El cambio climático afecta a todas las regiones del mundo es una amenaza muy grave, y sus consecuencias afectan a muchos y muy diversos aspectos de nuestra vida. Los casquetes polares se están fundiendo y el nivel del mar está subiendo. En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos y las inundaciones son cada vez más frecuentes, mientras que en otras se registran olas de calor y sequías. En este sentido, El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha publicado un nuevo estudio en la revista New Phytologist, en el cual han confirmado cómo las interacciones entre distintas plantaciones ayuda a mitigar los efectos de la sequía en los bosques.
Para este trabajo, que se ha extendido a lo largo de más de cinco años, han monitorizado parcelas con monocultivo de hayas y robles y áreas donde se mezclaron plántulas de ambas especies. Así han evaluado cómo las interacciones que se producen en las parcelas con monocultivos y mixtas modulan los impactos que provocan el calor y la sequía en los ejemplares juveniles.
Qué ha demostrado el estudio
La mezcla de especies en las plantaciones arbóreas sigue dando muestras de ser una buena estrategia para hacer frente a eventos extremos como las sequías. Así lo confirma el trabajo realizado por los investigadores del MNCN. El equipo de investigación se planteó analizar cómo responden los ejemplares juveniles de haya europea, Fagus sylvatica, y roble, Quercus robur, ante la sequía y el calor extremos y han demostrado que, en las plantaciones mezcladas, se mitigan los efectos nocivos en los robles, pero no tanto en las hayas.
“Hemos demostrado que las mezclas mitigan los impactos adversos de los eventos extremos en los robles, pero no en las hayas. En concreto, los robles optimizan la capacidad de sus hojas para retener el agua y mejoran el funcionamiento de los estomas, los órganos donde se produce el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, frente al caso de las hayas jóvenes que desarrollan hojas más delgadas y delicadas acelerando su mortalidad”, explica el investigador del MNCN Fernando Valladares. Además, señala que “es posible que el hecho de que los robles formen copas más anchas y tengan mayor capacidad de transpiración les permita extraer el agua del suelo más rápido que a las hayas. Estos factores junto a la regulación estomática parecen ser los principales mecanismos responsables de la mayor o menor vulnerabilidad de las plantaciones».
“Nuestros hallazgos ponen de relieve que la diversidad arbórea tiene el potencial de modular y amortiguar los efectos de los fenómenos que está provocando el cambio climático. Apostar por la coexistencia y la interacción entre diferentes especies garantizaría la persistencia incluso de las especies más sensibles”, concluye Valladares.