta la comunicación que se establece entre el público y la obra. A pesar de ello, se dirigió al público para explicar su vinculación a Almería.
La exposición, que recoge las obras de Arnáiz de los últimos 55 años, muestra su legado artístico desde su época parisina (la más numerosa en su representación, con obras que abarcan las décadas de los 60 y 70), hasta aquellas realizadas ya a su regreso a España, correspondientes a los años 80 y 90 hasta llegar a sus últimos trabajos editados en 2013.
La técnica empleada por Arnáiz en sus cuadros va desde el óleo sobre tela, arpillera o táblex, hasta el vinílico y el acrílico sobre tela o sobre papel. Su obra parte de un expresionismo cercano, cuyos rasgos más informalistas van siendo sustituidos paulatinamente por un lenguaje próximo en algunos momentos al postcubismo, la pintura metafísica y, sobre todo, al pop-art. Una estética caracterizada por el uso de una figuración de volúmenes geométricos y una simplificación rítmica del color, que pasa a aparecer más uniformemente distribuido.
En los cuadros de Arnáiz, sus formas están vigorosamente estructuradas, estableciendo en sus composiciones una serie de planos horizontales o verticales en los cuales aparecen las siluetas o los simples perfiles de objetos cuyos contornos sobresalen de las superficies lisas. Las figuras geométricas, las siluetas humanas erguidas o sedentes o algunos aspectos de la naturaleza aparecen envueltos en una especie de inquietante quietud en donde la distribución de los volúmenes y el color, perfectamente delimitados, parecen querer transmitirnos algo que va más allá de su mera representación esquemática. Signos o símbolos de un tiempo igualmente inquietante como el nuestro.