Equipos de tres centros del IFAPA ha desarrollado una técnica de análisis que detecta de forma preventiva la presencia de los microorganismos que causan la pérdida de producción de esta planta en la zona de cultivo. Ya se conocían en las plantas y el propio suelo, pero los expertos los han localizado por primera vez en el agua. El trabajo también ha validado un nuevo tratamiento de desinfestación del terreno que evita recurrir a productos químicos para combatir una enfermedad que obliga a arrancar los plantones.
Equipos de investigación de los centros Las Torres (Sevilla), La Mojonera (Almería) y Camino del Purchil (Granada) del IFAPA (Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica) han desarrollado un sistema de control preventivo para detectar hongos que dañan al espárrago en plantas, suelo y agua de riego. Esto permite conocer si el sustrato y el líquido sufren de un alto riesgo de infestación antes de la plantación. Para esta detección los expertos han aplicado PCRs muy precisas, que incluyen fluorescencia.
Los investigadores han identificado por primera vez el agua de riego como fuente de infección. “El suelo de cultivo y el material vegetal procedente de viveros se señalaban como posibles orígenes; pero con el uso de las llamadas qPCRs diseñadas en este trabajo se añade el agua de riego de las fincas como un potencial factor de propagación de los hongos en las fincas de espárrago”, responde a la Fundación Descubre la investigadora Nieves Capote, autora principal del estudio ‘Potential inoculum sources of Fusarium species involved in asparagus decline syndrome and evaluation of soil disinfestation methods by qPCR protocols’, publicado en la revista Pest Management Science.
El trabajo se desarrolló en campos de cultivo de Granada y se centró en tres especies del hongo Fusarium involucradas en la enfermedad (F. proliferatum, F. oxysporum y F. redolens). El equipo buscó campos con síntomas de decaimiento del espárrago –una pérdida de vigor que a veces provoca la muerte- y recolectó muestras de plantas sanas y enfermas, suelo y agua de riego.
Las herramientas moleculares utilizadas han permitido también evaluar la efectividad de tratamientos no químicos de desinfestación del suelo. El equipo investigador ha demostrado que pellets (porciones comprimidas) de la planta Brassica carinata consiguen una reducción en el suelo de las tres especies de Fusarium citadas a niveles similares al tratamiento químico.
El sistema se sirve de la biosolarización, es decir, cubrir con plástico la zona agrícola para que aumente la temperatura, a la vez que se añade material orgánico cuyos gases son retenidos por la cobertura y provocan un efecto fungicida, de eliminación de hongos. “El uso de estas enmiendas orgánicas para la fumigación del suelo resulta más sostenible que la mayoría de los pesticidas químicos, ya que pueden usarse residuos orgánicos reciclables procedentes de la industria agrícola y pesquera”, añade Capote.
La biosolarización con esos pellets elevó en un 20% la producción acumulada, en un 26% el rendimiento por hectárea y en un 22% el número de turiones (espárragos) recolectados con respecto al suelo no tratado. Los estudios sobre la disminución de los niveles de incidencia de la enfermedad se realizaron en campos de espárragos en la provincia de Granada en dos años consecutivos.
Arrancar el cultivo
Los agricultores con problemas de decaimiento del espárrago se ven abocados a arrancar el cultivo antes de que finalice el periodo productivo, y a buscar otras fincas donde no haya habido esa incidencia. “El incremento que ha experimentado este cultivo en los últimos años reduce la disponibilidad de tierras nuevas sin precedente de cultivo de espárrago, y los productores se arriesgan a plantar en parcelas con historial de problemas fitosanitarios”, indica la investigadora del IFAPA.
El siguiente paso del Laboratorio de Biotecnología del Área de Protección Vegetal Sostenible del IFAPA profundizará en el mecanismo de infección de F. oxysporum en la planta de espárrago.
La financiación del estudio ha provenido del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)cofinanciado con fondos FEDER (2014–2020).
Texto y foto: Fundación Descubre | fundaciondescubre.es