El Delta del Ebro y el Mar Menor son unas de las pocas reservas de nacras que quedan en el mar Mediterráneo. A lo largo de dos años, el proyecto Recupera Pinna, liderado por la Universidad de Alicante (UA) y el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), ha censado a los individuos supervivientes en estas zonas con el objetivo de identificar los factores que ponen en riesgo la continuidad de la especie.
El proyecto, que ha contado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la Fundación Zoo de Barcelona y Forestal Catalana, concluye que las poblaciones siguen en declive debido a la expansión del parásito Haplosporidium pinnae, un protozoo que desde 2016 causa mortalidades cercanas al 100%. Además, se le añaden el resto de las amenazas como el impacto de las embarcaciones recreativas y ciertos deportes náuticos, especies invasoras depredadoras como el cangrejo azul y la eutrofización de las aguas.
Se sabe que el parásito actúa con fuerza cuando las condiciones de salinidad ambiental se encuentran en un rango de 36,5 y 39,5 ppt. y la temperatura del agua está por encima de los 13.5ºC, aunque en el Delta los efectos se observan principalmente durante el verano y el otoño. En la bahía del Fangar no se ha detectado el parásito porque la salinidad se mantiene baja y sus únicos picos son en invierno, cuando el parásito tampoco podría actuar por las bajas temperaturas. Por el contrario, en la bahía de los Alfacs sí que se cumplen estas condiciones durante ciertos meses, y, en especial, junto a la Punta de la Banya y el Trabucador, porque están más cerca de la apertura a mar abierto o más lejos de los canales de desagüe de agua dulce de los arrozales.
Para evitar la actividad del parásito «habría que asegurar que no haya picos de salinidad en verano, cuando sube la temperatura del agua y hay más evaporación; una de las medidas que podría revertir esta situación sería abocar mayor cantidad de agua dulce en las bahías», según Patricia Prado, investigadora del programa de Aguas marinas y continentales del IRTA y coordinadora del proyecto.
En el Mar Menor la incidencia del parásito es muy baja. Los primeros individuos de nacra que se establecieron en la laguna datan de los años 80, coincidiendo con la conexión artificial de la laguna con el mar Mediterráneo, lo que provocó una caída de salinidad hasta llegar a valores vitales para el molusco, aunque aún superiores a la propia salinidad del mar, lo que suponía una barrera para el parásito. Sin embargo, en los últimos años la salinidad ha caído en episodios puntuales permitiendo la aparición del parásito. «En 2019 se detectó por primera vez, pero existían indicios de que en 2017 ya había afectado algunas poblaciones como las de las Encañizadas», apunta la investigadora del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante, Francisca Giménez-Casalduero, y también directora del Centro de Investigación Marina de Santa Pola (CIMAR).
En la bahía de los Alfacs hay otras bacterias que agravan la situación
Tras los primeros brotes de Haplosporidium pinnae en la bahía de los Alfacs en julio de 2018, se identificó el patógeno Mycobacterium que, en otras zonas del Mediterráneo, había provocado mortalidades masivas de nacras. Por eso, los expertos suponen que la enfermedad es multifactorial: si bien la causa principal es la infección por el protozoo H. pinnae, existen otras bacterias como Mycobacterium sp. o Vibrio spp., que agravan la enfermedad y provocan porcentajes extremadamente altos de mortalidad. «En la entrada de la bahía de los Alfacs, la parte más cercana al mar, hay siete nacras supervivientes al parásito. No podemos decir que sean inmunes, pero han resistido a la infección y sobreviven durante más tiempo», dice Prado.
En zonas más interiores de los Alfacs, durante los primeros seis meses del proyecto se censaron un total de 2.697 individuos vivos, la mayoría expuestos al parásito. En otoño de 2021 se detectó un pico de mortalidad por la infección que ha resultado en una supervivencia global del 28% en la zona central junto a la Península de la Banya, el 40,5% junto al Trabucador y el 57,1% en la zona de la Torre de San Juan. «Las perspectivas no son muy buenas porque a lo largo de las campañas no se han encontrado individuos juveniles y esto significa que la población se está perdiendo y no se regenera por baja reproducción», lamenta Prado. Sin embargo, aún aparecen núcleos de individuos inesperados: en esta misma bahía se censaron 129 nacras nuevas en la zona del Muelle del Trabucador que no habían sido exploradas. Ello fue gracias a las campañas de ciencia ciudadana y voluntariado del Parque Natural del Delta del Ebro, la Escuela de Acuicultura IEPAC, Forestal catalana y el proyecto de ciencia ciudadana Observadores del Mar a través del LIFE INTERMARES.
La bahía del Fangar y el Mar Menor, libres del parásito
En la bahía del Fangar el proyecto Recupera Pinna ha realizado el seguimiento de las cinco nacras que sobrevivieron al temporal Gloria de 2020, de las que sólo han sobrevivido dos. Aquí, a menudo el ambiente no es favorable porque la salinidad es demasiado baja o porque el agua dulce que llega contiene demasiados sedimentos y materia orgánica, tal y como ocurre también en la costa norte de los Alfacs. Además, la zona afectada por el Gloria estuvo expuesta a un exceso de turbidez, y salinidades extremadamente bajas por el exceso de agua dulce y sedimentos recibidos en una zona de escasa profundidad. «Es importante que haya reclutamiento de individuos juveniles y que se asienten al fondo para compensar la corta esperanza de vida de los adultos», remarca la investigadora de la UA. Las dos nacras supervivientes y un nuevo ejemplar detectado se continuarán vigilando gracias al proyecto LIFE PINNARCA, el que también investiga la posibilidad de cerrar el ciclo de vida de la especie para criarla en cautividad. Además, 179 individuos fueron recientemente encontrados en una zona interna no explorada de la bahía en el marco de este proyecto.
En la región de Murcia el principal problema es la eutrofización del agua de la laguna del Mar Menor. En 2016 la crisis ambiental provocó un cambio de estado con la muerte del 85 % de la comunidad bentónica de la laguna y todas las nacras que vivían por debajo de los 3 metros murieron. Las supervivientes quedaron regladas en una franja superficial estrecha, donde las condiciones ambientales no eran óptimas. «A lo largo de estos dos años hemos llevado a cabo un seguimiento de las nacras supervivientes en esta zona, con el objetivo de encontrar nuevos individuos», explica Giménez-Casalduero. Tras muestrear más de 343 Ha, las investigadoras estiman que hay un total de 900 nacras supervivientes, tres de ellas han sido trasladadas al acuario de la Universidad de Murcia, incorporándose a la colección de ejemplares mantenidos en estas instalaciones para formar parte del grupo de potenciales reproductores.
El proyecto Recupera Pinna cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.